ARTE Y CULTURA

“Malinche”

Ciudad de México l A la fecha, su nombre sigue denostado y se sigue haciendo escarnio de él, de quien prefiere a los extranjeros, y es que Malinalli, mejor conocida como la Malinche –amante de Hernán Cortés e intérprete entre españoles y aztecas durante la conquista-, siglos después fue acusada de haber traicionado a su pueblo, vendiéndolo a los invasores.
Fruto del diálogo entre la imaginación y el de la reconstrucción histórica, Laura Esquivel (“Como agua para chocolate”) narra con un estilo intenso y cálido la aventura vital de esta mujer en “Malinche” (Editorial DeBolsillo, 228 páginas).
– Sonoras Palabras
Malinalli creyó que Cortés pondría fin a los terribles sacrificios humanos de la religión azteca, pero que acabó, en cambio, descubriendo la crueldad no menos sangrienta de los conquistadores.
Malinche es, quizá, la mirada más abarcadora de Esquivel sobre dos de los temas más importantes de su obra: lo mexicano y la condición femenina.
…Él era un hombre de fe. La fe lo elevaba, le proporcionaba altura, lo transportaba fuera del tiempo. Y precisamente, en el momento en que con más fervor pedía ayuda, sus ojos se cruzaron los de Malinalli y una chispa materna los conectó con un mismo deseo. Malinalli sintió que ese hombre la podía proteger; Cortés, que esa mujer podía ayudarlo como solo una madre podría hacerlo: incondicionalmente.
“Ninguno de los dos supo de dónde surgió ese sentimiento pero así lo sintieron y así lo aceptaron. Tal vez fue el ambiente del momento, el incienso, las velas, los cantos, los ruegos, pero el caso es que los dos se transportaron al momento en el que más inocencia había tenido: a su infancia.
Malinalli sintió que su corazón se inflamaba con el calor que despedían la gran cantidad de velas que los españoles habían colocado en el lugar que antes fuera un templo dedicado a sus antiguos dioses. Ella nunca había visto velas. Muchas veces había ascendido antorcha es e incensarios, pero velas no. Le parecía completamente mágico ver tantos fuegos pequeños, tanta luz reflejada, tanta iluminación proveniente de tan pequeña lumbre. Dejó que el fuego le hablara con todas esas minúsculas voces y quedó deslumbrada al ver la luz de las velas reflejadas en los ojos de Cortés.
“Cortés desvió la mirada. La fe lo elevaba, pero los ojos de Malinalli lo devolvían a la realidad, a la carnalidad, al deseo, y no quiso que el brillo de los ojos de Malinalli lo distrajera de sus planes.
“Ella no podría volver a ser la misma. La Malinalli de ahora era otra, el río era otro, Cholula era otra, Cortés era otro. Malinalli recordó las manos de Cortés y se estremeció. Ella había visto la crueldad en las manos de Cortés. Había visto cómo esas manos que el día anterior la habían acariciado eran capaces de matar con firmeza. Ya nunca lo podría volver a ver de la misma manera. Ya nada era igual ni había vuelta atrás. ¿Qué venía como respuesta a este horrendo asesinato del que ella se sentía tan culpable?”.

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