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LA TRISTE NOCHE DE LAS PALABRAS ROTAS

Por Odette Ferré 

 Gestora de Espacios y Proyectos Culturales/ Periodista Cultural

                                                                                            

Hay hombres que van de la poética a la filosofía, otros de la filosofía a la poética. Lo inevitable es ir de lo uno a lo otro, en esto como en todo. ” Antonio Machado en Juan de Mairena, 1936.

Soy de otra época, tengo que reconocerlo. A lo largo de los años, me acostumbré a ir de la vida a los libros y de los libros a la vida.” Luis García Montero en Las palabras rotas: El desconsuelo de la democracia, 2019

Madrid se parece esta tarde a la ciudad “cargada de paciencia, que no conoce el sueño de los invernaderos, ni ha vivido la extraña presencia del amor” de la Sonata triste para la luna de Granada, el poema que Luis García Montero le dedicó a la tierra de sus afectos. Hoy tengo cita con él para charlar sobre las palabras rotas en el imponente edifico de las Cariátides, sede del Instituto Cervantes, no muy lejos del triángulo del Arte, en pleno corazón de esta urbe que nunca duerme. Luis García Montero, uno de los poetas imprescindibles de los últimos decenios del panorama literario español, preciso en las palabras y atento en las emociones, funge como director desde el 2018 de esta organización pública española. A su prolífica faceta de poeta se suman las de ensayista, narrador, profesor de Literatura Española y columnista. Amigo de sus amigos y maestro en los afectos, se reconoce un poco en Lorca, en Machado y en Alberti, la tríada de poetas, andaluces como él, Hijo Predilecto de Andalucía. Su nuevo libro Las palabras rotas: el desconsuelo de la democracia se publicó hace algunos meses. La obra es cuestión de palabras, justamente de palabras olvidadas, maltratadas, deshechas sobre las que el autor explora la manera de devolverles su esencia, su sentido original. Escrito en tono autobiográfico, García Montero nos interpela en su reflexión sobre la fuerza transformadora de algunas palabras poderosas que merecen una segunda oportunidad.

Hablemos sobre su nuevo libro Las palabras rotas: El desconsuelo de la democracia, esta obra cautivante que parece estar habitada por el espíritu del gran Antonio Machado y por la esencia misma del Movimiento de la Ilustración, una corriente sobre todo intelectual y literaria que se sustentaba en dos nociones fundamentales como lo son la razón y el progreso, este último tan de actualidad por el debate que suscita, desde una perspectiva profundamente kantiana y por antonomasia moderna más no modernista y en claro conflicto con algunos postulados postmodernos.

El libro Las palabras rotas: El desconsuelo de la democracia intenta reflexionar sobre la degradación de algunos valores fundamentales para la sociedad democrática que casi siempre se demuestra en la degradación del lenguaje. Yo creo que la corrupción de la sociedad tiene como síntoma mayor la corrupción del lenguaje. Y cuando se ponen en duda o se manipulan palabras como verdad, política, progreso, libertad pues eso es síntoma de que la sociedad se está degradando. Por ejemplo en España es muy frecuente hablar mal de los políticos y hablar mal de la política y parece que la política es una cosa sectaria, interesada, de promesas falsas, de tramposos que juegan constantemente con la gente. Si uno piensa que la política es el mejor invento de una sociedad para resolver los conflictos sin violencia y que es una parte raíz de la democracia, pues el deterioro del prestigio de la palabra política asusta, ¿no?, como la palabra progreso que está en la base de la modernidad y que ahora está tan de actualidad. Qué peligroso es renunciar a la palabra progreso porque la sociedad tiene que seguir avanzando, pero qué difícil es defender la palabra progreso cuando progreso es producción industrial incontrolada que va en nombre de beneficios egoístas, que degradan el planeta, ponen en peligro la sostenibilidad, contaminan las ciudades o empujan a los laboratorios a hacer negocio con la enfermedad o a la industria armamentística a llevar los avances técnicos a la destrucción masiva.

Luis García Montero
Luis García Montero , poeta, ensayista y crítico literario.

¿Por qué dentro del grupo de estas palabras rotas la Verdad, con V mayúscula ocupa un lugar tan importante?

Yo creo honestamente -y para un poeta es muy importante-, en la palabra verdad porque es la honestidad de cada conciencia. Ahora, con cuanta facilidad se ha utilizado la palabra verdad para establecer dogmas o intereses políticos. Hoy es muy difícil defenderla, de manera ingenua, sin pensar en lo que se ha establecido como natural desde el punto de vista del eurocentrismo, del machismo, de la religión, de las patrias, etc. Hay que ser un poco escépticos con todas estas palabras porque están muy manipuladas; podemos renunciar a ellas, pero entonces se pierden los valores de los que se alimenta una sociedad democrática. Yo lo que pretendo en el libro es darle otra oportunidad a las palabras. Como has visto muy bien, por lo que me planteas, en el fondo eso significa darle una segunda oportunidad a la Ilustración: volver a recuperar la ética ilustrada, creer que la razón es la perspectiva que nos puede ayudar a ordenar una convivencia basada en la libertad, en la igualdad y en la fraternidad y cómo debemos evitar que vuelva a separarse el sentimiento de la razón, que ha sido una de las grandes derivas de degradación del pensamiento ilustrado. No se puede separar la razón de los sentimientos, primero porque buena parte de la sociedad machista se ha apoyado en esa separación, como si la condición masculina fuese lo razonable y la condición femenina lo sentimental. Como si la política pudiese apostar por la razón traicionando a los sentimientos. Porque claro, la razón te puede llevar a la bomba atómica o a un campo de concentración. Pero ese peso ético que deben tener los sentimientos lo evita. Y los sentimientos pueden ir hacia la irracionalidad más populista de la telebasura o de políticas que a mi me dan mucho miedo como las nuevas sociedades manipuladas por la falsa noticia por las redes sociales donde de pronto se extienden ideas sobre la inmigración, sobre el peligro que supone la llegada del otro y en Europa de pronto pues ves que la sociedad democrática se ve asaltada por una vuelta del racismo y del totalitarismo porque se juega con la irracionalidad de la gente y los sentimientos sin control de la razón. Yo soy muy partidario de intentar una segunda oportunidad del pensamiento ilustrado pero no olvidando la fraternidad, es decir, los sentimientos. La libertad es imposible realmente sin la igualdad y el pacto de la libertad y de la igualdad se basa en los sentimientos de la fraternidad. Y como lo has visto muy bien, mi reflexión pacta con algunos de mis santos laicos, de gente con la que yo me eduqué, y uno de ellos es Antonio Machado. Yo soy poeta y asumo la tradición del poeta cívico Antonio Machado que se preocupa por analizar, desde el lenguaje, los problemas de la sociedad y que se preocupa también por intentar que el idioma de la poesía no sea un idioma separado del idioma de la gente sino que sea el tratamiento personal de un idioma que son las palabras de la tribu: la gente común. En esa línea de Antonio Machado es en la que yo he trabajado en Las palabras rotas: El desconsuelo de la democracia junto con otras referencias para mi importantes como el escritor francés Albert Camus, la escritora italiana Elsa Morante o el escritor inglés John Berger y después mis referencias como poeta, -yo nací en Granada- y claro, la presencia de Federico García Lorca está en la base de mi vocación.

En su libro me llamó la atención cuando usted menciona los falsos consuelos de la democracia. ¿Cuáles son esos consuelos de la democracia?

Yo nací en una dictadura y sé lo peligroso que es vivir sin democracia, lo que es una dictadura. Yo construí todo mi pensamiento en un momento donde había que luchar contra la dictadura en favor de la democracia. Lo que yo considero peligroso es que una vez alcanzada la democracia, la sociedad pueda perder la conciencia crítica porque dentro de la democracia hay también muchos problemas: Existe la desigualdad, existe la manipulación del dinero; el poder del dinero presiona y controla sobre partidos políticos y sobre todo controla medios de comunicación. Además, en los peligros de la democracia, yo ahora veo uno fundamental que es la degradación cultural muy importante que se está viendo en las redes sociales cuando la gente se considera con derecho a decir lo que piensa pero no en la obligación de pensar lo que dice. Corren las calumnias, las falsas noticias de una manera en la que de pronto se genera odio, crispación, incapacidad de ponerte en el lugar del otro, incapacidad de entender las razones del otro y en ese sentido yo digo que ¡cuidado con la democracia! porque a mi me parece peligrosísimo prohibirle a la gente que diga lo que piense pero me parece muy peligroso no responsabilizarnos de pensar lo que decimos y en ese sentido, yo alerto también de que la democracia es no un paraíso sino un estado de perpetuo diálogo con la conciencia.

Portada del libro "Las Palabras Rotas"
Portada del libro “Las Palabras Rotas”

Otra de sus múltiples facetas en la que sobresale de manera magistral es la de columnista donde toca diversos temas. Desde esa postura de columnista, ¿cuál es su mirada frente a los movimientos de protesta que se produjeron en América Latina a finales del 2019 y sobre la situación de España?

A mi, cada situación me provoca un sentimiento distinto porque aunque hay una lógica y realidades compartidas que tienen que ver con las nuevas formas de movilización y de protesta, cada país tiene sus características. Yo creo que hay razones para que el mundo se movilice. Lo que me gusta es analizar cada situación. Por ejemplo: en Bolivia me resulta realmente preocupante todo el mecanismo político que puede devolver al país al racismo y que puede borrar todas las conquistas en nombre del respeto al indigenismo, el respeto a la democracia; eso lo veo muy peligroso, pero al mismo tiempo me pregunto ¿por qué este señor habrá querido reelegirse? ¿Por qué siempre vamos a unir el pensamiento democrático de la izquierda hacia el fortalecimiento de personajes que actúen de caudillos en vez de crear un equipo donde uno acabe su mandato y sea sustituído por alguien que represente lo mismo? En ese sentido quizá, en mi propia evolución, yo empecé a militar en el partido comunista en el año de 1976, cuando entré a la universidad, porque era el partido que realmente encauzaba toda la lucha contra el franquismo. Muy pronto, en los años ochenta, viajé con Rafael Alberti a algunos países del Este y le decía “Rafael, estos países se parecen mucho al franquismo que yo conocí de niño.” Entonces, yo creo que para que haya una sociedad justa son irrenunciables todas las aspiraciones de igualdad, de mejora social y de apuesta socialista, desde mi punto de vista. La historia nos ha enseñado que cualquier tipo de deterioro de control democrático se vuelve contra la gente. Hay quien se aparece como defensor de la gente y acaba explotándola. ¿Por qué no se crean estructuras democráticas en las que se pueda huir del caudillismo y pueda haber un funcionamiento político que consolide instituciones democráticas?

En el caso de Chile hay una cosa completamente distinta. En Chile hay una clase media avanzada fuerte que de pronto se da cuenta que una política profundamente neoliberal y de capitalismo avanzado está empobreciendo los servicios públicos y está generando desigualdad; y es otro tipo de postura la que lleva a la gente a salir a la calle. Chile se convirtió, después del golpe de estado de Pinochet, en el laboratorio de las políticas neoliberales que después se transportaron a Estados Unidos y a Europa. Bueno, pues este es un claro ejemplo de que el neoliberalismo no supone el desarrollo de los pueblos sino que supone el enriquecimiento de unas élites y el empobrecimiento de las mayorías.

En Colombia, con diferencias con Chile, me parece que es algo parecido. Una sociedad donde se ha madurado mucho democráticamente, una sociedad que ha visto la esperanza de resolver la violencia y la guerra durante mucho tiempo y, que de pronto, toma conciencia de las injusticias de una apuesta feroz por políticas neoliberales que lo único que generan, como lo dije anteriormente, es desigualdad y desprecio. En cada situación veo cosas distintas.

¿Cree usted que en España la gente ya hizo ese proceso de duelo con un pasado reciente tan doloroso?

En España hubo una transición difícil porque la dictadura no era solo Franco; había un poder militar muy fuerte y un poder religioso igualmente fuerte que se había mantenido en la estructura durante cuarenta años. Entonces, no hubo ruptura. Tuvo que haber una transición y para que esa transición se diera hubo que llegar a acuerdos que yo creo, fueron necesarios. Cualquier otra postura hubiera acabado más en la perpetuación de la dictadura que en una maduración paulatina en la democracia. La constitución española y la democracia se pusieron en marcha en 1978. Llevamos ya 41 años de democracia y el poder franquista ha desaparecido de la sociedad realmente y entonces hay que tener menos miedo a la hora de recordar con objetividad el derecho de las víctimas y a la hora de juzgar el pasado. Para mi ha sido muy importante que de pronto la democracia española y el parlamento español hayan decidido que un dictador no puede estar en una tumba que es un monumento público. Con todo respeto, se saca y se le entrega a la familia para que lo entierren donde quieran pero no en un monumento que simboliza al Estado. Yo creo que eso ha tardado muchos años pero estoy feliz de que se haya conseguido, como creo que hay que hacer justicia con las víctimas que durante muchos años causó el franquismo porque no solamente son víctimas de la guerra civil sino de cuarenta años de dictadura. La memoria histórica es muy importante; el problema es que ahora se nos mezcla con otra cosa. En las democracias occidentales, por distintos motivos, hay un deterioro de valores y de derechos humanos muy fuerte y están brotando otra vez los neototalitarismos. Fíjate en la situación por la que ha pasado Italia con el fascismo gobernando, la subida de la extrema derecha en Francia o la consolidación de una derecha casi neonazi en Alemania y en Hungría. En España lo que ha ocurrido es que ha surgido una extrema derecha que en el fondo tiene más que ver con los movimientos de extrema derecha en Europa que con una permanencia real del franquismo. Lo que sucede es que claramente se adornan con la herencia del franquismo porque es su historia. Pero yo creo que más que una memoria del franquismo lo que está ocurriendo es algo que tiene que ver con la situación de los estados democráticos. El neoliberalismo, a la hora de acumular avariciosamente riquezas en pocas manos, empobrece a las mayorías. Y las mayorías no se sienten defendidas por el Estado. Hay unos problemas de pobreza y de desigualdad muy fuertes. Ya no es simplemente que pase hambre quien no tiene trabajo, es que hay trabajos que dan un salario que está por debajo de los índices de pobreza. En la realidad de la globalización, como cuando a Europa llegan inmigrantes, llega gente del África subsahariana o de otros sitios, los que se sienten desprotegidos por el Estado, porque ha reducido sus servicios públicos o su calidad de vida, experimentan una especie de amenaza la llegada de pobres de otras regiones que vienen a, lo que ellos consideran, competir por el poco dinero que queda para los pobres. Se está dando en toda Europa una situación que a mi me preocupa mucho. Yo siempre digo que, si se conoce la realidad social, hay un claro peligro de que los derechos humanos empiecen a ser un privilegio para las clases medias acomodadas. Porque tú no puedes pedirle a un italiano que gana doscientos euros al mes o a un español que gana doscientos cincuenta euros al mes y en dinero negro y sin seguridad de trabajo ninguna y sin servicios sociales ningunos, no puedes pedirles frialdad a la hora de no morder el anzuelo de los discursos de la extrema derecha mentirosa que viene a decir que un inmigrante es un violador y alguien que viene a robarle el poco dinero que tienen los pobres. Se está dando una situación muy grave en ese sentido, por lo cual a mi me parece que la mejor manera de luchar por los valores humanos no es simplemente hacer filosofía diciendo que todos somos iguales, que es verdad, y que tenemos el derecho y la obligación de seguir manteniendo nuestros valores éticos; lo que hay que crear son condiciones de vida donde la gente no se sienta desamparada….

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