“Y aunque no se lo dicen abiertamente, una vez que existe la posibilidad de que la mujer sea castigada, todo el pueblo lanza sus acusaciones”, Eduardo Sangarcía, escritor. Foto: Cortesía Penguin Random House
ARTE Y CULTURA

Proceso inquisitorial por brujería, tema que aborda la novela Anna Thalberg

. Cuando una mujer era acusada de brujería en el siglo XVI, su familia debía cubrir los gastos del torturador, del verdugo y el costo de la hoguera, lo cual es un dato histórico que se puede corroborar, dice a Excélsior el escritor Eduardo Sangarcía

Ciudad de México – Cuando una mujer era acusada de brujería en el siglo XVI, su familia debía financiar los gastos del proceso inquisitorial, es decir, cubrir los gastos del torturador, del verdugo y el costo de la hoguera, lo cual es un dato histórico que se puede corroborar, dice a Excélsior el escritor Eduardo Sangarcía, autor de Anna Thalberg, novela con la que obtuvo el Premio Mauricio Achar / Literatura Random House 2020.

Es un dato que me llamó la atención y me despertó un sentimiento de sorpresa e incredulidad, entendiendo que la gente que juzgaba la brujería era capaz de añadir esa infamia a la atrocidad que ya estaba cometiendo”, explica en entrevista.

La novela cuenta la historia de Anna Thalberg, una mujer acusada de brujería y condenada a la hoguera por ser pelirroja y sufrir tres abortos, además de provocar que la leche de las vacas saliera agria, de que la sequía se prolongara más de un año en la región y de provocar la perdición de los hombres.

La maquinaria inquisitorial es instrumentada por una de sus vecinas, ante la mirada impasible de los vecinos, “quienes la detestan por sus prejuicios y califican su belleza como perturbadora. También están las personas que no la aceptan porque viene de otro pueblo y rechazan a los extranjeros, y los que simplemente la ven con desconfianza por el color de su cabello”, abunda.

Y aunque no se lo dicen abiertamente, una vez que existe la posibilidad de que la mujer sea castigada, todo el pueblo de Wurzburgo lanza sus acusaciones, mientras que Anna cuestiona ¿por qué, pese a sostener su inocencia en todo momento, incluso durante la tortura, no puede convencer al inquisidor de que los cargos no se sostienen?”.

Quizá porque el proceso ya está decidido de antemano, explica Sangarcía, y sólo se busca, a través de la tortura, encontrar a otros culpables para llevarlos también a la hoguera. “Al final, Anna entiende que la única forma de hacer justicia que le queda es a través de la lógica del proceso. Entonces sucede una acusación en contra del inquisidor, quien es incapaz de demostrar su inocencia, ya que el sistema no está construido para que alguien pueda salir libre”, señala.

Por último, el autor recuerda que la imagen que inspiró a la historia nació de la lectura de El mundo y sus demonios, de Carl Sagan. “Leí ese capítulo que aborda este mismo tema y hace un paralelismo con la época contemporánea de Sagan y el auge en la creencia de las abducciones extraterrestres, sobre lo que él concluyó que ambas cosas eran alimentadas por la misma paranoia”. (Excélsior)

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