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El Concejo Indígena de Gobierno y su vocera Marichuy en la Costa de Chiapas

Pijijiapan l La destrucción del sismo es muy evidente en la costa de Chiapas. Así lo vimos todas y todos, así lo expresó Marichuy, y relató lo que vio en su comunidad, que es lo mismo que sucedió en todas las áreas afectadas del país. Quien estaba y continúa apoyando, quien se organizó solidariamente para enfrentar la tragedia, fue el pueblo. El gobierno brilló por su ausencia, cuando no por su aprovechamiento oportunista para alimentar sus propios fines de lucro y poder. Y preguntó: ¿Qué lección aprendimos de eso?
Estábamos en la comunidad conocida como Margaritas, en realidad el Ejido Joaquín Miguel Hernández, en el municipio de Pijijiapan, en la costa de Chiapas. Aquí se reunieron algunos cientos de personas para recibir al Concejo Indígena de Gobierno y a su vocera Marichuy, “para escucharlos a ustedes y que ustedes nos escuchen”, como dijo la concejala de Acteal, Los Altos de Chiapas.
La escucha pasó primero por los dolores. Dieciocho miembros de comunidades de la costa de Chiapas compartieron su palabra y con ella pintaron un cuadro de despojo, violencia y burla. Se trata de comunidades que viven en su mayoría de la pesca o de la producción agropecuaria, en un paisaje riquísimo en recursos naturales y diversidad ecológica. Y justamente por eso sus formas de vida y su propia existencia como pueblos se ve cada vez más amenazada.
En varios puntos de la costa y sierra de Chiapas se denunciaron proyectos extractivistas o amenazas de su implantación. En el ejido de Joaquín Amaro, por ejemplo, hay yacimientos de oro, uranio y gas. La minería en particular representa una amenaza de muerte para las comunidades, ante el despojo de sus tierras y la contaminación de las aguas. Se trata de concesiones de 50 años a empresas, generalmente extranjeras, que destruirían comunidades enteras. Curiosamente, al mismo tiempo, en tiempos recientes las concesiones de 20 años que solían otorgarse a cooperativas pesqueras se suspendieron, y ahora dichas cooperativas sólo pueden operar por medio de permisos temporales. Eso a pesar de que empresas camaroneras también se ven beneficiadas por concesiones de 50 años.
Otro de los temas centrales de las denuncias son las altas tarifas de la energía eléctrica y la privatización de la Comisión Federal de Electricidad. A pesar de que Chiapas es el estado que más energía eléctrica genera en el país, el costo de dicha energía es prohibitivo para las comunidades. Ante eso, la organización y resistencia a las altas tarifas es uno de los ejes centrales de la lucha en la costa de Chiapas.
Se denunció también el engaño sistemático por parte de todos los partidos políticos y todas las instituciones gubernamentales que en teoría deberían velar por el bienestar de los pueblos, como la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa). Promesas incumplidas, manipulación de fondos de proyectos para fines electorales, división de las comunidades por medio de dádivas y compra de líderes y representantes. En Nicolás Bravo, por ejemplo, el propio gobierno creó un conflicto en 2004 para despojar a la comunidad de las tierras obtenidas desde 1979 por medio de una resolución presidencial.
Mientras los salarios y los precios de los productos de los pueblos disminuyen, el costo de la vida aumenta, las tierras y las aguas se contaminan y se despojan, las promesas se incumplen, los apoyos no llegan o vienen condicionados. “Estamos hartos de tantos engaños”, coincidieron muchos. “Ya no queremos promesas”.
Entre algunos de los presentes hubo también una cierta confusión sobre el papel del Concejo Indígena de Gobierno y su vocera Marichuy. Ante el dolor y la desesperación, con frecuencia se buscan las mismas soluciones: la esperanza de que, ahora sí, un buen gobierno podrá hacer, desde arriba, lo que ninguno de los presentes o pasados ha hecho. Cupo entonces a las y los concejales invitar a mirar desde abajo, explicar que no es el poder ni la silla presidencial a lo que se aspira, sino a generar un proceso de organización de los pueblos, de todas y todos, para construir otro país. “Marichuy no nos va a gobernar; nosotros nos vamos a gobernar”, dijo la concejala de Los Altos de Chiapas. “El CIG no viene a ofrecer nada”, dijo la concejala de la costa de Chiapas, “nosotros no pretendemos llegar al ‘trono’; sólo la organización nos puede salvar”. “Nuestros dolores son los mismos”, dijo el concejal de la zona selva de Chiapas, caracol de La Realidad. Y si los dolores hieren, son también el impulso para la organización, la resistencia y la construcción de alternativas reales para el país, sin esperar soluciones de arriba.
Al terminar el encuentro, la alegría y la generosidad costeñas se hicieron presentes en la forma de música y un delicioso almuerzo de camarones, mientras una multitud se aglomeraba para apoyar al Concejo Indígena de Gobierno con su firma para validar la candidatura independiente de Marichuy. Es el florecimiento de los pueblos, y la naturaleza pareció concordar, regalándonos el paisaje de árboles de mango en flor en el trayecto rumbo a la ciudad de Tonalá.

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