JUSTICIA

Sin tanto rollo

Eduardo González Silva

Tatic Francisco

Con el transcurso del tiempo las palabras del Papa Francisco el pasado 15 de febrero en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, quedarán registradas como las más trascendentes que haya expresado en su toda su historia líder alguno de la Iglesia Católica, la institución más antigua de la humanidad, la que calló a lo largo de 500 años y tres lustros, luego de la conquista y posterior evangelización en América, hechas a sangre y fuego, a lo que finalmente invitó a pedir: perdón.
Lo que sucedió en el Valle del Jovel, llamado así en idioma indígena el sitio de entrada a los Altos de Chiapas, será conservado por el catolicismo, además el Vaticano, previo a la llegada del Santo Padre, y después de intensas negociaciones en Roma con el obispo Felipe Arizmendi, permitió que en la homilía, los naturales se expresaran en su lengua materna, fieles éstos a su costumbre de hablar en forma poética tal como se los dicta su corazón.
Un paréntesis para quienes pretendan aplicar la teoría foxista del “comes y te vas”, sobre la visita del papa Jorge Mario Bergoglio a México como un hecho del pasado, porque esa estancia y sus palabras pronunciadas, serán ahora más fuertes y vivas como lo dice la Biblia, mientras la jerarquía católica y sus aliadas las clases políticas y empresarial, por “buscar el bien de unos pocos” como se los soltó dos días antes, mantengan la situación de “corrupción y crimen”, que azotan al país.
“…muchas veces, de modo sistemático y estructural, vuestros pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón!, perdón hermanos. El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita a ustedes”, dijo el papa ante una multitud cuyo número de asistentes superó por mucho las estimaciones oficiales.
Del milenario silencio guardado por la Santa Sede al dolor y sufrimiento de los indígenas, su Santidad alzó la voz, dijo que en el Padre que sufre ante el dolor, el maltrato, la inequidad en la vida de sus hijos, existe el anhelo de una tierra, de un tiempo donde la desvalorización sea superada por la fraternidad, la injusticia sea vencida por la solidaridad y la violencia sea callada por la paz.
Hizo mención del pragmatismo que ha aplicado la clase dominante “…de muchas maneras y de muchas formas se ha querido silenciar y callar este anhelo, de muchas maneras han intentado anestesiarnos el alma, de muchas formas han pretendido aletargar y adormecer la vida de nuestros niños y jóvenes con la insinuación de que nada puede cambiar o de que son sueños imposibles”.
Se refirió así a “la violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que gime y sufre dolores de parto…”
“El desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos impactan a todos…, y nos interpelan. Ya no podemos hacernos los sordos frente a una de las mayores crisis ambientales de la historia…
“En esto ustedes tienen mucho que enseñarnos, que enseñar a la humanidad. Sus pueblos, como han reconocido los obispos de América Latina, saben relacionarse armónicamente con la naturaleza, a la que respetan como fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano”.
Y vaya que no ha existido respeto alguno al hábitat atesorado en esta parte de México, donde se ha destruido el 50 por ciento de su riqueza natural en menos de un siglo,  ahí está en el propio Valle del Jovel, el conjunto de cerros  conocido comúnmente como “Salsipuedes”, desgajados y heridos por la acción y ambición del hombre dueño y amo del lugar, al convertirlo en explotación de minas de arena.
No se olvido de la juventud, que es parte del mensaje que por costumbre expresa el papa Francisco, “los jóvenes de hoy, expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas, características y diversidades culturales en pos de un mundo homogéneo, necesitan estos jóvenes que no se pierda la sabiduría de sus ancianos”.
Liturgia celebrada en torno a la admirable devoción expresada por la mayoría de asistentes, engalanados con la belleza y colorido de sus trajes choles, tzetales, tzotziles, tojolabales, chamulas, y zoques, entre otros más, algunos provenientes de Guatemala, pues para ellos no hay fronteras, que cantaron alabanzas y bailaron, no como expresión de folklor sino como manifestación de reflexión espiritual, que el mundo mestizo nunca ha entendido ni aceptado y sí observado equívocamente como objetos de curiosidad, bajo los acordes de virtuosos ejecutantes de violines y metales integrantes de la banda musical presente, donde resaltó por igual el delicado sonido de las maderas de su típica marimba.
El Papa Francisco concluyo su mensaje con estas palabras: “Estamos celebrando la certeza de que el Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, que no se arrepiente de habernos creado. Celebramos que Jesucristo sigue muriendo y resucitado en cada gesto que tengamos con el más pequeño de nuestros hermanos”.
Después de ello, ya en la catedral coleta, el Vicario de Cristo, lo que habría incomodado en otro tiempo al mismo Vaticano, oró y rindió homenaje al pie de la tumba del Tatic Samuel Ruiz García, quien impulsó la traducción, una labor que llevó décadas, de la Biblia en los idiomas de la región, autorizadas ya en esa ocasión por el Sumo Pontífice Francisco.
Mucho, demasiado que reflexionar de la visita evangélica que realizó a algunas de las más lastimadas entidades del país, un par de días atrás, Jorge Mario Bergoglio.

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