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EDITORIAL

Redenciones

Los mismos que aplaudieron a la menor provocación la detención de “El Chapo” Guzmán, hacen gala de una terrible incongruencia.

Esos mismos son los que se han desgarrado las vestiduras cuando han salido escándalos de políticos en conversaciones telefónicas grabadas, como el caso OHL y otros más del gobierno actual y anteriores.
La primera reacción de estas personas es condenar el delito del espionaje, tratando así de desviar la atención del político diciendo barbaridades en la línea telefónica; de pronto estos mismos personajes cambiaron de bando, ahora tras la filtración que fue exhibida, con las presuntas conversaciones entre Joaquín Guzmán y la actriz Kate del Castillo, se les olvidó la indignación por el delito y pidieron la hoguera para la actriz.
Esto porque en estados como Veracruz e Hidalgo, ya empezaron con esos espionajes telefónicos ante el cambio de gobierno.
¿Es legal eso?
No, pero se supone que hay entre los candidatos “sospechosos” de nexos con el narcotráfico, que debieron ser filtrados en su caso en sus partidos, no en acusaciones a destajo por parte de sus adversarios.
Vivimos hoy en éste país una de las etapas más pobres de calidad política, en la que denostar al adversario es la idea en vez de proponer para convencer al elector.

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