El puño feminista
Argentina Casanova*
María Teresa Tess Asplund es el nombre de la mujer que enfrentó sola, con su cuerpo, con el puño en alto y toda su dignidad de ser una persona afrodescendiente –que en este mundo ha sido asociada a la pobreza, la marginación, la esclavitud y el dolor– a un grupo de hombres “blancos” uniformados para su marcha nazi en Suecia.
En todo el mundo se ejerce el derecho y se reclama como derecho a la libertad de expresión, cuando en realidad son discursos de odio, es ejercer el derecho a la estupidez con singular entusiasmo, por supuesto la estupidez de quien aún abandera o escuda la discriminación y el racismo bajo el argumento de la libertad de expresión.
Racismo que existe en todo el mundo, un mundo que olvida el dolor que ha causado a la otra mitad de la población en la que hay un abanico de colores tan diversos en la piel, pero en la mente de la gente retrógrada –no cabe otro concepto– los humanos sólo pueden ser “blancos” o “negros”, y en el segundo grupo entramos así sin distinción de ninguna clase la gente afro, mestizos, los autodenominados “morenos-claros”, los “cabecita negra”, los obreros, los depauperados, las mujeres (por supuesto todas).
Porque en el nazismo no había lugar a la igualdad de género, sólo la hegemonía euro-heterocéntrica.
Pero en cambio hay acciones, una sola acción que deconstruye años de historia de sojuzgamiento. El puño en alto de la mujer es el puño feminista, es el levantamiento de la mano reclamando, es el puño en alto de todas las resistencias. Ahí junto a ella están todas las personas afrodescendientes que fueron arrojadas por el borde de los barcos como “lastre” después de ser arrancadas de sus pueblos.
Ahí están todas las personas nativas de la Abya Yala que murieron ahogadas en el mar o en su sangre, en la explotación española. Ahí junto a ella están todas las personas asesinadas por el color de su piel en la búsqueda de la libertad; estaban todas las “minorías” que son humilladas y que resisten con sus vidas; ahí estaban los pueblos que resisten; ahí estaban las feministas que en medio de la tentación de la hegemonía resistieron y apoyaron el voto para todas las personas “negras” o “blancas” en Estados Unidos.
Ahí con el puño en alto está la humanidad frente a la estupidez, aunque esta última ejerza el poder, el control, la palabra y la organización.
Y el feminismo es sin duda la pieza de la revolución que abraza todas las causas, que las confronta, que se cuestiona a sí mismo, pero siempre avanza sobre la premisa que el mundo y todos los movimientos sociales necesitan al feminismo, que sólo puede y cabe una revolución completa si es la feminista, porque es la que apuesta por trastocar no sólo los sistemas de opresión y control basados en la economía, sino aquellos que se fundan en estructuras de género.
A un lado de Tess Asplund estuvieron todas las feministas de la historia, todas las mujeres asesinadas a lo largo del mundo por ser mujeres, estuvimos todas las que nos llenamos de orgullo, de fuerza y de entusiasmo para darle un portazo en la cara al patriarcado, ése que nos ha dado uno y otro y otro, cada vez todos los días negándonos derechos, invisibilizando a todas las mujeres, oprimiéndolas hasta encerrarlas en manicomios, en cárceles acusadas de delitos que “sólo las mujeres pueden cometer”, como el aborto.
Si alguien sabe de resistencias son las mujeres, las que hemos luchado por el derecho a la ciudadanía, al voto, a ser escuchadas, a tener voz.
Que reclamamos el derecho a usar las calles y caminar en paz, que reclamamos y le plantamos cara al patriarcado y a todos sus guardianes y guardianas que insisten en atacar y golpear, en intentar decirnos qué es el feminismo y establecernos cómo debe ser y quién puede y no puede ser feminista.
Estamos todas ahí junto a Tess Asplund, como una sola manada, con la memoria de las ancestras y por las que vienen en el futuro, por las niñas que son explotadas, y por las que buscamos un mundo más justo e igualitario.
*Integrante de la Red Nacional de Periodistas y del Observatorio de Feminicidio en Campeche.