AL SON DEL TEXTO

Al Son del texto

Tina Rodríguez

La cosa está así: en México hay un millón 949 mil 105 trabajadores de la educación; de esa cifra, 1 millón 128 mil 319 plazas de maestros son ocupadas por 978 mil 118 personas que laboran como profesores frente a grupo, 30 mil 195 gozan de comisión o licencia y 39 mil 222 más no son conocidos en el centro de trabajo donde están inscritos.
Ya pasaron dos semanas desde que los maestros de la CNTE retronaron a sus aulas, y como es su costumbre, en seguida a dejarles caer la mano a los padres de familia, para que se apuraran a pagar cuotas voluntarias, comprar esto y aquel requerimiento didáctico, organizarse para el pago del maestro de inglés, que no es obligatorio, entre otras lindezas que van hasta el pedir adelantadas las cosas para festivales programas en el calendario escolar, como el día de la raza, que es el inmediato, éste doce de octubre.
Es la hora del silencio, luego de ocupar por meses los titulares con sus excesos: nada dicen las dirigencias de la calidad educativa, menos si negociaron o no, en medio del repudio de sus representados, cuyas células dispersas siguen influyendo en Michoacán o Chiapas, con muchachos normalistas encapuchados haciendo desmanes, como una secuela desfalleciente en la “lucha” por derogar la reforma educativa que, se dice, no se va a aplicar en Chiapas, pero que ya generó 28 maestros despedidos en el DF, por no justificar 4 días de faltas.
Esa desde luego es una demagogia para la notoriedad de Aurelio Nuño, el megalómano secretario de educación que, a falta de notoriedad lanza esta otra estocada que puede volver a incendiar los ánimos en la base magisterial.
Al Son que me toquen…
Ciertamente el centro de Tuxtla Gutiérrez está inundado por el comercio ambulante; ciertamente también son productos sin garantía y desde luego, sin obligación fiscal, pero ¿Ni modos que los fiscales del ayuntamiento tuxtleco no sepan que están ahí?
Y me refiero a los que ofrecen productos alimenticios, pues obvio es que están en condiciones de riesgo.
¿Pero qué hacer con ellos?
Enviarlos a otra parte en dónde no concurre la gente es como lanzarlos a su suerte y por otra, el comercio organizado en la zona desde luego que ofrece sus productos más caros a los consumidores, y a veces hasta de menor calidad que lo que venden los que ahí se instalan a diario, en un ir y venir que es trabajo pesado.
Obvio que el área de mercado se ha ampliado; nuevamente en lo que se conocía como mercado de Los Ancianos, hace más de dos décadas, ya está nuevamente ocupado por puestos semifijos, y eso también lo saben los fiscales del ayuntamiento.
¿Ni modos que no?
Desde luego que desde alguna parte se da la orden de no molestarlos, de ser tolerantes, para evitar alza de inconformidad en una ciudad que en estos momentos requiere recuperar un poco su armonía económica luego de cuatro meses de paro laboral.

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