Aunque la televisión ha sido fructífera, la protagonista de 'La fuga', anhela hacer más cine. Foto tomada del Facebook @PatriciaArquetteOfficial
ESPECTACULOS

De niña siempre cuestioné la autoridad; ahora soy una alborotadora: Arquette

Ciudad de México – Patricia Arquette, quien tiene en su vitrina dos premios Óscar, estaba cansada, temblando y no podía entender cómo ser esposa de un asesino (Christian Slater), amarlo. A sus 24 años había comenzado a filmar lo que se sería su papel seminal: Alabama, en La fuga (True Romance).

“Luché para personificarla”, recordó 30 años después. “Ella es muy solidaria, incluso con cosas que son un poco impactantes. Así que lo traté como si fuera un mecanismo de supervivencia. Creo que su capacidad de amar totalmente sin juzgar es a lo que la gente responde” en esa historia, dirigida por Tony Scott.

El papel destila la esencia de Arquette en la pantalla: nadie ama como ella, ya sea aterradora o incondicionalmente. En Ed Wood, de Tim Burton, era ama de casa en el Hollywood conservador de los años 50 a la que no le importaba que su marido, un director de cine, fuera un travesti; una seductora femme fatale en Carretera perdida (Lost Highway), de David Lynch, y en Boyhood: momentos de una vida, de Richard Linklater, que le valió un Óscar en 2015, encarnó a una de las madres más verdaderas, multifacéticas y no idealizadas del cine.

Tuvo que frenar esos instintos para Severance, nueva serie de Apple TV +, tan mordazmente creíble que se siente mal llamarla ciencia ficción. Está ambientada en una compañía de tecnología, que aparentemente se especializa en “ventas temáticas” y “refinación de macrodatos”. Arquette interpreta a Harmony, una mujer cálida y tierna. La empresa halló una solución infernal para el equilibrio entre el trabajo y la vida: a los empleados se les borra la mente al entrar y salir del lugar de trabajo, dividiendo efectivamente sus existencias en dos.

Premisa reveladora

Arquette encontró la premisa reveladora. La mujer de 53 años ha pasado gran parte de su carrera equilibrando la maternidad con la actuación: ése es su hijo Enzo, ahora de 33 años, pisando la playa al final de La fuga; también tiene una hija de 18 años llamada Harlow. “Como madre que creció como actriz, siempre me sentí culpable de no estar en casa, pero cuando estaba, me preguntaba cómo voy a saber mis líneas para mañana. El trabajo y el hogar siempre estaban sangrando el uno sobre el otro. Así que el tema (de su nueva serie) suena como un alivio. Sin embargo, como actriz necesito toda mi experiencia y mis observaciones de las personas cuando no estoy en el trabajo, de las cosas que siento: mi vida y mis pérdidas”.

Arquette habló con The Independent acerca de Severance, dirigida por Ben Stiller. “Todo fue en confinamiento”. Se filmó en medio de la pandemia, y ella siguió en cuarentena, tanto por las reglas en torno al covid en el plató como cuando las personas que conocía dieron positivo. “Pasaría de esta estructura (rígida) en el trabajo a este departamento en el que estaba sola y lejos de mi familia. Era una olla a presión interminable, de incógnitas. No pudimos bromear con el crew de la cinta de la manera en que solíamos hacerlo”.

Casualmente, el programa recuerda a David Lynch. No en sus formas narrativas un poco torcidas. A Arquette le encanta ese espacio, o trabajo que no toma a su público por tonto. Sintió una simbiosis con este realizador cuando fue dirigida por él, ambos artistas atraídos por lo poco convencional.

“Tiene una apertura increíble para los errores. Me dijo que la gente piensa que todas las películas tienen un principio y un final, pero que no tiene por qué ser así. En un momento dado, el personaje de Arquette en Carretera perdida parece desvanecerse dentro y fuera del foco en una toma, como un fantasma seductor. “No fue intencional. Simplemente él tiene mucho respeto por el auditorio y cree que no tenemos que contar historias exactamente como siempre lo hemos hecho”.

Disrupción artística

Esa sensación de disrupción artística dejó una marca en Arquette. Aunque siempre había sido alérgica a lo típico, llama a sus difuntos padres, el actor y guionista Lewis Arquette y la actriz Brenda Denaut como “activistas y radicales”, que se sintieron atraídos por diferentes religiones y vocaciones creativas. “Mi madre era judía y mi padre se convirtió al Islam. Cuestionaban todo y nos criaron de esa manera”.

Habría sido un giro extraño y decepcionante si ella y sus hermanos, los actores Rosanna, David, Alexis y Richmond, no hubieran sido tan interesantes. Hoy día, David también es luchador y payaso profesional. Fuera de la actuación, Rosanna es una voz líder contra la mala conducta sexual en Hollywood; Richmond es un habitual de David Fincher, y Alexis, quien murió en 2016, fue pionera transexual que creó actuaciones de peso y complejidad asombrosas en su corta carrera.

Patricia era más tímida y tranquila, y originalmente pensó en ser partera. Sin embargo, la rebeldía estaba en su sangre. Cuando era niña, siempre usaba una insignia con las palabras “cuestionar la autoridad”. Hoy, se describe como una “alborotadora”. En su biografía de Instagram, ocupa un lugar de honor junto a “actriz” y “activista”. “Siempre he sido un poco antisistema”, afirmó.

Cuando obtuvo el Óscar por la cinta Boyhood… en su discurso abogó por la igualdad salarial en Estados Unidos. Meryl Streep y Jennifer Lopez la vitorearon desde la audiencia. Siete años después, todavía no está segura de si hubo un impacto en los salarios en la industria cinematográfica. “La mayoría de las grandes películas de hoy día son esas gigantes de superhéroes de acción y ciencia ficción, donde pocos personajes principales son mujeres”, señaló.

La incertidumbre de Arquette podría deberse a que no ha hecho muchas películas desde Boyhood…, o incluso años antes. En cambio, pasó siete temporadas en el subestimado drama de misterio Medium, y en los años pasados ha aparecido en una envidiable serie limitada de éxito Starz The Act y en Escape at Dannemora. La televisión ha sido fructífera, pero ella anhela más cine y los placeres de ver películas en una pantalla grande. “Extraño la comunidad que se crea al ver arte juntos”, sostuvo.

“Reír juntos o llorar o tener miedo juntos. Hay una energía compartida en esa habitación. Algunos de los niños de hoy día no saben lo que es ver una gran película de Disney con otros niños. Es un momento muy surrealista. Vivimos en la ciencia ficción”, destacó.

Los extraños nuevos ritmos del mundo, exacerbados por la pandemia, no han hecho más que reforzar para ella el valor de la comunidad y la unión. De la misma forma, ha comenzado a abrirse a los modos de pensar a los que puede haberse resistido hace años. “Me encanta envejecer. Veo el panorama más amplio de las cosas”. No solía ser así. Sus padres a menudo le hablaban de una “fiesta de celebración ritual” a la que la llevaban cuando era una niña pequeña, esto era en sus años jipis, en la que se colocaban varios objetos en un círculo.

A los niños se les pediría que eligieran uno del círculo (una guitarra, una insignia de policía, un informe legal, etcétera) con la historia de que el objeto elegido se correlacionaría con el lugar donde terminaría cada niño. La joven Arquette se fue hacia un objeto en particular. “Cogí el mazo de un juez y empecé a golpearlo”, se ríe. Terminó haciéndose realidad hasta cierto punto. “Siempre he sido muy blanco y negro, muy crítica. Ha sido mi naturaleza. Ahora, trato de ver más del gris”. Alabama estaría orgulloso. (La Jornada)

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