Aline Espinosa Gutiérrez/Cimacnoticias/Ciudad de México – Las distintas violencias que enfrentan las mujeres en los recintos escolares (que también son centros de trabajo) son poco visibilizadas y atendidas, lo que las orilla a desistir de la carrera, tener menos oportunidades de trabajo e incluso cometer suicidio, coincidieron académicas y estudiantes de diversas universidades mexicanas.
Durante el conversatorio “Participación y derechos de las mujeres frente a la violencia en la educación y el trabajo” –organizado por el colectivo “Cineastas Unidas”–, las académicas y estudiantes provenientes de universidades como la Universidad Autónoma de México (UNAM), la Universidad del Istmo (Unistmo) y la Universidad Autónoma de Yucatán, explicaron que en las aulas prevalece una “pedagogía machista”, en particular en las áreas de las ciencias y matemáticas, que posiciona a las mujeres en un plano menor que el hombre. Esto repercute en que los profesores y los estudiantes no vean a sus compañeras como iguales y, después, las agredan.
De acuerdo con las académicas y estudiantes, entre las principales violencias que enfrentan en el ámbito escolar está recibir menor remuneración laboral que sus pares hombres, el robo de la propiedad intelectual e ideas, no tener horarios definidos de trabajo, recibir chantajes por medio de fotografías o videos y propuestas sexuales a cambio de obtener una beca o un cargo, limitación en la libertad de expresión y de participación, acoso, hostigamiento, abuso sexual y violencia sexual. Los principales agresores son los directivos, profesores o personal masculino de las instituciones.
Ejemplo de ello, agregaron, es el caso de la exdocente de administración pública de la Universidad del Istmo (Unistmo) de Oaxaca, Virginia Illescas Vela. Esta profesora fue despedida por la institución educativa luego de que acompañó a denunciar ante la Fiscalía de Justicia de esta entidad a víctimas de violencia sexual ejercida por parte de profesores, ya que la universidad no había ejercido ninguna acción contra los agresores a pesar de que las alumnas habían declarado sus vivencias en varias ocasiones.
Virginia Illescas relató que hasta ahora no ha sido notificada legalmente por la universidad sobre su destitución formal, sin embargo, después de apoyar a las alumnas le dejaron de pagar desde noviembre de 2020 bajo el argumento de que “había realizado cursos en otra institución educativa”. Illescas considera que su despido es una forma de represión y control para que las y los profesores se abstengan de apoyar a las estudiantes.
Actualmente, dijo, hay dos profesores vinculados a proceso por el delito de abuso sexual y hostigamiento sexual en la Fiscalía oaxaqueña, y la Unistmo no ha querido reinstalarla, le quitó el seguro médico, no ha ejercido acciones contra el resto de los agresores y despidió a los que están involucrados en las denuncias para “deslindarse de responsabilidades de no atender los casos de las alumnas desde antes”.
En marzo de 2021, diputados federales de Oaxaca anunciaron que conformarían una comisión revisora de los casos de acoso sexual contra las estudiantes oaxaqueñas y de violencia laboral contra Virginia Illescas, mientras que las legisladoras federales Wendy Briseño, Rocío Villarauz y Beatriz Rojas dijeron que apoyarían a la académica con su caso y buscarían que las víctimas obtuvieran protección, de acuerdo con medios locales.
Este suceso, relataron las académicas y estudiantes, refleja la ausencia o poca ayuda que dan las universidades a las alumnas, en consecuencia, son ellas mismas las que generan espacios libres de violencia, redes de apoyo, buscar asesoría jurídica y exigir justicia para sus casos por su propia cuenta. Estas acciones ya se llevan a cabo en la Universidad Autónoma de Yucatán, toda vez que, de acuerdo con la estudiante Rosa Elena Cruz, los módulos de atención y protocolo desarrollados hasta ahora no generan ninguna solución para detener las agresiones.
En la Universidad de Yucatán, además, un grupo de estudiantes formaron un proyecto estudiantil para luchar contra el acoso en las aulas y realizar actividades simbólicas, una de ellas fue un “tendero de las violencias” en el que registraron 550 casos de agresiones, algunos de ellos hacían referencia a abuso sexual por parte del personal de la institución, profesores o directivos.
“Hicimos este tendero como prevención y decirle a la universidad que este es un diagnóstico de la violencia que ocurre en sus aulas y la gente no denuncia porque no hay herramientas. Algunos casos sí obtuvimos resultados efectivos, llegaron a la denuncia y se despidió al agresor”, declaró Elena Cruz.
La violencia en los espacios educativos, coincidieron las universitarias, es peor para las profesoras o estudiantes de comunidades indígenas, ya que en sus aulas se les discrimina por su etnia, son violentadas sexualmente y sus familias no les permiten ir a la escuela porque las obligan a cuidar de la casa, de sus hermanos o padres, cocinar y demás actividades. Esta discriminación y violencia orilla a las indígenas a no seguir con sus estudios.
Ante este contexto, concluyeron, es importante que se cambie la “pedagogía machista” que abunda en las aulas para impulsar un cambio cultura de no violencia contra las mujeres; se impulsen protocolos contra violencia de género en las universidades y módulos de atención que sean efectivos; y las alumnas continúen promoviendo estos proyectos estudiantiles que buscan visibilizar las agresiones contra ellas e insistir porque se reconozca a las mujeres al igual que los hombres.
En este evento también participaron, la docente de biología de la Facultad de Ciencias de la UNAM, Iska Rojas; y la académica de la Facultad de Filosofías y Letras de la UNAM, Rosa Xochiteotzin Salazar Pérez.