SALUD

El riesgo de conservar el protector solar del año pasado

El sol ya calienta e invita a disfrutar de actividades al aire libre. Rebuscamos en el cajón y encontramos un protector solar que adquirimos la temporada pasada. ¿Por qué nos ha sobrado? ¿Cuántos envases utilizamos durante la pasada época de calor? No corras riesgos ante el cáncer del piel.

“Los protectores solares corporales de 250 gramos es imposible que duren de un verano para otro, si nos ponemos la cantidad adecuada se tienen que gastar antes, no duran más de 8 ó 9 días”, afirma María Jesús Lucero, profesora titular de Dermofarmacia de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Sevilla.

Y la cantidad adecuada que nos tenemos que aplicar es de 30 gramos de producto solar para todo el cuerpo (calculando como media una superficie de 1,5 metros cuadrados y 2 miligramos de producto por centímetro cuadrado) y repetir cada dos horas, no una vez al día y olvidarnos.

“Sin la cantidad y la frecuencia adecuadas, la protección solar no será acorde al factor de protección solar (FPS) que conlleva, disminuyendo de forma abismal y, por tanto, también la protección de la piel. El mal uso hace que los protectores solares no sean tan eficaces como debieran ser”, señala la experta.

La caducidad de los protectores solares

Los protectores solares se rigen por el reglamento 1223/2009 de productos cosméticos pero, además, desde 2006, existe una recomendación europea (2006/647/CE) relativa a la eficacia de los productos de protección solar y a las declaraciones sobre los mismos.

“Pese a no ser una norma de obligado cumplimiento, casi todos las industrias cosméticas la cumplen ya que está claro que lo más importante es la salud del consumidor y que con el sol no podemos jugar”, explica la investigadora con experiencia en productos cosméticos.

Es obligatorio para todos los protectores solares que lleven impreso en el etiquetado el símbolo PAO (plazo después de apertura) y que representa un tarro con la tapa abierta con un número que corresponde en meses o años al periodo de eficacia una vez abierto ya que después no se garantiza su seguridad, ni efectividad.

Es opcional poner una fecha de caducidad o de fabricación en el envase, pero cada protector solar lleva un número de lote desde el momento de fabricación. Cualquiera de estos datos puede servir al farmacéutico para saber que el tiempo que trascurre entre la fabricación y la venta no puede exceder, por regla general, de cinco años y en ese tiempo ha de estar incluido el PAO.

Un producto caducado puede provocar irritación en la piel, pero es algo pasajero y no reviste gravedad.

“El problema más evidente en los protectores solares es que dejan de realizar su función protectora y puede aparecer un eritema o una quemadura solar inesperada. Pero existe la posibilidad de sufrir otros daños no evidentes que a largo plazo serían muy perjudiciales como es la formación de radicales libres”, apunta al profesora.

“Estas especies químicas -añade- son altamente reactivas de manera que una vez formadas desencadenan reacciones de propagación destruyendo moléculas biológicas y provocando daño en el tejido cutáneo”.

Y si los filtros químicos UVB y/o UVA, que son los ingredientes más importantes para protegerlos del sol, no realizan su función “existe el riesgo de que la energía solar que absorben en lugar de no propagarla (esa es la característica del filtro) la transmitan a los otros ingredientes del cosmético o a determinados componentes biológicos, produciéndose el daño en la piel”, apunta.

Lo que debemos exigir a un protector

Antes de elegir el producto solar más adecuado debemos valorar la información que aparece en el etiquetado del envase y decidir el más adecuado:

– FPS o Factor de protección solar contra la radiación ultravioleta B: La recomendación europea 2006/647/CE establece diferentes números para el FPS en función del nivel de protección. Por debajo de 20 se considera una protección baja, siendo 6 el mínimo que puede aparecer en un etiquetado. Un FPS 20 ofrece una reducción de la radiación solar alrededor del 95%; 50 sería del 98% y 50+ del 99%, por encima de éste no existe ninguno producto cosmético que alcance el 100 por ciento de la reducción de la radiación solar.

– Protección frente a la radiación UVA: existen diferentes métodos y escalas para indicar la protección UVA. En la recomendación 2006/647/CE se recoge que todo protector solar que proteja de la radiación UVA, al menos, 1/3 de la protección UVB incluirá en el etiquetado un círculo con las letras UVA. Además, pueden aparecer otras nomenclaturas no obligatorias como PPI (pigmentación inmediata) o PPD (pigmentación duradera) así como PA + o hasta ++++ correspondiente a la Asociación de la Industria Cosmética Japonesa.

– Protección visible e IR: las novedades en protección solar están relacionadas, en parte, con la protección de este tipo de radiaciones. El objetivo es evitar sobre todo el envejecimiento de la piel.

– Presencia de antioxidantes, reparadores del ADN, blanqueantes, …

– Se puede escoger entre distintas texturas: emulsión fluida, gel, fluido, aceite, bruma, cremigel…

El daño que el sol nos provoca

Las radiaciones solares ultravioleta son las responsables a corto plazo de las quemaduras en la piel. A largo plazo son las que provocan el envejecimiento cutáneo por la degradación de colágeno y la elastina, entre otras moléculas, y la aparición de manchas.

“Si nos protegemos del sol tendremos una piel menos dañada y será la genética y los hábitos de vida los que influyan en su envejecimiento. Hoy, personas con más de 50 años, que en su juventud no tenían la cultura de la protección solar, suelen tener la piel muy deteriorada, con flacidez y arrugas”, afirma la también directora del Curso de Especialización en Cosmética Dermofarmacéutica en la Universidad de Sevilla.

Pero no solo es el envejecimiento, también las quemaduras del sol provocan enfermedades de la piel, como la cada vez más frecuente queratosis actínica, que es una lesión premaligna en forma de úlcera o verruga.

Y, por supuesto, el sol puede ser el causante de los cánceres de piel como el melanoma o el carcinoma basocelular.

La incidencia del melanoma aumenta un 10% cada año en España, un incremento que se prevé que continúe en los próximos 20 años, pero estos nuevos casos no se traducen en una mayor mortalidad gracias al número de diagnósticos.

En el Día Europeo de la Prevención del Cáncer de Piel, la doctora Pilar López Criado, oncóloga médico de MD Anderson Cancer Center Madrid, hace hincapié en la importancia de las campañas de concienciación sobre el cáncer de piel, que no obstante no han logrado todavía reducir la incidencia de este tipo de tumor.

Y no lo han hecho porque el melanoma tarda unos 20 años en desarrollarse tras una exposición continuada al sol, pero sí han conseguido ya que la gente acuda antes al dermatólogo.

En un país con una amplia cultura de exposición habitual y continuada al sol, López Criado cree que aún necesitamos algo más de tiempo para cambiar unos hábitos muy arraigados en la sociedad, pero se muestra optimista por los avances que sí se han hecho ya en detección precoz y tratamiento de estos tumores.

“Detección precoz significa que curamos estas lesiones quitándolas, sin necesidad de quimioterapia ni radioterapia”, enfatiza esta especialista, quien destaca además el mejor conocimiento patológico que se tiene hoy día de estos tumores, sobre todo en lesiones como el nevus de Spitz o el nevus atípico, que se sabe que sí pueden degenerar en melanoma.

Por eso no solo hay que ponerse protectores solares en verano y cuando vamos a la playa o al campo. “Hay que ponerse crema de protección solar durante todo el año y desde que salimos de casa, en especial en la cara” para defendernos de las radiaciones solares y así tener una piel sana. De nada sirven los tratamientos cosméticos e incluso los estéticos, si no existe una protección solar de base”, concluye la profesora de la Universidad de Sevilla María Jesús Lucero. Fuente: (Info7).

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