Bajo las sábanas del cielo
Me gustan los espíritus mansos,
aquellos que nos amansan;
y los soplos humildes del aire,
aquellos que nos alientan;
pues tras los remansos,
anida la paz y se asienta la luz.
Me ensimisman
también los bríos del mar,
aquellos que nos amainan,
pues resucitado el espíritu creativo,
nada se resiste, hasta asistirnos
por siempre, la pujanza de sus olas.
Vuelva a la vida lo que la vida es,
recuperemos los azules,
restauremos canciones olvidadas,
restablezcamos los surcos
que ayer fueron
abecedarios de esperanza.
Retorne a nosotros
ese sueño de andar y ser latido,
que fusionados con el camino,
horizonte seremos,
en un mundo sin muros,
en un paisaje sin desiertos.
Porque Dios nos llama
y hay que responderle,
lo hace a través de nosotros mismos,
de cada hermano,
para que riamos y lloremos juntos,
para que seamos y no seamos piedras.
De qué nos vale vivir,
atrapados en nuestras miserias,
enterrados en el odio,
si es el amor que nos circunda,
la mejor señal del cielo,
la voz sin voz, pero la que nos sacia.
Uno tiene que crecer para sí
con los demás,
es la prenda que nos espera,
pues el cielo comienza con nosotros,
una vez restaurada
la comunicación con el Creador,
y la comunión entre hermanos.
No ensuciemos de hipocresía
nuestras propias sábanas,
dejemos que todo se nos abra,
bajo ese espíritu cristalino,
donde las alturas se abajan
y la tierra se remonta en abrazos.
Víctor Corcoba Herrero
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