Ciudad de México l La violencia de todo tipo, desde la que vio y experimentó en carne propia en los años 70 del siglo pasado en Juchitán, hasta la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, es el trasfondo de Duelo, exposición de poco más de un centenar de piezas de cerámica de alta temperatura, del artista, promotor cultural y activista Francisco Toledo, que fue inaugurada ayer en el Museo de Arte Moderno.
En entrevista el pintor, escultor y grabador dijo haber empezado a trabajar en la presente obra hace seis meses. El tema no obedeció a algún momento en especial, aunque Toledo reconoció que primero hizo los 43 papalotes con los rostros de los estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero, mismos que voló en el andador turístico de Oaxaca.
Duelo, sin embargo, no partió de allí, sino que tiene raíces mucho más profundas. Por ejemplo, la violencia que vivió en Juchitán, donde fundó la Casa de la Cultura.
Expresó haber hecho unos grabados en los cuales la exigencia era pedir la libertad para Víctor Yodo, líder de la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo de Tehuantepec (Cocei), quien primero desapareció. Luego, se supo que lo quemaron en su coche.
Las piezas incluidas en esta exposición, entonces, también recuerdan los acontecimientos sucedidos en Juchitán.
Acota que unas mamás se me acercaron para pedir ayuda. Allá, en los hechos políticos siempre se ha desatado la violencia. Antes de la Cocei, había un partido llamado Popular Socialista (PPS) que tenía muchos adeptos, los cuales fueron ajusticiados. Recuerdo a José Nataret, estaba en la cárcel y un padre nos pidió auxiliarlo. Así que le llevamos libros, entre otras cosas. Al salir se afilió al PPS y siendo diputado lo mataron.
–¿Nos hemos acostumbrado a convivir con la violencia?
–Los familiares de los desaparecidos no se han acostumbrado a vivir así. He visto mamás que se mueren de tristeza. Cuando uno lee el periódico se entera de lo que acontece en otros estados del país, como Guerrero y Michoacán. Pero nadie se acostumbra a vivir en medio de tanta sangre.
Con una carrera que abarca más de medio siglo, Francisco Toledo ha incursionado en un sinnúmero de disciplinas artísticas. En cuanto a la cerámica dice: cuando empecé a trabajar este material fue en la ciudad de Cuernavaca, en el taller de Hugo Velázquez. Allí muchos de sus trabajadores eran oaxaqueños. Uno en particular era el mixteco Claudio Jerónimo López Cedillo, con quien trabé amistad.
Años después el ceramista López Cedillo armó un taller, La Canela, un anexo del Centro de las Artes de San Agustín, Etla, donde Toledo realizó las piezas para Duelo.
A modo de broma, Toledo expresa que no llega y nada más pone un sello, sino moldea el barro, aunque no trabaja en el torno. También revisa los colores que ajusta.
Explica que el barro empleado es uno especial procedente de Zacatecas, ya que es resistente a las altas temperaturas. En una entrevista anterior con motivo de su cumpleaños 75, el artista oaxaqueña se refirió a las piezas como ollas, platos, perros con huesos, amarrados a una vasija como una urna.
Agregó que había muchas urnas con figuras, gente joven que se reconoce porque traen cachuchas, gorras de beisbolistas. Urnas funerarias en que se guardan cenizas, restos y huesos. Hay urnas con cabezas de perro, de personas que han sido sacrificadas, con las cuencas vacías. Mucho rojo, mucha sangre, cuerdas que amarran parte del cuerpo, los huesos amarrados con cuerda.
Duelo se perfila como una exposición de contenido fuerte que refrenda la genialidad y actualidad de su creador.