A cómo vamos el llamado desarrollo integral parece solo discurso de políticos.
Hay una completa disociación entre lo que se dice oficialmente y lo que sucede socialmente, en especial en zonas de violencia clara, en que en despoblado es difícil trabajar, porque lo ilícito está cobrando cuotas de “seguridad” por todos lados, y solo desde las autoridades deslizan esa condición.
No hay desarrollo en medio de la inseguridad.
La versión externada en días pasados sobre contubernios de las corporaciones con la delincuencia organizada es reflejo de la zozobra pública; desde años la sociedad no confía en las policías, en los ministerios públicos, en la procuración de justicia, en algo bien ganado por éste sector público.
Las fichas que indican que el ejército no llega al 5 por ciento de lo cometido por los guardianes del orden público –del que la Sedena no forma parte- y que el 95 por ciento de las denuncias incluye a policías es un porcentaje claro de lo mal que andamos aun en torno a los responsables de la seguridad pública en el país.
¿Estamos indefensos entre criminales y policías disfrazados de guardianes del orden?
Como que las autoridades deben empezar a reconocer que son parte del problema.