El compositor cubano, Francisco Fellove, compositor de "Bomboro quiña, quiña" en un fotograma del documental "El Gran Fellove". Imagen tomada del video del canal de Youtube Cinemagavia
ESPECTACULOS

“Nadie suena como Fellove; jamás habrá una grandeza como la de él”

Ciudad de México – Una carta de amor al cantautor cubano Francisco Fellove, a México y a la música latina es el documental hermoso, sensible y elegante realizado por Matt Dillon, para contar la historia del compositor de Mango, mangue, quien adoptó a este país como su hogar.

“Fellove, aunque tuvo fallas como cualquier humano, es un genio y un cantante brillante. Creo que nos identificamos porque ninguno vivimos una vida perfecta o que saliera como queremos. Siempre he pensado que Gran Fellove es un apodo grandioso. El cubano era un tipo bastante humilde; aclaraba que él no se puso el sobrenombre, sino un productor”.

En realidad, el personaje se eleva a partir del “artista escénico, porque así se convirtió en el Gran Fellove; ahí sí estaba a la altura de ese nombre, era perfecto en ese sentido, pues si hacía lo suyo, no había nada igual a él, era único y genial”.

El Gran Fellove es el título de la película que será estrenada en unos días en la edición 18 del Festival Internacional de Cine de Morelia, donde la historia del músico, su relación con este país y una mirada a los exiliados cubanos, entre ellos artistas condenados al olvido, conmoverán a los espectadores, como sucedió hace unas semanas en San Sebastián.

En una conversación transmitida por Zoom, el director y actor Matt Dillon sostuvo: Nadie suena como Fellove; jamás va a existir una grandeza como la de él; es algo único, como cada persona tiene su huella digital y no hay otra igual, así pasa cuando escuchas su música. Algo que me encanta es trabajar con gente enigmática.

Acerca de la cinta, pensada desde hace ocho años, Dillon comentó: “Me da tristeza no estar en México; fue hermoso dar voz a gente que estuvo ahí, a los cubanos exiliados. Esta película, para mí, es volver a casa, porque en realidad comenzó ahí. En este país fue donde lo bautizaron como el Gran Fellove y al final de su vida llegó a ser ciudadano mexicano, ya que era su nación, así como para muchos cubanos. Ésta era una tierra de promesas y oportunidades que no tenían en Cuba, donde había racismo y problemas sociales, entre otras cosas”.

Viaje para llegar al éxito

México, enfatizó el director, como dijo el gran cantante Tony Camargo, es un viaje para llegar al éxito, porque lo había en la industria cinematográfica y musical. Para Fellove, este país era su hogar, aunque era cubano hasta la médula. Así que traemos esta película de regreso a su hogar, lo cual es hermoso.

En este país, enfatizó Dillon, son muy amables con los cubanos y conmigo. Cuando íbamos a filmar, todas las experiencias que tuvimos fueron mágicas. Puedo decir que la cultura mexicana es muy generosa; nos trataron con mucha cortesía.

El realizador estadunidense, quien estuvo rodeado durante su infancia de música latina, se planteó al principio hacer un documental sobre músicos cubanos talentosos emigrados a México en los años 50, pero al hablar con conocedores de la época dorada del son, el bolero y el cha cha chá terminó centrándose en Fellove, a quien encontró hace 21 años.

Estaba actuando todo el tiempo, la música salía de él, recordó el realizador.

Fellove (La Habana,7 de octubre de 1923-Ciudad de México, 15 de febrero de 2013), perteneció a una familia de rumberos. Destacó desde muy joven por ser virtuoso del scat, técnica de improvisación surgida del jazz. Era un cantautor magnético y carismático, que emigró a México en 1955, alentado por el músico cubano José Antonio Méndez, debido a que en la isla era imposible ganarse la vida como intérprete.

En 1999, Fellove era un genio caído en el olvido, pero el músico y compositor Joey Altruda lo encontró y se propuso hacerlo grabar el último disco de su vida.

Altruda es una pieza clave en la realización de la película, pues trabajo con Matt Dillon en ella. La cinta aborda la carrera del showman, a través de una serie de entrevistas, fotos y videos de archivo; a la vez, retrata al músico cuando sufrió apuros en Cuba, su éxito en México y el amor contagioso que tuvo por la música hasta el final de su vida.

La parte emocional, lo más importante

Me interesan los comentarios acerca de las personas, no sobre cosas; es decir, si estás conectado con los sujetos de tu película puedes absorber la información y los hechos; lo más importante es lo emocional, que fue una de las luchas en este documental, destacó Dillon. Todo fue cambiando durante el proceso creativo, agregó.

Recordó que cuando conoció a “Carlos Sosa (productor) le dije: ‘Sé que Fellove no está bien, que es mayor y vive en un asilo. Finalmente, éste lo encontró en La Casa del Actor, fundada por Mario Moreno Cantiflas. Se metió en el lugar donde halló al compositor de El jamaiquino en su cuarto y habló con él”.

Ya en mal estado de salud, Fellove supo de la búsqueda de Dillon, a quien sólo con una mención reconoció su nombre, sin ocultar su emoción, lloró, destacó Sosa.

En 2013, Dillon no tuvo oportunidad de ver al músico cuando llegó a México; le mandó un mensaje de cariño y solidaridad, mientras esperábamos que se recuperara y poder comunicarse, pero eso no sucedió, sostuvo la productora Cristina Velasco.

Francisco Fellove, puntualizó Matt Dillon, supo que había la promesa de contar su historia; también sabía que iba a suceder, pero que no iba a tener vida para ver su película; eso es algo melancólico y sentí mucho su presencia; nos dejó todo esto listo para nosotros; es genial haberlo tenido como protagonista. (La Jornada)

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