ARTE Y CULTURA

Urge una mirada antropológica ante la crisis: Claudio Lomnitz

. El antropólogo e historiador advierte que la retracción del Estado mexicano en diversas áreas ha rasgado el tejido social

La falta de interés de fondo en la cultura y la educación que muestra el actual gobierno mexicano es una continuidad de la política de los gobiernos anteriores. “Hay una deuda histórica, una deuda social, en ambos terrenos”, afirma el antropólogo Claudio Lomnitz (1957).

Ha habido rupturas y continuidades con los gobiernos anteriores, pero la falta de apoyo e inversión suficiente en cultura y educación es lamentablemente una continuidad”, agrega en entrevista para Excélsior quien acaba de publicar El tejido social rasgado (Era), en el que analiza las crisis que enfrenta el país.

El tema de la educación se ha reducido demasiado a los sindicatos, al control político de los maestros, al papel de éstos en los procesos electorales, más que en el problema de la educación en sí misma, de la calidad de la instrucción”, comenta.

El también historiador advierte que en el terreno cultural ha estado paupérrimo. “Eso no es sólo culpa del gobierno, porque la empresa privada ha tenido un papel lastimoso de falta de inversión en cultura y en educación. Aunque sí es una responsabilidad en primer lugar del Estado mexicano y eso no les importa mucho.

Han estado imaginando que las instituciones culturales sólo sirven para emplear a su gente, como si no tuvieran una función en el mundo real. Por eso han sacado a las personas que saben para meter a su gente, aunque no sepa; eso tiende a la destrucción de las instituciones”, añade.

El catedrático de la Universidad de Columbia reúne en este título seis conferencias, dictadas como miembro de El Colegio Nacional, en las que revisa la ruptura del tejido social en México y propone que esta rasgadura no se origina en una crisis ética, sino en la retracción del Estado, que ha perdido su capacidad como regulador en distintas áreas.

La imagen de la comunidad como un tejido social está diciéndonos, por un lado, que la fuerza de la sociedad recae en la forma como estamos interrelacionados. Y, por otro, nos dice que los elementos por los que está compuesta la sociedad son individualmente muy frágiles y se pueden romper fácilmente. Es esa mezcla de la fuerza de la interdependencia y la fragilidad de los individuos la que está en esa metáfora”, explica.

El ensayista hurga especialmente en temas como la violencia. “Desde que empezaron las primeras olas de inseguridad en México, a fines de los años 80 y, sobre todo, durante los 90 (del siglo XX), hemos reconocido que hay dos crisis en realidad: una crisis del Estado y otra de la comunidad; es decir, las formas de convivencia social se han ido afectando. El libro parte de un reconocimiento de eso, pero parte también de una crítica a la idea de que el origen de las violencias sea remediable a nivel de la moral”.

Destaca que “si queremos entender la violencia y la inseguridad, debemos comprender que estamos ante un nuevo tipo de Estado, que ha concentrado todo su esfuerzo en fortalecer a la Presidencia de la República y a la militarización; pero que ha renunciado a su capacidad de administrar una serie de mercados, incluidos los ilícitos. Y si una economía ilícita, informal, no está regulada por el Estado, empieza a estarlo por otros grupos, como el crimen organizado”.

Lomnitz advierte que “lo que ha pasado es que el tejido social se ha convertido en un objetivo táctico, en un objetivo militar; es decir, cuando empieza a haber violencias, ya sea entre grupos criminales y fuerzas del gobierno o entre los mismos grupos criminales, el ataque al tejido social se convierte en una estrategia militar”.

Señala que la antropología social tiene mucho que aportar al debate público.

Creían que podían gobernar sólo con economistas y politólogos, con base en estadística e indicadores, sin trabajo de campo.

Ha sido un error costosísimo. No sólo ha sido el neoliberalismo. Llevamos 40 años en un proceso de transformación tecnológica, de revolución en las comunicaciones. Estamos ante una transformación profunda de la sociedad, que aún no se entiende. De ahí la relevancia de una mirada antropológica cualitativa de nuestra realidad”, concluye. (EXCÉLSIOR)

 

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