Morir por ser mujer

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Jorge Mandujano/Mercedes España

Feminicidio, la asignatura pendiente

“Las mujeres no mienten jamás. De los más secretos repliegues de su cuerpo mana siempre la verdad”. Álvaro Mútis

Cuando pensábamos que las muertas de Juárez continuaban siendo la vergüenza mayor en México, en lo que hace al feminicidio, surgen, como si de la nada, como si nadie las estuviera invocando, las mujeres y mujercitas (niñas, pues) muertas cada día, en el diario cotidiano, por todos los rincones de esta aciaga república.
El nuestro es uno de los países que más violencia contra las mujeres reporta. El dato debiera avergonzarnos. Ante la ausencia de seguridad, un derecho humano que el Estado está obligado a procurar, se configura la perversa categoría: morir por ser mujer. Nada que desvele a la autoridad, distinguida por su inocultable condición misógina, observada de manera sistemática por su omisión en los tan llevados y traídos casos.
Chiapas no es excepción. Como siempre, y sin proponérselo, alcanza fácil y tristemente, los lugares más conspicuos en la desleal competencia entre lo peor y lo más jodido. Hoy por hoy ocupa el nada envidiable sexto sitio a nivel nacional en el top ten de los feminicidios.
Las muertas de Juárez dieron para reportajes, libros, documentales y para crear una conciencia entre las y los habitantes de ese fronterizo estado, así como del resto del país. En un intento por retirarse de la responsabilidad, como de un clavo ardiendo, no faltaron las hipótesis que sentenciaban que los “casos” habían sido perpetrados desde los Estados Unidos. Todo, en un afán de tramitarles factura a los indocumentados, como si en realidad lo que importara fuera la condición migratoria de los posibles victimarios y no el hecho en sí: las desapariciones y asesinatos en serie.
Las ya incontables muertes en el Estado de México, particularmente en Ecatepec, donde hace una semana mataron a una mujer y a su niña, sugieren una total despreocupación de la autoridad de aquella entidad, con todo y el prurito observado por su gobernador, Eruviel Ávila, rumbo al 2018.
En Chiapas suman ya 51 los casos de feminicidio en lo que va del año. Las formas de operar la ejecución y los sitios vienen sobrando. La realidad es una: en el estado de “mayor seguridad”, el femenino es el género más vulnerable y quien ha puesto las muertas, ante la total indiferencia (por decir lo menos) de la autoridad, hecho que acrecienta aún más la percepción de impunidad que subyace en el clima de opinión de l@s chiapanec@s.
Como mera oxigenación y con el propósito vertebral de visibilizar estos nada agradables eventos, el próximo día 23 del presente la compañía Túumben Paax habrá de mostrar ante nuestros ojos la ópera Marea Roja, una obra de la compositora Diana Syrse, con libreto de Alejandro Román. Cuenta con la dirección musical de Jorge Cózatl y la dirección escénica de Óscar Tapia.
Marea roja, ópera en un acto basada en tres acontecimientos lamentables de violencia en México: las muertes de Kassandra Bravo, Blanca Montiel y Nadia Vera. La pieza confronta e invita a la reflexión respecto de un tema que lastima profundamente a nuestra sociedad: el feminicidio.
Se trata de un recordatorio por las mujeres asesinadas y desaparecidas en el país y, al mismo tiempo, una seria llamada de atención para quienes procuran e imparten justicia.
Óscar Tapia dirige y se preocupa por mostrar “bien” un trabajo que se caracteriza por evitar el tan desagradable tufo de la nota roja. Por el contrario, echa mano de imágenes y atmósferas que las ubica en una suerte de limbo, de edén, pero también de infierno.
La historia se traza en los estados de Michoacán, Guerrero y Veracruz. Relata el caso de Kassandra Bravo, joven enfermera violada por su padrastro y desaparecida en Michoacán, y quien fuera encontrada desollada y con lesiones de arma blanca en el pecho. Refiere el infortunio de Blanca Montiel, una mujer que se trasladaba en un taxi en Chilpancingo y recibió un disparo de quienes perseguían a los 43 estudiantes de Ayotzinapa, aquel inolvidable 26 de septiembre de 2014. Finalmente, se ocupa de Nadia Vera, antropóloga social, bailarina, actriz y activista, quien, en busca de la mínima seguridad, huyera de Veracruz, donde había denunciado constantes amenazas de parte del gobierno de Javier Duarte, y quien se refugiará en un departamento de la colonia Narvarte, en la Ciudad de México, donde más tarde perdiera la vida, junto con otras tres mujeres (Mile Martín, Yesenia Quiroz, Alejandra Negrete) y el fotógrafo de la revista Proceso, Rubén Espinoza.
En México, 1.4 millones de mujeres padecen acoso sexual en el trabajo; esto es, el 10 por ciento de la población económicamente activa, revela un estudio del Colegio Jurista. Además, precisa que el 99.7 por ciento de los casos no se denuncia.
En 2014 México ocupó el primer lugar a nivel mundial en abuso sexual, violencia física y homicidios de menores de 14 años, según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Será este miércoles 23 del presente, cuando Marea Roja sea estrenada ante nuestros ojos y sobre la duela del Teatro de la Ciudad “Emilio Rabasa”; para luego, el día 25, parta a retomar la faena en el teatro Junchavín, allá, en la tierra de Nadia, Comitán.
Tendríamos que estar allí.

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