Buenos Aires l La editora argentina Gloria Rodrigué fue testigo cercana de la publicación de Cien años de soledad, la novela de Gabriel García Márquez que cambió el mapa literario de América Latina. Y recuerda que el escritor colombiano recibió un adelanto de 500 dólares por la obra aparecida por primera vez hace medio siglo en Buenos Aires, que lo lanzó al reconocimiento universal.
Rodrigué había empezado a trabajar en 1965, a los 16 años, con su abuelo Antonio López Llausás, quien dirigía el prestigioso sello argentino Sudamericana. En entrevista, Rodrigué dice: “Fue un contrato con un anticipo de 500 dólares, que hoy parece absurdo. Pero en esa época era un autor colombiano desconocido acá absolutamente, que no había tenido éxito con ninguno de sus libros”.
La primera edición de la saga de los Buendía en Macondo publicada por Sudamericana se terminó de imprimir el 30 demayo de 1967 y se “vendió volando”. “No había pasado ni un mes y tuvimos que reeditarla, increíble. Fue como un milagro, porque tampoco hicimos publicidad. El boca a boca es lo que funciona, en esa época y siempre”, analiza la reconocida editora.
Fue el legendario asesor de Sudamericana Francisco Porrúa quien descubrió a García Márquez, así como a Julio Cortázar y tantos otros autores. Paco Porrúa leyó El coronel no tiene quien le escriba, La hojarasca y La mala hora, de García Márquez, por recomendación del crítico Luis Harss y del escritor y periodista Tomás Eloy Martínez, apunta la exdirectora de Sudamericana, hoy al frente de Edhasa.
Luego Porrúa escribió a García Márquez para manifestarle interés en editar sus obras. El colombiano le contestó que “justo acababa de hacer un acuerdo con una editorial uruguaya, Arca, para publicar los libros, y que medio tenía comprometido, pero no firmado, el contrato para una novela que estaba terminando, que era Cien años de soledad”.
Sin embargo, Gabo agregó que “le gustaba tanto la idea de publicar en Sudamericana, porque era una editorial que él siempre había admirado, que si podía deshacer los compromisos les iba a volver a escribir y se los iba a mandar”, indica Rodrigué.
La confirmación del futuro Nobel de Literatura no tardaría en llegar a la editorial. Dejó sin efecto esos acuerdos y le envió a Porrúa el primer capítulo de Cien años de soledad, “para ver si le gustaba”. “Porrúa lo leyó, le mandó el contrato y le dijo que sí, que la hacíamos, y que hacíamos todos los otros libros que ya habían aparecido. Eso fue a finales de 1965”, rememora.
Rodrigué se encarga de aclarar ciertos mitos en torno a la obra cumbre del colombiano, como el que señala que varias editoriales la desestimaron. “Dijeron que Carlos Barral la rechazó y también otros decían que Losada la había rechazado. Siempre hay mitos de que la novela anduvo dando vueltas, pero la verdad que no”.
Rodrigué recuerda que apenas Porrúa leyó la novela completa, “vino y nos contó que era fantástica y dijo ‘hay que apostar’. Y apostamos. Hicimos (una primera edición de) ocho mil ejemplares, cuando lo habitual hubiera sido, tres mil”. La revista Primera Plana, dirigida por Eloy Martínez, invitó por esos días a García Márquez a Buenos Aires y dedicó su tapa al escritor.
Él (Gabo) vino justo cuando el libro salió”, afirma la editora sobre la única e inolvidable visita del autor a la capital argentina.