Foto: Cortesía Vaso Roto
ARTE Y CULTURA

María Negroni llama al asombro; incita a olvidar las certezas

. Con la publicación de ‘Oratorio’, la autora argentina pide que lectores y escritores abandonen su zona de confort para navegar en el asombro y el desconcierto que florece a partir de la poesía

Ciudad de México – Hay una banalización muy grande en la vida contemporánea que se suma a la velocidad y a la supuesta eficiencia que impone la tecnología”, dice a Excélsior la poeta María Negroni (Argentina, 1951), autora de Oratorio (Vaso Roto, 2021), su más reciente libro.

Frente a eso, la poesía es un gesto un tanto anacrónico que le pide, a quien escribe y a quien lee, que salga de ese lugar y se desubique, que se desmarque de lo que sabe; le pide una suerte de ignorancia para abandonar lo que cree saber”,

Para Negroni, galardonada con el Premio Internacional de Ensayo Siglo XXI y el Konex Platino en Poesía 2014, “todos creemos saber ciertas cosas y la poesía nos invita a salir de ese lugar, porque todo saber instaura una ignorancia propia”

La idea, explica, “es salir de esos lugares comunes y pensar cosas que antes no pensamos, sentir cosas que antes no sentimos, asombrarnos, desconcertarnos y hacer las preguntas fundamentales de la existencia humana”.

Esas preguntas, dice, hablan sobre el tiempo, la vida y la muerte, “pero son las que siempre empujamos a un costado, porque no pueden permanecer en la vida cotidiana”, reconoce la también autora de El viaje de la noche, Interludio en Berlín y Museo Negro.

¿Por qué su poemario es un jardín de dudas?, se le pregunta. “Creo que los libros que valen la pena no buscan respuestas, sino interrogaciones, sorpresas y la formulación de dudas sin solución. Es como si nos lanzaran en medio de un bosque, a ciegas, e intentáramos entender qué es lo que hay en ese bosque, qué son esos ruidos, si son animales salvajes o qué peligros hay”.

Y agrega: “Aquí me permito contarte una historia de Henry James, a quien le preguntaban sobre el desenlace de Otra vuelta de tuerca. Él insistía en que los escritores no somos explicadores de lo que escribimos. Lo que hacemos, en todo caso, es plantear una cuestión y nos damos de cabeza contra ese obstáculo”.

Él afirmaba que no lo habían contratado para explicar nada, y esa anécdota me gusta mucho, porque el trabajo literario es un núcleo excesivo que nace de alguna obsesión que empuja a su autor o autora, para llevarlo a ese bosque en el que trata de tocar algunos aspectos del misterio.

Sin embargo, “ni siquiera es posible decir que se puede rozar el misterio, porque lo misterioso es que la existencia es tan enorme que apenas uno puede atisbar algunos detalles de eso”, expresa la también autora de Galería Fantástica.

¿Es su poesía un Palacio del Vocabulario como alude el poemario? “Podemos detenernos en la relación del poeta con el lenguaje, porque éste es un palacio a la medida humana, el cual siempre es insuficiente”.

Y añade: “El artista, en general, batalla con el lenguaje, porque siempre es insuficiente para dar cuenta de la realidad, de esa realidad que incluye las estrellas, lo cotidiano, el amor y el sufrimiento, pero también de imaginación y sueños. Son cosas que ni siquiera se pueden tocar”.

¿Es insuficiente el lenguaje? “Es el instrumento del que disponemos, pero es limitado, precario e insuficiente. Además, debemos tener cuidado con las palabras, porque uno cree que está diciendo una cosa y de pronto dice otra, como nos sucede en las conversaciones cotidianas”.

¿Es culpa de los múltiples significados? “Como decía Alejandra Pizarnik, cada palabra dice una cosa y dice más. Las palabras son piedras que uno tira al agua y que forman círculos concéntricos que se van ampliando. Podemos nombrar, por ejemplo, la palabra infortunio (de una sonoridad hermosa), y uno se quedaría con la piedra y luego podemos ver los círculos que se van ampliando con ese sonido, porque cada palabra tiene mundos adentro”.

Negroni también refiere la necesidad de entender la separación y el exilio que sentimos los seres humanos.

Hay una expulsión del jardín terrenal, pero también es cierto que somos expulsados del vientre materno, donde todo está provisto, y ése es el primer paraíso previo al nacimiento que todos conocemos, donde vivimos esa sensación del exilio y unidad”, asevera.

PEQUEÑAS MISERIAS

Para Negroni, los poetas y los escritores en general siempre están en perpetuo conflicto.

Las personas que escribimos estamos en una relación conflictiva con ese instrumento. En mi caso particular, la forma en que me enfrento a esa situación es tratando de hacer de cada palabra un hueso. Es como si yo quisiera ir a la médula de la palabra, sin adjetivar demasiado, sin hacerla perder tiempo en cosas que no me interesa o que me parece que no son importantes ni fundamentales”.

¿Un hueso?, se le inquiere. “Es como si quisiera hacer silencio con las palabras, como si intentara que las palabras fueran silencio o como si fueran un puente hacia otra calidad de escucha”.

¿Por qué insiste en que los humanos no llegan al concierto? “Porque estamos ocupados en lo que podríamos llamar las pequeñas miserias del yo. No tenemos perspectiva. Hay cosas que no entendemos y nos quedamos fuera de ese concierto del mundo, aunque ésa es la gran aspiración humana”, concluye. (Excélsior)

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