Yolanda Pardo
“Mujeres juntas ni difuntas”, reza el dicho popular, aunque no del todo es cierto a menos que se trate de relaciones tan especiales como la de suegra- nuera, la mayoría de las veces, difíciles por decir lo menos, parece en todo caso, una cuestión kármica. En ocasiones tampoco las de cuñadas son miel sobre hojuelas, pero casi siempre más llevaderas.
Nos hemos dado cuenta que, en la mayoría de las bodas, la mamá de la novia siempre está feliz (por fin salió mi hija), en cambio la del novio, hace esfuerzos supremos por no delatar su tristeza y ponerse a llorar delante de todos los invitados.
¿Será porque dicen y dicen bien, que cuando una hija casa, los padres de ella ganan un hijo y los de él, prácticamente lo pierden? Así también hay otro dicho muy popular y conocido por todos: hijo de mi hija, mi nieto. Hijo de mi hijo, quien sabe. Pero sea como sea, se integran a la familia. Se casaron y… empieza la fiesta en donde hay bailes, risas, borracheras, lágrimas, arrumacos, chismes, celos, peleas, reconciliaciones, acuerdos y desacuerdos, en fin, todo lo que implica una vida en común en la que no están exentos los parientes.
El heredero, ya todo un señor casado, debe atender sus nuevos compromisos, empieza a trabajar sin descanso, a tener menos tiempo para su familia primaria, a cumplir con los deseos y caprichos de su flamante esposa y a veces también de su mamá ¿cuál mamá? Mamita suegra, ah sí, ella sí.
Ni modo, se debe aceptar que la ahora nuera fue la mujer que su hijo escogió y aunque un popular refrán reza: “una suegra y una nuera no caben en una era”, puede ser debatido con respeto y aceptación de las dos partes, en beneficio de todos los implicados.
A veces puede ser una tarea titánica, pero no imposible. No es tan difícil dejar de meterse en la vida de una pareja, aunque las madres siempre seguirán procurando a sus hijos. Se debe empezar por no llegar a su casa sin previo aviso. Una de las críticas más recurrentes de las nueras es la de que las suegras son unas brujas metiches (claro, no todas, hasta en los perros hay razas), así que a guardar la distancia y a morderse la lengua para no interferir.
No criticar la manera como educan a los nietos y no dar consejos que no se piden son otras de las claves para llevar la fiesta en paz con las parejas de los hijos.
Por su parte, las nueras deben permitir que la suegra participe en eventos especiales de la familia, sobre todo si se trata de sus nietos. Es un excelente recurso para tomarla en cuenta y hacerla sentir que forma parte de y no que está excluida de sus vidas.
Nueritas no sean tan sensibles ante los comentarios de las suegras que muchas veces no es por nada personal, sino porque quiere lo mejor para su hijo y su descendencia, incluidas las mamás de sus nietos. Difieran con respeto de sus opiniones, no estén siempre a la defensiva.
Si existen actitudes de la suegra que a la nuera no le agradan, es mejor dialogarlo, siempre con respeto desde el principio, antes de que las diferencias crezcan y sea más difícil establecer los límites de cada una.
De esta manera se pueden mantener relaciones armoniosas duraderas, tratando a la suegra no sólo como a la mamá de su esposo, sino como a un ser humano, como a una mujer con quien pueda compartir experiencias, amenas charlas, ir de compras y hasta tomar un café fuera de casa, pedirle su opinión y respetarla, “más sabe el diablo por viejo que por diablo”, que bien puede ser de gran ayuda y en beneficio de ambas.
Muy importante también, no sólo dejar al esposo que tenga su propio espacio y tiempo con su madre solito (la madre es la madre), sino fomentar esa relación y finalmente, suegra y nuera hasta podrán ser buenas amigas, claro sin criticar al responsable de esa unión de familias, que es el centro de atención y amor de ambas, aunque de muy diferente manera.