LA TRISTE NOCHE DE LAS PALABRAS ROTAS (2da. Parte)

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Por Odette Ferré

Gestora de Espacios y Proyectos Culturales /Periodista Cultural

 

Al inicio de esta entrevista hablaba usted de las referencias literarias que le inspiraron para escribir Las palabras rotas: El desconsuelo de la democracia y como el poeta Antonio Machado ocupa un lugar destacado en esta lista. El autodenominado poeta “trasnochado” que era un romántico empedernido y un profundo humanista, al que usted llama poeta cívico, puso su arte al servicio de lo que él consideraba un deber moral, siendo de alguna manera con su pluma y en el ejercicio de la docencia, la antítesis de la guerra civil que le tocó vivir pero al mismo tiempo convirtiéndose en una amenaza latente, -al igual que García Lorca y muchos otros- para quienes ostentaban el poder en ese momento. ¿Como poeta, que postura tiene usted frente al ejercicio de la poesía? ¿Considera la poesía un acto de rebeldía?

La poesía para mi es un ajuste de cuentas con una realidad que no me gusta. La poesía es una manera de pensar en mi mismo y en mi conciencia. Yo creo que es un ejercicio de honestidad de ese espacio sagrado para un laico donde uno decide no mentirse a si mismo. La conciencia toma especial importancia a la hora de meditar sobre mis relaciones con la realidad, con mi pasado, con mi futuro y se trata de no mentirme y de utilizar las palabras de manera honesta eso que supone. Yo suelo decir que en la sociedad, muchas veces la gente dice lo primero que se le ocurre, acaba repitiendo como un papagayo lo que flota en el ambiente y casi siempre es el discurso creado por los órganos de poder que manipulan la conciencia. Hay otra posibilidad que es pensar las cosas dos veces: ya no dices lo primero que se te ocurre sino lo que más te conviene para quedar bien y hacer tu negocio o hacerte publicidad. A mi me gusta pensar que un poeta representa cualquier ser humano que piensa las cosas tres veces: no decir lo primero que se te ocurre, no decir lo que te conviene para quedar bien sino decir aquello que realmente es honesto con tu conciencia. Y eso supone pensar las cosas tres veces y supone vivir en un territorio de frontera entre tu propia conciencia y tus vínculos sociales. Yo creo que la poesía representa de verdad algo que tiene todo ser humano que es el momento en el que uno comprende que no puede poner ninguna consigna por encima de su conciencia. Las consignas muchas veces tienen que ver con nuestras relaciones sociales y con nuestras causas y nuestras militancias. A mi, la poesía me ha enseñado a seguir comprometido pero aprendiendo a quedarme solo. Yo creo que lo primero que tiene que aprender alguien que quiere defender causas colectivas es a quedarse solo. Porque uno puede tener una religión pero cuando esa religión te manda a hacer cosas injustas para tu conciencia, tú tienes que aprender a decirle no a tu religión. Uno puede militar en un partido pero cuando el partido te manda a hacer cosas que están en tu propia conciencia, tú tienes que decir que no. Y la patria; imagínate la cantidad de cosas bárbaras que se han hecho en nombre de la patria… Parece que el derecho de sangre de una patria, de los muertos que han defendido la patria, te obliga, lo mismo que con la religión, a creer que puedes hacer tropelías en cualquier lugar del mundo y en tu propio territorio. Bueno, pues yo me reconozco como poeta en esa cosa que tiene cualquier ser humano de aprender a decir no y a imaginar alternativas a esa injusticia sin permitir que ninguna consigna se ponga encima de la propia conciencia. Me gusta el Pablo Neruda, por ejemplo, que mantuvo su compromiso hasta el final pero que en un momento determinado le escribió a Stalin un poema diciendo “por tu culpa hay un ahorcado en cada jardín de la Unión Soviética”; como me gusta el misionero que, cuando la iglesia católica dice que no se pueden repartir preservativos porque eso es pecado, pues de pronto se dice: entre repartir o no repartir preservativos puede estar el contagio de una enfermedad mortal, pues lo siento pero mi Dios está más cerca de compadecerme y apoyar las vidas ajenas que no venir de represor dando sermones. Esas son dos posturas con las que yo identifico la voluntad de la poesía.

¿Cuál ha sido la influencia en su obra de Federico García Lorca, a quien usted ha dedicado, entre otros, su anterior libro “Un lector llamado Federico García Lorca” y la selección de poemas de Federico García Lorca, Antología Poética?

Nací en Granada en una familia de seis hermanos. Yo soy el mayor. En casa de mis padres había una habitación que siempre estaba cerrada porque nosotros lo rompíamos todo y éramos muy traviesos. Esa habitación cerrada estaba destinada a recibir las visitas; a mis abuelos, a los amigos de mis padres… En esa habitación cerrada había una pequeña biblioteca y yo, un día, escapándome de la prohibición de entrar, empecé a ver los libros y ahí me encontré con un poeta que era de mi tierra: Federico García Lorca. Y de pronto, me quedé deslumbrado porque estaba en un lugar sagrado, el salón cerrado para las visitas, con un libro que era las obras completas de Lorca, encuadernado en piel, en papel biblia y donde las palabras eran algo más que una superficie. Y la luna. ¿Qué pasaba con la luna cuando bajaba a la tierra y robaba un niño? O ¿ Qué pasaba con un jinete que sabía el camino pero no iba a llegar a su lugar de procedencia? Ese mundo misterioso y encantado de Lorca fue como una invitación a la poesía. Después empecé a conocer la historia de Federico García Lorca; veintidós años antes de nacer yo, había sido asesinado en mi ciudad ese poeta y empecé a comprender que lo mismo que debajo de las palabras de un poema hay cosas que permanecen latiendo debajo de los silencios de mi ciudad; estaba latiendo el asesinato de un poeta y la pérdida del sueño de libertad que había tenido Granada antes de que yo naciera. Eso fue involucrando mi vocación de poeta con mi vocación de ciudadano y mi destino de vida.

Federico García Lorca
Federico García Lorca, poeta y dramaturgo español.

Al inicio de esta charla hablamos sobre la importancia de la palabra y de las palabras que son el punto de partida de Las palabras rotas: El desconsuelo de la democracia. Su libro Un lector llamado Federico García Lorca, publicado en el 2016, tiene la gran particularidad de darle a la palabra el protagonismo; de resaltar la fuerza de la palabra.

Como yo me eduqué leyendo primero a Federico García Lorca después a otros poetas y me fui formando según los libros que iba leyendo, de pronto en un momento quise plantearme ¿Y qué fue lo que leyó Lorca de muchacho para irse haciendo como persona? ¿Qué libros le ayudaron, por ejemplo, a negociar con sus miedos, con su homosexualidad, con las injusticias que vivía, con sus sueños, con su idea de lo que era la poesía, de lo que era el teatro y lo que quise fue ir persiguiendo la lectura de Lorca. Tuve como referencia por una parte, los libros que se han conservado en la biblioteca personal de la familia y algunos son muy emocionantes porque descubrí de pronto anotaciones a mano del propio Federico o palabras subrayadas y después rastreé un poco algunas entrevistas, algunos recuerdos de amigos, algunas cartas donde él comentaba algo que estaba leyendo o algo que había leído. Intenté ordenar la biblioteca de Lorca y la importancia que tuvieron para él poetas y autores como Rubén Darío, Oscar Wilde, Lord Byron o los clásicos como Lope de Vega. Poco a poco fui ordenando ese mundo poético y viendo cómo iba avanzando a la hora de leer de pronto a Verlaine, a Juan Ramón Jiménez o a la hora de descubrir el teatro de Ibsen.

La música fue una constante en la vida de Lorca, una faceta que hoy se ve un poco opacada por su poesía y sus obras de teatro. ¿Cuál fue la importancia real de la música en la obra de Lorca, la influencia que esta tuvo en su creación literaria?

Él, en principio, tuvo una vocación clara de músico. Sus primeras manifestaciones artísticas en los viajes de la universidad de Granada eran manifestaciones de músico, de compositor; tocaba el piano muy bien y eso lo llevó muy en su formación estética y de ahí la importancia de su amistad con Manuel de Falla y de ahí después sus apuestas después poéticas. Porque él fue una persona que intentó leer con ojos de modernidad las tradiciones populares. Hizo por ejemplo poesía del romance tradicional o de la canción popular tradicional. El terreno donde aprendió esa estética fue la música porque autores como Falla habían hecho, con mirada vanguardista, una recuperación de la música popular española. Creo que eso es importante recordarlo; la importancia del folclore en poetas como Rafael Alberti, Lorca, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado o Rosalía de Castro. Y yo lo que me planteo es que en el siglo XXI podemos ya honestamente decir, como decían ellos, que la verdadera sabiduría estaba en lo popular. Porque lo popular ha sido durante siglos el sedimento de la experiencia humana, donde las sociedades han aprendido lo que era la lección del dolor o del amor; a negociar con la muerte; a pensar en la vida, en las ilusiones. Los nuevos medios de comunicación y en concreto la televisión, han sustituído el folclore tradicional y ahora, cada vez, la cultura popular está más involucrada en los bajos instintos que al poder le intenta movilizar. Cuando veo la televisión, en los informativos más de la mitad del contenido son catástrofes, asesinatos, muerte. Es verdad que eso existe y que hay que informar pero no es lo único. Y de pronto, cuando ves algo positivo que tiene que ver con los valores humanos, es muy al final y cuando vas a hablar de política lo hacen más hablando por los miedos y las catástrofes que por lo que se puede conseguir con la política. Eso es un síntoma para mi del modo en que se están sustituyendo los valores sentimentales, tradicionales que estos poetas como Lorca relacionaban con el folclore por un poder de bajos instintos muy peligroso, muy manipulado por el poder. Y a mi solo se me ocurre la educación, la cultura y el esfuerzo de las sociedades por sacar lo mejor de su propia ciudadanía.

Luis García Montero
Luis García Montero , poeta español.

Continuando con este tema, los poetas cercanos a sus afectos que son sus referentes como Lorca, Alberti y por supuesto Machado, tienen una estrecha relación con la música. Usted acaba de hablar de la relación de Lorca con Manuel de Falla. Rafael Alberti fue objeto de un homenaje hecho por el guitarrista Vicente Amigo que se inspiró en Marinero en tierra para crear una bellísima obra y Antonio Machado con Joaquín Rodrigo que musicalizó algunos de sus poemas. ¿Para usted qué importancia tiene la música a la hora de vehicular el lenguaje poético?

Muchísima. En mi educación sentimental los cantautores están muy presentes y yo, como profesor, siempre he explicado que una cosa es hacer una buena canción y otra cosa es hacer un buen poema; que a veces se pueden hacer buenas canciones con buenos poemas. A partir de esa diferencia hay una complicidad. La poesía es tradición oral y fíjate como los poetas tenemos que matizar, tenemos que defender la honestidad de las palabras, tenemos que ir a por el detalle preciso; muchas veces no nos damos cuenta y poco a poco nuestro lenguaje se va separando de la vida y de una sociedad que utiliza las palabras de otra manera. Entonces es cuando surge el momento de mucho enclaustramiento, donde el género empieza a oler a cerrado. Pues la mejor manera, que desde la Edad Media ha tenido la poesía para combatir ese olor a cerrado, es abrir la ventana y que entren las canciones; que entren los trovadores, los juglares, la canción popular; eso es lo que nos ayuda a escapar del hermetismo y devuelve la vocación poética al lenguaje de la gente. Para mi tan importante fue leer a García Lorca como escuchar a Paco Ibáñez cantando a García Lorca o leer a Machado y oír a Joan Manuel Serrat cantando a Machado o a Miguel Hernández: Y ahora tengo mucha complicidad con cantautores, por ejemplo con mi amigo Joaquín Sabina al que le he escrito alguna canción. Ahora se acaba de publicar un trabajo discográfico con un cantautor muy joven que yo quiero mucho y admiro, Quique González, un cantautor muy joven, de la generación siguiente a la mía: Él quería musicar uno de mis poemas y yo le dije deja que te haga letras de canción; voy a intentar ser yo el que me meta en tu mundo para escribir canciones que tengan que ver con mi poesía pero con tu mundo musical. El resultado es el disco Las palabras vividas que a mi me ha hecho mucha ilusión. Yo creo que la música clásica, la música popular, el tango, el bolero, las rancheras están llenos de poesía y uno de pronto descubre maravillosos versos que te enseñan a mirar la realidad en una letra de canción. Como dijo alguna vez su gran amigo Joaquín Sabina: “Luis parece capaz de contarnos lo que habíamos olvidado de nosotros mismos.”

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