Fotos: Cortesía de Martín Manuel Checa-Artasu/ Fotoarte: Jesús Sánchez
ARTE Y CULTURA

Revelan claves inéditas de Adamo Boari

  • La embajada de México en Italia presentará la investigación sobre la obra de este arquitecto e ingeniero

Ciudad de México.- En abril de 1900, Adamo Boari visitó al secretario de hacienda José Yves Limantour y le entregó el proyecto de un peculiar encargo: el monumento ecuestre dedicado a Porfirio Díaz, que consistía en un terraplén a modo de basamento, que tenía un contorno de una serpiente tolteca, con monolitos y seis columnas italianas para sostener un pedestal con la estatua del general a caballo.

Dicho proyecto no se consumó y se sumó a la lista de ideas que dejó en el tintero. Como le sucedió en 1897 con el proyecto para la empresa estadunidense Luxfer Prism Company, dedicada a la producción de baldosas de vidrio, a la que Boari propuso dos rascacielos, uno de 62 plantas, con sus propios ladrillos de vidrio y la forma de un palacio medieval italiano.

Así lo relata a Excélsior Martín Manuel Checa-Artasu, académico de la UAM Iztapalapa, quien presentará los dos tomos del libro Adamo Boari (1863-1928). Arquitecto entre América y Europa, realizados en coautoría con Olimpia Niglio y publicados por la editorial Aracne Editrice, de Roma. Su lanzamiento será mañana a las 10:00 horas en el YouTube de la embajada de México en Italia.

De entrada, Checa-Artasu desmiente que Boari fuera el arquitecto protegido del porfiriato como se ha repetido ni el creador que impuso ideas europeas en nuestro país. Tampoco fue el artista de sólo dos obras (Palacio de Bellas Artes y el Edificio de Correos), y hasta donde se sabe, partió de México en plena Revolución Mexicana, descorazonado y triste, al no concluir su obra maestra (el Palacio Legislativo), adaptada años después en el Monumento a la Revolución.

El libro es una biografía de dos volúmenes, dice el experto. El primero está dedicado a todos los proyectos que Boari creó en su carrera. El segundo, a las obras que ejecutó en México.

Es la más extensa biografía realizada sobre este arquitecto e ingeniero italiano, apoyada en más de dos años de investigación en archivos de Italia, Estados Unidos y México”, apunta el profesor del departamento de Sociología de la UAM-I.

La figura de Boari esconde muchas cosas del porfiriato, hay muchos mitos y gracias a éste y otros trabajos esos mitos caen por su propio peso”.

Boari, explicó, era un migrante italiano de 26 años que no encontró trabajo en su país, quien tuvo un desengaño amoroso y migró a Argentina, donde no le fue muy bien; probó en Brasil –en los ferrocarriles de Santos– para sacar el café, pero pescó la fiebre amarilla y volvió a su ciudad natal (Marrara).

Entonces le llegó una oportunidad en Estados Unidos, pero en un campo que no era el suyo, sino del negocio familiar: el cultivo del cáñamo. “Viajó a EU y se enteró de una exposición universal que realizaban en Chicago donde intentó trabajar. Una vez terminada la exposición se quedó algunos años y así empezó su carrera como dibujante en estudios de arquitectura y como arquitecto”.

Ahí se enteró del concurso de arquitectura que promovía el gobierno mexicano para la construcción de su Palacio Legislativo. Boari presentó su proyecto, pero el primer lugar fue declarado desierto y él ganó el segundo lugar.

 El concurso quedó desierto, pero fue por un asunto de corrupción. La prensa levantó revuelo porque se sospecha que había un arquitecto del jurado que quería la obra, ya que quien la dirigiera cobraría el 10% del presupuesto”, apunta.

La situación hizo que Boari peleara por el Palacio Legislativo que obtuvo gracias a que trabó amistad con los embajadores de Italia y Gran Bretaña. “En ese momento el gobierno de Díaz comenzó a pedirle algunos proyectos que jamás se realizarán, como el monumento ecuestre ya mencionado”.

Y empezaron a llegar los proyectos que hoy conocemos, como el Teatro Nacional (hoy Palacio de Bellas Artes) y el Edificio de Correos, siempre “acompañado” del ingeniero militar Gonzalo Garita, además de otros encargos de templos religiosos en San Luis Potosí, Nuevo León y Guadalajara.

Por último, el experto asegura que al pensar en la obra de Boari es necesario entender que no sólo trajo a México su formación europea como ingeniero y su cultura clásica en términos artísticos, sino también la cultura arquitectónica estadunidense. (Excélsior)

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