EDITORIAL

Punto de venta

Los vendedores ambulantes no solo son una tradición, sino que también debe verse como una opción de ocupación; desde luego que en el afán de hacer valer el mando de referencia, los ayuntamientos recurren al despojo de su mercancía para inhibir su actividad, sin calcular lo que eso socialmente implica, pues les quitan su modo de vida.

Es complicado reconocer que en parte esos ayuntamientos tienen razón, pues con seguridad convocan a que regulen su situación y desde luego las zonas de venta, pues esto provoca que el comercio debidamente instalado, que paga impuestos, entre en controversia con la autoridad.

¿Pero a qué se va a dedicar esa gente? ¿A delinquir?

Finalmente si entran en la segunda opción la perjudicada es la sociedad y ¿luego?

El problema es que se trata de un despojo pues, cuando los afectados van por sus productos se los hacen perdidos y la perdida es comprometedora.

Esa es la verdad.

Debe establecerse una forma “cordial” de solucionar ese problema, pues todos merecemos el derecho a la ocupación, y a falta de empleo –esa es otra verdad- que no genera ni el ayuntamiento y ni el gobierno estatal, sino la iniciativa privada que no logra cubrir la demanda, pues surge éste sector al parecer perseguido por instrucciones superiores en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

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