Tiempos de normalizaciones

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Teresa Mollá Castells

La palabra “blanquear” no me gusta porque en demasiadas ocasiones esconde sentidos perversos. Por eso prefiero hablar de normalizar las situaciones que resultan dolorosas o, como mínimo, extrañas.

Para normalizar algo hemos de dejar de verlo como extraño o diferente y darle la pátina de normalidad adecuada. Es el caso de Plácido Domingo y sus denuncias (recordemos que son 20 mujeres) de acoso sexual en Norteamérica. Mientras allá se le ha puesto en su sitio creyendo los testimonios de esas veinte mujeres, cuando ha llegado a la vieja Europa todo son privilegios y parabienes. Así, uno de los principales periódicos de este país en la entrevista que se le realizó, ayudó a normalizar su verdad, ayudando a cuestionar las voces de las mujeres que le denunciaron.

El acoso sexual no tiene que ver solo con el deseo sexual, tiene que ver con el poder. Y en cada ocasión que una mujer es acosada es una clara manifestación de poder. Y cada vez que se cuestiona la voz de una mujer, el poder del patriarcado se agranda.

Con su contratación, la Generalitat Valenciana ha insultado a esas veinte mujeres acosadas y a quienes posiblemente por miedos sufrieron sus acosos y no le han denunciado. La Generalitat Valenciana y aquellas instituciones que le están contratando, le están dando alas a su voz masculina y privilegiada en detrimento de las de las verdaderas víctimas: las mujeres acosadas por él.

Nadie cuestiona que sea un gran artista, pero no nos podemos esconder detrás del arte para justificar cualquier tipo de vejación a las mujeres.

El movimiento Me Too ha venido para quedarse y desenmascarar a quienes creyéndose impunes por su posición, pensaron que desde esa posición privilegiada podían agredir, acosar o violar a las mujeres que desearan. Como el caso que nos ocupa. Y darle voz a los acosadores, aunque sean presuntos, es profundizar en las violencias machistas que sufrimos las mujeres solo por serlo.

Y negar la existencia de ese tipo de violencias específicas es, sencillamente, negar la realidad de infinidad de mujeres que las sufren cada día. Y, por tanto, normalizar las situaciones de desigualdades que se sufren con cada acoso verbal, físico o cualquier agresión.

Con la entrevista realizada al divo y su publicidad en los grandes medios de comunicación, así como con su contratación por parte de la Generalitat Valenciana, claramente se normaliza la situación de acoso por parte de quienes creen que siguen teniendo el poder sobra los cuerpos y las vidas de las mujeres y, además se cuenta con la inestimable suma de voces femeninas que les aplauden, dejando así en un mayor grado de vulnerabilidad a las verdaderas víctimas.

Los grandes medios de comunicación deberían revisar sus códigos deontológicos con lo que a violencias machistas se refiere, puesto que más allá de ser un servicio público o ser una empresa, está en juego la vida de muchas mujeres.

Normalizar estas actitudes violentas hacia las mujeres conlleva que sus voces, las de las mujeres, estén siempre y a priori, cuestionadas y esas situaciones pueden, incluso, acabar con sus vidas.

Normalizar este tipo de violencias machistas es dar alas al patriarcado más violento y asesino, provenga este de donde provenga.

Normalizar voces de agresores sean quienes sean, es culpabilizar de inmediato a las mujeres víctimas de sus propias situaciones y, por tanto justificar a los agresores.

Mucho se ha de andar todavía para que los grandes medios de comunicación aprendan estas sencillas bases que pueden acabar salvando vidas.

Despatriarcalizar la justicia, hacer mucha pedagogía y coeducar desde la más tierna infancia a nuestras criaturas son, desde mi punto de vista elementos que se han de tener en cuenta para que no se repitan situaciones como las vividas por esas veinte mujeres que han denunciado a Domingo.

Y también y sobre todo hay que aprender a creer sus relatos de víctimas y cuestionar la voz de quien sigue creyendo que por su posición lo puede tener todo y a todas.

Comenzamos a ver cómo gracias al Me Too, hay todo un universo de agresores que son conocidos pero pensaban que en su poder estaba su impunidad.

El feminismo y, por extensión el Me Too han llegado para quedarse y desmantelar poco a poco los privilegios patriarcales.

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