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Batopilas 

En las profundidades de las Barrancas del Cobre, en el estado de Chihuahua, Batopilas es un Pueblo Mágico donde confluyen impresionantes paisajes montañosos, otrora poblados por minas de plata, con señoriales construcciones antiguas, al lado de tradiciones indígenas milenarias, escenario perfecto para el nacimiento de historias y leyendas que le brindan al lugar un toque de misterio, escondido en la majestuosidad de sus tesoros.
Descubierto por el explorador español José de la Cruz, se constituyó como una comunidad minera muy prometedora a partir de 1708, tras el hallazgo de importantes yacimientos de plata. Fue así como entre los siglos XVIII y XIX las minas de Batopilas y de La Bufa llegaron a tener renombre internacional, lo que llevó a un periodo de bonanza en el que el poblado llegó a tener más de diez mil habitantes y se erigieron construcciones como la Hacienda San Miguel y la Casa Barffuson, dignos ejemplares de la suntuosidad arquitectónica de la época.
Décadas de explotación fueron acabando con la riqueza subterránea, hasta reducir su población a poco más de un millar de personas, pero la bella dignidad del pueblo se conservó, lo que ha atraído a miles de turistas que quedan cautivados por sus haciendas y casas señoriales, sus espectaculares ríos y senderos, y sus tradiciones de origen prehispánico y católico.
Qué visitar en Batopilas Pueblo Magico
La experiencia de visitar Batopilas comienza desde la travesía para llegar a él, admirando los atractivos naturales que existen a su alrededor. Si bien se puede llegar en coche y autobús, e incluso en avioneta, no hay nada como hacerlo a bordo del Chepe, el último tren de pasajeros del país. Proveniente de Chihuahua o Los Mochis, la estación más cercana al poblado es la de Bahuichivo.
Otra buena opción es partir desde los municipios de Guachochi o de Creel, atravesar bosques de coníferas, pueblos mineros y paisajes tropicales, y descender en caballo o a pie hacia el mirador de La Bufa, considerado el mejor de la región. Localizado en las cercanías de la comunidad tarahumara de Quírare, brinda una vista de 1,300 metros de profundidad en la que se aprecia muy bien el río Batopilas y las vetas de La Bufa, una de las más importantes de las 300 que estuvieron activas en la región.
La ubicación de este Pueblo Mágico en el fondo de la barranca, a apenas 500 metros sobre el nivel del mar, le brinda un clima semitropical que permite la subsistencia de frutos como aguacates, papayos, naranjos y mangos, y exóticas flores como las bugambilias, los tabachines y la ceiba. Sobra mencionar que esta vida silvestre, sumada a su belleza arquitectónica, dota su paisaje de un colorido sin igual.
Sin embargo, la zona donde se encuentra Batopilas, llena de barrancas, tiene un clima extremoso, con frío en los parajes más altos y calor en las profundidades. Por ello, aunque su temperatura promedio anual es de 17° C, se obtiene al promediar los fuertes fríos del invierno y los calores, siempre superiores a los 30°, del verano, por lo que conviene ir prevenido.
Llegando al pueblo, los visitantes son recibidos por plazas, puentes de roca, un río y un hermoso acueducto del siglo XIX que formaba parte de la Ruta de la Plata, además de las construcciones coloniales que albergan en su interior leyendas sobre las minas y el esplendor que se vivió a su alrededor, como la que cuenta cómo les fue revelado el brillo de la plata por la luz de la luna a los exploradores españoles a principios del siglo XVIII.
Resulta sencillo rememorar la bonanza de antaño de Batopilas: basta con visitar sus casas señoriales, con sus techos altos, sus patios y jardines amplísimos y sus habitaciones decoradas con gran delicadeza y atención a los detalles. Entre ellas se encuentra la Casa Barffuson, construida a fines del siglo XVIII para servir de residencia al Marqués de Bustamante, regente comisionado por el rey de España Carlos III.
También se pueden visitar la Casa Biggler, que data del siglo XIX y conserva gran parte de su mobiliario original; la Casa Cural y la Casa de Raya, construidas durante el porfiriato, y la enorme casona que actualmente funciona como la Escuela Sor Juana Inés de la Cruz. Una de las más célebres es la casa donde nació Manuel Gómez Morín, 19° rector de la UNAM y fundador del Partido Acción Nacional y la Escuela Bancaria Comercial.
Una de las construcciones más impresionantes es el Templo de la Virgen del Carmen, también de las más antiguas, pues fue construida en el siglo XVII por los jesuitas. Tras una fachada preciosa, alberga en su interior una espadaña, campanario de una sola pared, bellas pinturas de caballete y magníficas esculturas.
Batopilas llegó a tener en sus momentos de esplendor centenares de minas siendo explotadas simultáneamente; hoy en día todas están abandonadas, pero es posible visitarlas con la compañía de un guía. A 8 kilómetros del poblado quedan varios vestigios en el que fuera el emplazamiento minero de Cerro Colorado, donde se pueden admirar algunas viejas obras, testigos del paso del tiempo, como túneles, puentes, acequias, tahonas y canales.
Lo imperdible en Batopilas Pueblo Mágico
Más que belleza arquitectónica, Batopilas tiene mucho para ofrecer a sus visitantes. Sin embargo, no se puede ignorar el colorido de la Hacienda San Miguel, construida durante el auge minero por el Magnate de la Plata, Alexander Robert Sheperd, responsable de que el poblado haya sido el segundo en todo el país en contar con energía eléctrica. Bajo sus techos de teja azul, se encuentran más de 200 años de prosperidad, decadencia y recuperación del Pueblo Mágico.
Las Rutas de la Plata y de las Misiones representan muy buenas oportunidades para conocer el poblado en profundidad. En la primera, la Asociación de Arrieros realiza un recorrido de 385 km a caballo, semejante al que se hacía en siglos pasados, desde Batopilas a la capital del estado para llevar la plata extraída a través de los municipios de Guachochi, Carichic, Cusiguariachi, Cuauhtémoc, Gran Morelos y Santa Isabel.
Este evento es un homenaje al legado cultural de una ruta ancestral y a la figura en desaparición del arriero, así como a las deslumbrantes bellezas naturales de los alrededores. Tiene lugar cada mes de octubre, y dura más de dos semanas. La oportunidad de recorrer paisajes desolados y quedarse en antiguas estaciones de servicio construidas de adobe, es extraordinaria.
Para quienes gustan del senderismo, la Ruta de las Misiones incluye recorridos de diferente duración para conocer las edificaciones religiosas salpicadas en varios puntos de la barranca. La más conocida es la Misión de Santo Ángel Custodio de Satevó, 8 kilómetros al sur de Batopilas, que llama la atención por su aislamiento, el juego simétrico de espacios circulares que la constituyen y su gran tamaño, al grado de ser conocida por los lugareños como catedral.
Visitar las misiones de Nuestra Señora de los Dolores de Samachique, la de Nuestra Señora de Loreto de Yoquivo y la antigua misión jesuita de Tónachi son perfectas para excursiones de varias horas o hasta días de duración, atravesando barrancas, miradores, ríos, asentamientos rarámuris, veredas y paisajes espectaculares.
Gracias a esta riqueza natural, el municipio es también un lugar perfecto para el ecoturismo. En los senderos de los alrededores se puede practicar ciclismo de montaña, rentar motocicletas y vehículos 4×4 para pasear por las terracerías. y caminar para llegar a los sitios de interés más apartados, como la Mesa del Yerbaníz, poblada por sorprendente fauna.
Las frescas aguas del río Batopilas reciben a quien quiera bañarse en ellas, y sus orillas son espacios idóneos para acampar. En el arroyo de San Fernando, cerca de Piedra Redonda, las aguas siguen su curso por la abrupta Barranca de los Plátanos y forman hermosas cascadas, que alcanzan hasta 100 metros de altura.
La mejor época para visitar Batopilas es durante la Semana Santa, en la que las tradiciones católicas se mezclan con las tarahumaras y dan como resultado una celebración llena de color y seriedad, producto de un sincretismo religioso único en el mundo. Estas fiestas honran y agradecen la certeza de la relación de los tarahumaras con Dios, pero no representan la muerte y resurrección de Jesucristo, sino el eterno ciclo de la lucha entre el bien y el mal o “nolirúache”.
La celebración comienza el Miércoles Santo, cuando miles de tarahumaras bajan de la sierra o suben de las barrancas y encienden fogatas en lo alto de los cerros. Termina el sábado con la quema del Judas, que representa al “chabochi”, o sea, el hombre blanco, que para ellos encarna la maldad y los destruye, y por eso hay que quemarlo.
El otro gran acontecimiento de este pintoresco Pueblo Mágico tiene lugar los 16 de julio, cuando se celebra la fiesta patronal en honor a Nuestra Señora del Carmen.
Qué comer en Batopilas Pueblo Mágico
La presencia de la etnia rarámuri hace que Batopilas sea un cúmulo de tradiciones, tanto religiosas como gastronómicas, que dotan la cocina local de una enorme variedad de ingredientes y sabores. Así, pueden probarse los auténticos quesos Chihuahua, ranchero y de chivo, tortillas de harina y dulces de leche con nuez.
En las inmediaciones de la Plaza de la Constitución existen fondas, como Doña Mica y Carolina, donde se preparan delicias de la cocina regional como frijoles maneados, chile con queso, sotol, lechuguilla (licor de maguey) y el famoso tesgüino, un licor de maíz similar al tepache. En El Quinto Patio, a una cuadra de la plaza, preparan caldo de papa con queso, un platillo original de Batopilas, así como unas deliciosas enchiladas con queso de cabra.
Qué comprar en Batopilas Pueblo Mágico
Los indios tarahumaras, habitantes ancestrales de las Barrancas del Cobre y callados testigos de los auges y decadencias mineras, han trabajado delicadamente durante siglos materiales como la fibra del sotol, la madera y la tierra con trazas de plata para elaborar instrumentos musicales como tambores y violines, canastas tejidas, objetos tallados en madera, y ollas y recipientes diversos de cerámica.
Para dormir en Batopilas Pueblo Mágico
Batopilas apenas ocupa tres largas calles, por lo que las opciones de hospedaje no son amplias, pero sí muy bellas. Por ello, resulta imperdible quedarse a dormir en las enormes habitaciones de la Hacienda San Miguel, en su Hotel Hacienda Batopilas, para experimentar totalmente su enigmático ambiente.
El Hotel Riverside Lodge es el más bonito del poblado, pues se reconstruyó a partir de una vieja casona del siglo XIX, y fue decorado con la suntuosidad y el encanto característicos de la época. Cuenta con jardines privados, murales pintados a mano y está lleno de antigüedades; cada una de sus 14 habitaciones tiene camas antiguas y el inconveniente lujo de las bañeras con patas.
Dos hoteles menos suntuosos pero igual de memorables son el Real de Minas, a una cuadra de la plaza principal y con un ambiente relajado, y el Hotel Hacienda del Río, que a 2 kilómetros del centro ofrece agradables vistas del río Batopilas.

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