OPINIONES

¿Qué hacer en los conflictos?

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Son frecuentes los conflictos en todos los niveles: en la familia, en el barrio, entre grupos, entre pueblos, entre partidos, entre naciones y aún entre creencias. Algunos problemas parecen lejanos, pero en muchos debemos intervenir, pues no podemos pasar indiferentes ante tanto sufrimiento.
En estos días, hay un conflicto muy delicado entre dos pueblos de nuestra diócesis, Chenalhó y Chalchihuitán, por los límites territoriales entre ambos. Durante 43 años, han luchado por defender como propias las tierras que ocupan otros, no como invasores, sino como legítimos propietarios, con documentos emitidos por las autoridades federales, pero a quienes los otros no les reconocen esa propiedad por razones que llaman ancestrales, anteriores a los veredictos oficiales. Y ahora que un tribunal agrario “devolvió” esas tierras a quienes antes las tenían, ambos municipios aducen razones a su favor para poseerlas. Lo más grave es que grupos armados de una parte, con amenazas y violando derechos humanos fundamentales, expulsaron a quienes la misma autoridad había entregado esos territorios, y ahora por decreto se los quita. Por temor, los despojados huyeron a las montañas, para salvar la vida, y allá, lejos de su casa y de sus siembras, sufren las inclemencias del tiempo, hambre y angustia. Se sienten ahora sin nada, con incertidumbre y sin esperanza de un futuro mejor. ¿Podemos callar y pasar como si esto no nos importara?
También el proceso electoral que ya estamos viviendo provoca enfrentamientos, a veces no sólo de palabras, entre contendientes de las diferentes alianzas. Se dicen de todo, como si fueran los peores enemigos. Es una verdadera guerra propagandística, con el objetivo de presentarse como la mejor opción, y descalificar a los otros como lo peor del mundo. ¿Podemos soportar los millones y millones de anuncios publicitarios, y permanecer mudos e indiferentes? ¿Qué nos toca como pastores de la Iglesia y de la comunidad?
PENSAR
El Papa Francisco, en su reciente viaje al lejano país asiático Myanmar, decía a los políticos y a los representantes del gobierno: “El difícil proceso de construir la paz y la reconciliación nacional sólo puede avanzar a través del compromiso con la justicia y el respeto de los derechos humanos…, para resolver los conflictos ya no con el uso de la fuerza, sino a través del diálogo… El futuro debe ser la paz, una paz basada en el respeto de la dignidad y de los derechos de cada miembro de la sociedad, en el respeto por cada grupo étnico y su identidad, en el respeto por el estado de derecho y un orden democrático que permita a cada individuo y a cada grupo, sin excluir a nadie, ofrecer su contribución legítima al bien común.
En la gran tarea de reconciliación e integración, las comunidades religiosas tienen un papel privilegiado que desempeñar. Las religiones pueden jugar un papel importante en la cicatrización de heridas emocionales, espirituales y psicológicas de todos los que han sufrido en estos años de conflicto. Pueden contribuir también a erradicar las causas del conflicto, a construir puentes de diálogo, a buscar la justicia y ser una voz profética en favor de los que sufren” (28-XI-2017).

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