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Alfonso Carbonell Chávez

  •  Sin Dios y sin Diablo

 A reserva de lo que el propio presidente de México Andrés Manuel López Obrador juzgue al respecto, creo que ni él mismo en sus pesadillas más inquietantes, habría imaginado lo que era gobernar el país precisamente después, como lo advierte con pleno conocimiento de causa cuando se refiere al pillaje cometido los últimos 36 años de gobiernos neoliberales, una sociedad harta de injusticias, desigualdad, corrupción e impunidad, estaba sedienta de sangre.

Así como el Ogro filantrópico del que habla Paz, la disidencia de las clases privilegiadas vinculadas al viejo régimen, a un año de distancia de la pérdida de canonjías y complacencias otorgadas por el poder, empiezan a reagruparse a grado tal que han tomado la decisión, de lucrar políticamente con el dolor y la sangre como de los hechos ocurridos últimamente, reclamándole airadamente al actual gobierno, actúe a la vieja usanza del PRIAN ordenándole al ejército y a las fuerzas federales, combatir el fuego con más fuego. En decir asumen con criminal displicencia, que en una guerra las muertes de civiles deben ser consideradas como simples “daños colaterales”. ¡Cobardes!

Pero decía que para el propio presidente y lo juzgo así por los resultados hasta ahora observados, no dimensionó en un inicio, sobre del severo daño causado a la vida institucional del país que él mismo se los pasó denunciando, por lo que los niveles criminales de corrupción cometidos, habrían llegado se insiste a carcomer las la base misma de las instituciones desde dentro. Así de la Hacienda Pública desde donde se distribuían los dineros al gobierno y los estados, se iniciaban las largas cadenas de corrupción que se extendían por todo el cuerpo social como un cáncer que recorría las venas del sistema de salud que igual del sistema educativo. Y así el sistema de moches se deslizaba placenteramente por las autopistas y puentes concesionadas que por los puertos y aeropuertos, pero no menos por las vías del tren rápido que de programas elites de Pro México.

Y así con el silencio cómplice de las  “calificadoras” ni qué decir del aparato de procuración de justicia, se cometieron escandalosos fraudes contra de la paraestatal Pemex y no menos en la CFE a la que con sarcasmo nombraban de “calidad mundial”, y que en su estrategia entreguista de las riquezas nacionales a manos de extranjeros, las fueron desmantelando y en su deplorable camino depredador, se valieron de empresas como OHL y Odrebeht, para cumplir con el propósito acordado en el Pacto contra México. Así los casos de corrupción cometidos de manera flagrante, fueron cubiertos por las propias autoridades federales. Y así ocurrió tristemente célebre caso de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, que sin duda marcó y desenmascaró a la pasada administración. Así fue que desde la esfera misma del poder, se dinamitaron los expedientes cometiéndose un doble crimen; el de ocultar la verdad y el de una verdad  histórica.

¡Pero vamos!, no trato de resumirles en poco más de mil caracteres 36 años de ignominias cometidas al amparo de la ley. Empero sí aunque no es mi cometido, recordarles a más de tres sí de esos que hoy se desgarran las vestiduras por la Patria, haberse convertido -como alguien acusa a los de Morena y no le falta razón- en lo que siempre criticaron; aplaudidores de gobiernos corruptos hasta el tuétano y criminales por herencia, lo traen en su ADN. Pero quiero insistir, si me lo permiten, que están en todo su derecho de criticar al actual gobierno incluso de manera soez a Andrés Manuel, porque los pinta de cuerpo entero. Ejercer su libertad de pensar y opinar no es ni será y debe quedarnos claro, concesión gratuita de gobierno alguno. Y ahí está el día a día incluso en las conferencias mañaneras del presidente, en dónde algunos personajes plenamente identificados con sus medios, no llegan precisamente a ejercer su derecho a preguntar y cuestionar, sino a cumplir consignas editoriales. Pero aun así y lo asume asume el propio presidente, es mil veces mejor correr el riesgo de ejercer plena libertad que limitarla, mucho menos censurarla. Peor aún como en el pasado, comprarla o ¡callarla!

Y cómo ya he dicho que no trato de convencer a nadie, que por otro lado ya he sostenido que la verdad os hará libres, será entonces el tiempo el que ponga a cada quien en el lugar que merece. Por otra parte, es muy pronto aún para hacerle frente y dar resultados después de décadas de agravios e injusticias cometidas contra todo un pueblo. Y así lo entienden millones de mexicanos aún aquellos nacidos en los albores del nuevo milenio, y que a pesar de no registrar con cabal claridad los hechos del pasado, resultan ser finalmente hijos de la pobreza y la desigualdad. Entendieron así, que era necesario y tiempo para cambiar el estado de cosas hasta hoy conocidas votando ellos y sus padres, mayoritariamente, por un cambio. Sí esos mexicanos que suman millones y que pese a los adversarios de la cuarta transformación, siguen marcando el derrotero y ahí están las encuestas.

Pero decía y con ello concluyo; que Andrés Manuel al que sus adversarios de mala leche le llaman “Mesías” o “Pastor” en verdad, no imaginó ni en sus pesadillas más espantosas encontrar un país con tantos horrores que la realidad le plantea. Pero ante presagios del mal como pueden ser y lo es, el alto grado de inseguridad y violencia creciente en el país, no se puede estar con Dios ni con el Diablo al mismo tiempo. Es decir, no se puede atacar el mal con abrazos y no balazos. Como tampoco se puede decretar o garantizar el bien acusándolos con su mamá si no lo hacen. Hay que ser y es mi punto como un Dios con los pobres los desprotegidos y los que menos tienen; pero igual y eso no se le están perdonando ahora los arrepentidos, hay que ser como un Diablo contra de los corruptos y contra de los criminales. Es decir, no perdonar como Dios a los malos y criminales y castigar como un Diablo a los conservadores ni contribuyentes. Así y termino diciendo, que un país como México ante los retos que la realidad le plantea, la única forma de gobernar es; Sin Dios y sin Diablo. ¡Me queda claro!

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