Desde la Luna de Valencia

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nLa omisión y los silencios también son violencia machista

Teresa Mollá Castells*

La violencia de género o machista estructural es, como su nombre indica, inherente a las estructuras, sobre todo económica, existentes en el mundo. Aparece como consecuencia del vigente sistema androcéntrico que sigue guiando la vida de la propia humanidad.
Es una violencia machista bastante invisible para los ojos no habituados a su detección, pero está ahí y repercute directamente sobre la vida de mujeres y niñas de todo el mundo.
Según definición del Consejo de Europa, la violencia estructural “Es un tipo de violencia de género, va íntimamente ligado a las estructuras de poder en todos los sentidos puesto que generan, reproducen y legitiman desigualdades. ”
Cómo podemos comprobar que las decisiones u omisiones que se toman en despachos institucionales cercanos o lejanos afectan de manera directa sobre las vidas de las mujeres y niñas, ejerciendo sobre ellas un tipo de violencia más silencioso, pero no por ello menos dañino.
Ayer por la mañana, como cada mañana, escuchaba en la radio la publicidad de la Dirección General de Tráfico para la prevención de accidentes en carretera. Desde hace muchos años se llevan dedicando muchos dineros públicos para la prevención de estas muertes. Y no solo en publicidad, también en mejoras de carreteras, en investigación, etc.
La verdad es que me parece estupendo que se dediquen esos fondos públicos a prevenir las muertes de personas producidas de una forma tan estúpida e inútil como lo son las muertes por accidentes de tráfico. En este sentido, y más allá de algún contenido en las campañas publicitarias, no he detectado a lo largo de los años demasiadas discrepancias entre los partidos políticos para mantener esta actitud preventiva.
Pero cuando hablamos de la muerte de mujeres y niñas mayoritariamente a manos de machistas asesinos, la cuestión ya cambia. Aunque las muertes sean igual de estúpidas e inútiles. Pero de entrada y al parecer, no es lo mismo.
La vida de las personas, de todas las personas, es el mayor bien que tenemos y debe ser protegida desde los poderes públicos. En ese sentido las decisiones que se tomen para que ese derecho sea real me parecerán siempre acertadas.
Pero sigo sin entender por qué cuando se trata de proteger específicamente la vida de las mujeres y las niñas, las decisiones que se toman son tan tibias e incluso inexistentes.
Los recortes producidos sobre los recursos destinados a prevenir violencias machistas, es violencia machista estructural, puesto que está perjudicando directamente a las víctimas reales y/o potenciales de ese tipo de violencias tan específicas que se ejercen sobre las mujeres por el simple hecho de ser mujeres.
El hecho del no desarrollo de forma correcta de la actual ley orgánica de medidas de protección contra la violencia de género, es otra forma de ejercer violencia de género estructural contra las mujeres y niñas, puesto que se les están negando derechos contemplados en una ley orgánica que el propio gobierno está dejando sin presupuesto para su desarrollo y ejecución.
La falta de entendimiento entre partidos para llegar a un gran pacto de Estado en esta materia sangrante que sesga la vida física de demasiadas mujeres y niñez cada año y que deja tantas secuelas físicas, emocionales y psicológicas en las víctimas supervivientes, es violencia de género estructural le pese a quien le pese, y escrito así, con todas y cada una de las letras.
El ampararse en tradiciones y en culturas para mutilar, vender o matrimoniar a niñas o mujeres jóvenes negándoles la posibilidad de vivir sus propias vidas y de elegir sus caminos, es más de lo mismo. O el permitir que en los libros sagrados de las grandes religiones se sigan induciendo a la violencia física o psicológica sobre las mujeres y niñas, también es violencia de género estructural.
Pero al parecer en todos estos supuestos, como la sangre no brota de forma instantánea, como no han de intervenir los servicios médicos de forma urgente porque no hay heridas inmediatas, la cosa no puede ser tildada de violencia machista. Pero lo es. Lo es porque cada una de esas decisiones y/u omisiones condiciona la vida de muchas mujeres en un sentido negativo, causándole daños por haber nacido mujer. Y esto es patriarcado en estado puro.
Pero hay más ejemplos de esta terrible y silenciosa violencia estructural machista que nos agrede cada día.
En medicina, por ejemplo. Las decisiones de las grandes multinacionales farmacéuticas de seguir investigando casi siempre sobre modelos masculinos nos lleva a no saber qué efectos tendrán sus medicamentos sobre los cuerpos de mujeres y niñas.
Y el mejor ejemplo de lo que digo lo tenemos durante el embarazo y la lactancia. En esas etapas de las vidas de las mujeres, y según tengo entendido, el primer consejo es que no deben tomar medicamentos para no afectar al normal crecimiento del feto. Hay que fastidiarse!!! De nuevo la salud de la mujer gestante o lactante por detrás de la del ser todavía no nacido. Y todo ello por falta de interés de esas multinacionales farmacéuticas que prefieren seguir investigando sobre modelos masculinos que invertir en los femeninos y durante todas las etapas de la vida de las mujeres. Pero claro, los hombres no se embarazan ni pueden parir y por tanto, no interesa.
Quizás el argumento pueda ser demasiado simple, pero no olvidemos que el eterno pacto entre patriarcado y capitalismo siempre acaba teniendo consecuencias negativas para la otra mitad de la población mundial que somos las mujeres. Y las multinacionales farmacéuticas son un buen exponente de este pacto que he comentado.
Podemos cerrar los ojos y no ver este tipo de violencia machista que nos condiciona la vida a las mujeres y las niñas.
Podemos instalarnos en la comodidad de pensar que estamos protegidas contra todas las violencias de género sean del tipo que sean.
Pero no es cierto porque es silenciosa e incluso invisible, pero está ahí y nos agrede. Y quienes han de tomar decisiones, siguen sin hacerlo. Y su dejación de funciones se sigue llevando la vida de mujeres y niñas. La omisión también es una forma de actuación. Y los poderes lo saben.
Habrá quien tache lo que digo de victimismo, pero sinceramente, me da igual, porque cuando abres los ojos y lo descubres ya no puedes volver a negar la evidencia descubierta.
Entrenar la mirada para descubrir este tipo de violencia machista estructural requiere tiempo, pero estoy segura de que ese tiempo es un tiempo bien empleado para poder seguir denunciando al patriarcado en sus formas más sutiles de camuflaje y, de ese modo poderlo combatir mejor.
Somos mucha gente quienes vamos poco a poco entrenando cada día esa mirada. No vamos a parar de denunciar este y cualquier tipo de violencias machistas.
Y que sepan señores de la política tanto del gobierno como de la oposición, que la inacción o los silencios así como la falta de voluntad política para llegar a un pacto de Estado para la erradicación de las violencias machistas es, en sí mismo, violencia machista estructural que ejercen contra todas las mujeres y niñas.
Si quieren lo ven, y si no, sigan ejerciéndola.
tmolla@telefonica.net
* Corresponsal, España. Comunicadora de Ontinyent.

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