Redita la UNAM ‘Diario del dolor’, de María Luisa Puga

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“Estamos sosteniendo una forma de existir que no sirve más que para vivir depresivos”, destaca en entrevista con ‘La Jornada’ la autora de Casas vacías, quien escribió el prólogo de la redición para la colección universitaria Vindictas. Foto cortesía autor anónimo vía CNL-Inbal
“Estamos sosteniendo una forma de existir que no sirve más que para vivir depresivos”, destaca en entrevista con ‘La Jornada’ la autora de Casas vacías, quien escribió el prólogo de la redición para la colección universitaria Vindictas. Foto cortesía autor anónimo vía CNL-Inbal

Ciudad de México – La escritora María Luisa Puga (1944-2004) traspasa su experiencia personal y habla en su Diario del dolor de un tema universal, pues “el dolor es lo único que une a todos los seres vivos, a quienes nos duele y lo procesamos de distinto modo, pero es lo que nos mueve”, dice la narradora Brenda Navarro, quien prologa el libro publicado en 2003 y que ahora redita la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Socorro Venegas y Ave Barrera recuperaron el texto en la iniciativa Vindictas ante el llamado de la escritora Cristina Rivera Garza de no olvidar este documento, casi ilocalizable en su formato físico, refiere en entrevista la autora de la exitosa novela Casas vacías.

Agrega que “los médicos en el diario de Puga, algo que vivimos en la actualidad, no te ayudan a entender tu dolor, sino que te infantilizan, como si tus propias dolencias no pudieran ser traducidas por ti, le ponen etiquetas, te suprimen la capacidad de entenderte corporalmente y luego te administran el dolor”, refiere.

Agrega que esa situación “está bastante bien concebida” a escala estatal: “No te van a ayudar a prevenir la salud, a tener una vida digna corporalmente, sino que en el momento en que empiezas a ser productivamente poco funcional, ya sea por un dolor de cabeza o por algo más serio, te lo van a suprimir para que sigas siendo productivo. Eso es lo tremendo”.

La también economista y socióloga dice que el libro que “leímos en pandemia fue muy fuerte, porque demuestra lo espantoso que es el sistema de salud universal. Sé que en México no hay ningún tipo de Estado de bienestar, pero en España, que tiene unas cosillas que dizque lo son, realmente el sistema de salud no nos está sirviendo de nada.

“Estamos sosteniendo una forma de vida que no sirve más que para vivir depresivos, y la depresión no es algo solamente emocional, sino que tiene que ver directamente con la capacidad de poder vivir una enfermedad de forma digna, e incluso de morir. Un libro que habla de una mujer que trae su enfermedad sí te lleva a pensar en cosas que van más allá de un dolor.”

Refiere que en la narración de Puga se cuenta “el momento en que los médicos le decían otra cosa, no le hablaban de tú a tú y la infantilizaban. Eso me parece bastante doloroso como lectora, porque sé que eso pasa. En términos filosóficos, el dolor nos hace replantearnos nuestra humanidad y nuestra mortalidad”.

Brenda Navarro destaca que el texto de María Luisa Puga, publicado originalmente en 2003, “no se mete en construcción de un lenguaje rimbombante, sino que va a lo que va, en frases y párrafos cortos, y condensa muy bien cosas tan dolorosas que podrías estar hablando con tu mamá o tu amiga, de quien vivió un proceso mental en que la claridad le llegó”.

Sostiene que admira a la narradora, por esa capacidad de pensar claramente aún con dolor físico. “Logró comprender que era su último momento como escritora, que era ahora o nunca. Eso, en un lenguaje tan suave como ella lo puso, me replanteó: ‘a ver, tú qué vas a hacer después con lo que quieras escribir, con todo esto que te ha dejado’.

“Este libro se va a leer muchísimo, a lo mejor no es el más vendido en el mundo, pero va a permanecer a lo mejor hasta que el sistema de salud cambie o muramos todos.”

“Quiero seguir siendo esta mujer de ideas fuertes”

La autora, agrega Navarro, “era bastante consciente de lo que estaba haciendo con su diario, que en su momento probablemente sintió como intimista, personal, y estos adjetivos que le ponen a la mayoría de los escritos por mujeres. Tenía la claridad de que era una conversación casi filosófica con ella misma”.

Explica que “ella le habla al dolor mismo, lo personifica, pero como lectora siento que en realidad está conversando con ella misma, de la forma en la que quiere seguir siendo vista por el mundo, porque la percepción va a cambiar; fue una especie de cuidado que tuvo hacia ella.

“No hay mayor cuidado para alguien a la que le gusta escribir o leer que eso. Veo el diario como un ejercicio muy intelectualizado de ‘quiero seguir siendo esta mujer que tiene ideas fuertes, claras sobre sí misma, antes de que ya no pueda tener control’.”

Brenda Navarro vincula esa situación con “la idea que nos han metido, especialmente en Occidente, de que tenemos que alcanzar cosas intangibles como el éxito y nos olvidamos del cuerpo.

“Cuando nos hacemos conscientes de nuestra corporalidad, nos damos cuenta de que, como sucede ahora en la pandemia, no estábamos haciendo lo correcto socialmente: estamos viviendo y dando nuestras vidas para la acumulación de un capital que además no es nuestro.”

Navarro lamenta que “especialmente en el mercado anglosajón no quieren publicar cosas que puedan parecer incómodas. Hay personas leyendo manuscritos para detectar textos que podrían ser censurables por la cancelación de las redes sociales”.

Se dijo en favor de defender “ese espacio dentro de la literatura y de las artes para que no haya ningún corset o censura porque pueda ser políticamente correcto, directamente con daño, dolor y opresión. Si se va a leer más ahora, se tiene que aprovechar, y no hay que dejar que haya marcha atrás en pos de la ‘buenitud’.

“Las editoriales anglosajonas están mercantilizando todo y dicen: ‘vamos a vender sólo cosas suaves’. La humanidad no es suave, no es buena. Es una especie muy compleja y tenemos que seguir viéndola así, porque si borras lo que puede ser incómodo de un lado y de otro, lo único que va a hacer es caer en autoritarismos muy difíciles de erradicar.” (La Jornada)

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