Paris, Francia l El catálogo de exigencias que enunció el primer ministro David Cameron para condicionar la permanencia de Gran Bretaña dentro de la Unión Europea (UE) revela una visión liberal que no es necesariamente compartida por los otros 27 miembros de la comunidad.
La Europa idealizada que diseñó Cameron debe ser un “mercado común y no un país común” en el que “cada uno podrá hacer su vida”.
Con relación a las cuestiones económicas concretas, reafirmó su visión destinada a “proteger la integridad del mercado único” y “profundizarlo”, ampliándolo a los sectores digitales y de servicios, reducir la reglamentación y multiplicar los acuerdos comerciales con países como Estados Unidos, China y Japón.
Cameron puso especial énfasis en pedir que se respete la presencia de otras monedas dentro de la UE. Su intención es proteger la libra esterlina contra la preeminencia de los países de la zona euro. El proyecto de Gran Bretaña consiste en oficializar de facto una comunidad “multidivisas”, prohibir la “discriminación monetaria” e impedir que los países de la zona euro puedan imponer su ley a los otros.
Ese punto puede ser particularmente desestabilizador para la UE, pues Gran Bretaña podría contar con el apoyo de Polonia y de otros países que no adoptaron el euro, como Suecia.
Detrás de esas críticas se insinúa la hostilidad británica a participar, por ejemplo, en los programas de rescate financiero acordados por la UE a Grecia en particular y a otros países afectados por la crisis, como Portugal, Irlanda y Chipre.
Cameron insistió, en numerosas ocasiones, en que quiere proteger a la City. Un trabajo realizado por la consultora Ernst and Young este año demostró que numerosas grandes empresas británicas o radicadas en Londres son firmemente partidarias de permanecer en Europa.