Tina Rodríguez
Pues salvo los puntos a destacar el trabajo del ayuntamiento tuxtleco se observa ya en varias colonias e incluso en las redes sociales se dan manifestaciones de reconocimiento a la labor en parques y calles de no pocas colonias de una capital que mínimo debe tener seiscientos mil habitantes.
Atrás quedaron las voces de sus detractores ante el empuje de éste joven munícipe quizás el más obligado de los últimos a dar respuestas concretas no solo por el polémico triunfo, sino porque representa el primero de los llegados por parte del partido verde ecologista, que es el que está en el poder, y demostrar que la elección de los tuxtlecos, cerrada y controvertida, no fue una equivocación.
Cierto es que Fernando Castellanos Cal y Mayor logró el triunfo con el mínimo del listado nominal, pues en lo general no votó el 25 por ciento del padrón tuxtleco, pero la ley electoral permite que así sea y el hoy alcalde hace lo necesario para conseguir recursos de dónde no hay, muy aparte del endeudamiento en que recibió el municipio y del que ya nadie desde dentro dice nada, aun la precariedad con que se desarrolla el trabajo institucional.
Para los tuxtlecos no puede ser nuevo ni novedoso oír de las carencias urbanas; lo es el que se estén atendiendo con celeridad y escuchando con mucha responsabilidad los planteamientos de la ciudadanía en torno a los asuntos de sus calles en sus colonias, e incluso asuntos burocráticos atorados por alguna “mano amiga” que inexplicablemente demoró cosas tan sencillas y obvias en beneficio de los solicitantes.
Esa información ha sido básica para entender el manejo anterior de las cosas del municipio, y desde luego los niveles de corrupción que se presentaron en la pasada administración de Samuel Toledo, alguien del que se dice debe ser llamado a cuentas por el cómo dejo ya no los servicios mismos del municipio, sino la atrofiada estructura urbana sin iluminación ni bache, siendo la fecha en que no se da a conocer el metraje cubico de lo que se necesita bachear en la capital más olvidada del sureste mexicano, y que si no hubiera sido por las obras de modernización del gobierno estatal y federal, la cosa estaría peor.
Pero esa información de la comunidad también apoya sino para ir corrigiendo sobre la marcha programas y proyectos municipales de manera milimétrica.
Los avances en materia de combate a la corrupción llegaron a Smapa, en dónde de inicio se detectaron 900 “aviadores”, cosa que no extraña porque desde hace varios sexenios fue usada esa empresa municipal descentralizada no solo como caja chica sino como agencia de pagos políticos, tanto para los sindicatos como para los propios funcionarios del ayuntamiento, otorgando empleos no necesarios, pero que corresponden a compromisos políticos y para familias de los jefes.
El trabajo en alumbrado público es notable a poco menos de dos meses de iniciada la gestión de Castellanos; sus recorridos por la capital del estado tienen la misma intensidad de la agenda de campaña y quizás a más horario que cualquiera de sus funcionarios, con el afán de que los trabajadores o contratos del ayuntamiento observen que su jefe trabaja al unísono con ellos.
Por fortuna no es Tuxtla un escenario social como los de Puerto de Veracruz o Villahermosa, ni el asomo con casos como Acapulco. Pero no se ha descuidado el asunto de la seguridad aunque se registraron hechos que llamaron la atención de los medios como la banda de motociclistas o los taxis de a diez pesitos, que fueron señalados en su momento por la misma comunidad y puestos en orden a la vez de que se puso a disposición a quien correspondió.
El escenario de tránsito municipal cambió y desde luego los pusieron a trabajar ante cosas tan obvias que incluyen el abuso de no pocos de subir sus autos a la banqueta sin que fueran molestados, obligando a los peatones a bajarse de éstas, fueran personas de la tercera edad o señoras con carreola o niños de brazo o preescolar.
Detalles que antes parecían poca cosa para la administración municipal pasada hoy son vistas con otra sensibilidad por éste joven alcalde.