Rinden homenaje a la crítica de arte Teresa del Conde en el MAM

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Ciudad de México. En vísperas del tercer aniversario luctuoso –16 de febrero– de la académica y crítica de arte Teresa del Conde, hoy se efectuó una charla en el Museo de Arte Moderno (MAM), recinto que dirigió de 1990 a 2001, en el contexto de De aviesa intención. Psicoanálisis e identidades en el arte mexicano. Homenaje a la Dra. Teresa del Conde, exposición vigente hasta el 8 de mayo. La plática, a cargo de los artistas Dulce María de Alvarado y Francisco Castro Leñero, contó con la presencia de Natalia Pollak, directora del MAM, y Laura y Carmen Corona, hijas de la homenajeada.

Para De Alvarado la larga gestión de Del Conde al frente MAM permitió “profesionalizar su funcionamiento en el aspecto académico, administrativo, estructural, museográfico y artístico”. Es decir, “construyó los cimientos del MAM”.

Apuntó: “Sin orden ni concierto, sin apoyos, sin estructura, sin presupuesto, sin un programa de exposiciones ni actividades, el MAM tenía varios años sumido en un bache que preocupaba a las autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes. En tal situación le propusieron a Del Conde dirigirlo para su rescate”. El MAM existía aunque “sin cumplir una función, entre otras, la de atender a las generaciones de artistas que no tenían cabida en otros museos”.

De Alvarado, quien fue parte del equipo de Del Conde, aseguró que ésta “no vino a dirigir un museo, vino, en principio, a erigir un museo. Siempre lo definió como: ‘La resurrección de Lázaro’, misión comenzado el 15 de junio de 1990”. Los primeros esfuerzos se encaminaron a rescatar relevantes obras del acervo que estaban disgregadas, al tiempo de crear un programa de exposiciones, gestionar una sociedad de amigos del museo, formar un equipo de trabajo y hasta cortar el pasto que llegaba al metro de altura, señaló la ponente invitada en principio para “una curaduría externa y de forma voluntaria”.

El “buen humor e inteligente dirección” de la doctora “nos movía para trabajar intensamente y nos daba la libertad de avanzar en el modo que cada quien tenía para lograrlo, cosa nada frecuente en los directivos, eso sí, siempre con su visto bueno”. Priorizaba la atención que debía darse a todos los artistas, aseveraba: “Sin el trabajo de ellos no habría museos”.

Francisco Castro Leñero recordó que Del Conde “gustaba definirse con el término inglés de art writer para valorar el oficio de la escritura guiada por la pasión del arte. Por fortuna para nosotros fue una escritora constante y prolífica, que más allá de los artículos semanales que durante años publicó sobre todo en La Jornada –quizá algún día sean recopilados como fuente vital de valiosa información de nuestro pasado reciente— , nos dejó numerosos volúmenes que hacen patente sus intereses y opiniones en el campo de las artes”.

Para el artista “nuestra erudita académica fue también una devota espectadora proclive a la emoción y la admiración profundas, dos aspectos que mantenían la tensión necesaria para ejercer criterios que le ayudaron a ampliarnos la conexión y cercanía con obras y artistas. No obstante, ante todo Del Conde amó al arte y los artistas, para convertirlos después en objetos de estudio, siempre en este orden”.

Via: La Jornada

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