EDITORIAL

Democracia en tinta

Son pocos los que reconocen que el PRI esté preparado para abrir a consulta a la base o a la ciudadanía la selección de sus candidatos para las candidaturas generales de 2018, especialmente la de presidente de la República.

La petición que hicieran para eso en carta abierta un selecto grupo de militantes de ese partido, que pretenden llevar a la Asamblea General, obliga hacer una revisión de lo sucedido las dos ocasiones en que el PRI intentó democratizarse.

La primera fue en 1999, cuando se abrió la convocatoria para que todos los electores pudieran seleccionar al candidato presidencial del PRI de un grupo restringido de cuatro participantes, y surgió Francisco Labastida Ochoa, secretario de Gobernación, luego Roberto Madrazo Pintado, gobernador de Tabasco en 2006; y ambos perdieron.

Todos recuerdan lo sucedido, se formó una gran cargada desde el gobierno federal y los gobiernos estatales a favor de Labastida Ochoa, catalogado como el “delfín” del presidente Ernesto Zedillo Ponce de León.

Roberto Madrazo se hizo líder del PRI y desde ahí aguantó hasta la fecha de designación y no resultó.

¿Será ya el PRI un partido democrático para que su selección interna se vea fortalecida con la participación ciudadana o militante?

Podemos decir que no.

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