Alejandro Pardo
Aunque después de la segunda guerra mundial, se había ganado terreno en la lucha contra la desigualdad económica en el planeta, más tarde esta se vio muy debilitada.
Dentro de los diferentes procesos de globalización, el más reciente y cuya principal característica ha sido la liberación del mercado, prometía en un inicio una prosperidad nunca antes vista en el mundo, pues propició unos espectaculares y crecientes flujos de capitales. Indudablemente hoy sabemos que esto no sólo no ha ocurrido, sino que incluso se ha revertido, es decir, el mundo hoy día es más desigual que antes de dicho proceso.
No obstante de que la producción mundial ha aumentado, es un hecho que no ha ocurrido de igual forma con la mayoría de la población en el mundo y la tendencia creciente de la desigualdad es parecida a la observada antes de la segunda guerra mundial. En general, parece que la globalización ha contribuido a la creación de una élite mundial de magnates y a la configuración de una creciente desigualdad.
La organización Oxfam muestra claramente como la desigualdad económica va a la alza, pues señala que en 2009 el 1% de la población obtenía el 44% de la riqueza mundial, mientras que espera que para 2016 superará el 50% ¿Quién dijo que todos perdían con las crisis?
Así mismo, lo anterior puede explicarse a partir del argumento central de Thomas Piketty en su libro “El capital en el siglo XXI”, afirma que el capital (la riqueza acumulada) aumenta más rápido que la economía en su conjunto. La tasa de rendimiento del capital es generalmente más alta que la tasa de crecimiento económico.
Lo que significa que la mayor parte de las ganancias de la producción se destina al capital, particularmente a ese 1% de la población. Así, mientras esta proporción es cada vez más grande, la que va a los ingreso es cada vez menor, lo que hace que crezca la desigualdad. Básicamente, sí la riqueza mundial fuese un pastel, la población más acaudalada y minoritaria con el paso de los años estaría llevándose una rebanada más grande.
Si bien, este planteamiento suena ilógico, lo que ocurre es que a mayor riqueza, se abre la opción de poder ahorrar e invertir en cuentas que ofrezcan mayores beneficios y sólo una ínfima minoría de la población tiene acceso a estos productos financieros tan complejos. Estos permiten a su vez obtener altísimos rendimientos, y son uno de los efectos de la desregulación financiera.
Por otra parte, las desregulaciones han abarcado diversos sectores, y encarnado varias formas, tal es el caso de las políticas de privatización que desde fines de los 90’s han estado de moda por todo el mundo y México sin ser la excepción, ha sido un país vanguardista en el tema.
Concretamente, entre 1990 y 2010, en México disminuyó significativamente la desigualdad por ingreso, de acuerdo con el economista Gerardo Esquivel. Sin embargo, en el 2012, la magnitud de la desigualdad en el país es mayor que la observada a principios de los 80.
Por lo tanto, las fortunas de Carlos Slim, Germán Larrea, Alberto Bailleres y Ricardo Salinas Pliego representa el 9% del PIB; riqueza procedente de privatizaciones, concesiones y/o regulaciones del Estado a fines del siglo XX.
Asimismo, en su estudio, Esquivel puntualiza que el PIB en México creció menos del 1% anual, mientras que la fortuna de los 16 mexicanos más ricos se multiplicó por más de 5%, durante el periodo comprendido entre 1990 y 2010.
Por si fuera poco, Jaime Ros Bosch quien es catedrático de la UNAM señaló que México es el país más desigual de la región más desigual del mundo.
Por todo esto y mucho más, la desigualdad económica es actualmente uno de los temas más concurridos dentro de las ciencias sociales, ya que luego de tres décadas de liberado el comercio, los efectos prometidos por este proceso de globalización siguen sin ser vistos del todo.