AL SON DEL TEXTO

Al Son del texto

Tina Rodríguez

El día que fue presentada la Estrategia de Equidad e Inclusión del Modelo Educativo, por parte de la SEP, su titular Aurelio Nuño estuvo acompañado del secretario de Desarrollo Social, Luis Enrique Miranda, y cuya presencia se debe por el papel que tendrá el programa Prospera en algunos puntos de esta etapa del Nuevo Modelo Educativo.
Ya sabemos que por estas fechas en que todos huelen a presidenciables, sus acciones no se disocian de esa ubicación política, pero que aterrizando, esta estrategia –se dijo- se propone atender problemáticas que impactan a miles de familias cuyos niños no están plenamente integrados a la dinámica escolar general, por circunstancias de las que no son culpables y que comprende la pobreza e incluso la extrema pobreza en que vive, y de ahí la injerencia de SEDESOL en éste proyecto transversal con la SEP.
Pero eso es la simpleza de la superestructura, el distanciamiento del gobierno con esa base social paupérrima: qué van a pensar más allá del compromiso institucional, de ley, la escuela y educación de calidad, desayuno escolar, esa nutrición con un alimento “balanceado” que no consumen, y que dejan tirado en el patio escolar como se vio por montañas en la era de Roberto Albores Guillen, cuando dieron a través de desayunos escolares millones de tortas de carne de soya que no se comieron nunca.
La falta de objetividad en los gobiernos desliza sensaciones o deseos que debieran contemplarse, como el hecho de que decenas de miles de niños andan descalzos, y así van a la escuela, no por gusto. Desean un par de zapatos, como muchos en el mundo urbano esperan ese buen regalo de navidad. Son ilusiones o anhelos que no contemplan los programas sociales, de cobertura dura y ruda, tanto corruptos.
La otra es que aparte de ser indígenas, tenemos niños con discapacidad, con características especiales y de escasos recursos que enfrentan rechazo y discriminación en los planteles.
Esos infantes también tienen su sentir, a falta de algo que les motive la imaginación, más allá de la dureza institucional con que le proyectan los programas de beneficio. A estos infantes no les sirve de nada el nuevo maestro –que por fin llega- de educación física, no porque éste los desplace, sino porque en esa escuela en la marginación no hay las instalaciones adecuadas.
En la inmensa mayoría de las escuelas oficiales, tampoco hay baños para discapacitados.
Ésta es una realidad que no podemos seguir ignorando, es decir, no la necesidad del estado de cumplir con la mentada reforma educativa, sino de fijarse con sensibilidad social en el sentir de esos niños y niñas, reorientando las partidas a objetivos de beneficio psicológico que los haga sentir importantes para su escuela, no unos desplazados.
O sea, también es la hora de pensar en eso.

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