EDITORIAL

Cuarto y nada

Hoy, por mandato constitucional, el Poder Ejecutivo debe entregar al Legislativo un informe por escrito del estado que guarda la administración pública federal.
Otrora era un evento digno de un monarca; la nación se volcaba a celebrar no a escuchar –lo de menos era que entregara por escrito el informe-, al presidente en su día: porque los informes eran eso: el día del presidente de México, y erala única vez en que éste se dignaba en dirigirle un mensaje al Congreso y a la nación.
La descesaleración de eso inició en los años ochenta del siglo pasado, en que ya fue imposible ocultar las mentiras y el fracaso de las políticas presidenciales, y desde luego la obligación de permitir la evolución de la oposición real y desde luego, la libre determinación del pueblo mediante el voto, además de la libertad de expresión.
El panismo, representado por Felipe Calderón ideó algo más sencillo para el Presidente, y quitó la obligatoriedad de ir al Congreso por parte del titular del Ejecutivo, luego entonces no hay necesidad que el Presidente de la República acuda al Congreso, cuando ello debería ser una de las acciones más republicanas que una sociedad como la nuestra merece.
Ya no; ahora ya ni con políticos por parte de Enrique Peña Nieto, solo con jóvenes destacados, en un ya no saber que hacer para levantar esa popularidad propia que anda por los suelos.

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