Madrid, España l Desde tiempos inmemoriales el ser humano ha mirado al cielo con admiración. Con ensoñación. Deseoso de surcar el viento. De volar como un pájaro. En parte lo ha conseguido gracias al avión, una de las formas de transporte más revolucionarias de la Historia y que ha permitido conectar continentes en pocas horas. Antes, mucho antes, el ferrocarril ayudó al desarrollo de ciudades enteras. A caballo entre ambos mundos se ubica Hyperloop, un sistema de transporte terrestre basado en cápsulas movidas por aire comprimido, que permite circular a velocidades cercanas a los 1.200 kilómetros por hora, rompiendo así la barrera del sonido.
Suena a ciencia ficción, pero es posible gracias a la tecnología actual. Se presentó hace dos años, aunque no será hasta el próximo cuando comience su construcción. Será en Quay Valley, un espacio que unirá San Francisco y Los Ángeles. Las previsiones que mueven la empresa son que arranque la primera línea allá por 2018 o 2019. Dadas la inversión requerida la visión futurista del proyecto, se está negociando en la actualidad con inversores de países como España para tratar de analizar su viabilidad en otros territorios fuera de las fronteras norteamericanas, siendo China, por su extensa geografía, una de las regiones más atractivas. Se fundó en noviembre de 2013 a través de JumpStartFund, una plataforma de financiación colectiva. Desde entonces, el proyecto ha atraído a unos 420 profesionales, muchos de ellos ingenieros y expertos del sector.
Estos profesionales desarrollan el proyecto a cambio de una participación de la empresa. La NASA, Boeing, Tesla, SpaceX, Cisco, Google, Yahoo, Airbus, Harvard, Stanford, el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) son algunas de las organizaciones de las que proceden algunos de estos trabajadores, algunos a tiempo parcial.
En cualquier caso, el objetivo es aparcar los tradicionales raíles de los trenes convencionales. Para conseguirlo lo hará desde una tubería especial y de dimensiones desmesuradas que propondrían un sistema cuyo coste de construcción promete ser «inferior» al de la red ferroviaria de alta velocidad convencional.
Es un tren sin raíles. Este transporte «volará» mediante un sistema de propulsión, ejercitado por energía solar y con unas potentes baterías recargables de larga duración. Cada cápsula (vagón) dará espacio a 28 viajeros, distribuidos por áreas (negocio, economía). Pese a las dudas que suscita, la compañía promete que la experiencia del viaje será «cómoda» y la presión en el interior «será reducida».
Seguridad
Hay cuestiones que no se pueden evitar. ¿Dónde queda entonces la seguridad? ¿Se ha obviado? El tren supersónico será seguro, incluso en caso de un terremoto, más aún que una línea de ferrocarril tradicional o los vehículos terrestres. Las tuberías se basan en una tecnología similar desarrollada en los años setenta y que han sobrevivido a terremotos de grado 8 en la escala Richter. El sistema es más seguro que el ferrocarril, que está regulado y supervisado por seres humanos. La cápsula cuenta con suficientes medidas de seguridad provistas en caso de emergencia, relata Dirk Alhborn, director general de Hyperloop Transportation Technologies, en una entrevista concedida al diario ABC.
Parece extraño, sí, descabellado para los tiempos que corren, pero los responsables del proyecto creen que será posible permitir la gratuidad de su utilización. El principal argumento para hacer posible Hyperloop no es la velocidad, es el modelo de negocio. De momento no existe un sistema de trenes de pasajeros en el mundo que sea rentable sin los subsidios de los gobiernos. Tenemos un costo de inversión muy bajo debido a la posibilidad de generar más energía de la que estamos utilizando. Así que esperamos ser una opción válida en todo el mundo como un sistema local, subraya este ingeniero alemán que chapurrea el castellano. En concerto, el coste de construcción promete costar unos 16.000 millones de dólares, frente a los 68.000 millones que requiere una línea de tren.
Pagar por un billete es del siglo XVIII. Google y Facebook ofrecen importantes infraestructuras de forma gratuita, ya que rentabilizan sus servicios de otra forma. Nuestros bajos costos operativos nos permiten actuar de la misma manera. Si somos capaces de ganar más dinero podremos utilizar el precio para regular la demanda, adelanta.
Vuelos a corta distancia
Por lo tanto, ¿es el tren el vehículo del futuro? ¿Cuál es el verdadero objetivo de todo esto? ¿Reemplazar a largo plazo a los aviones o desterrar al tren en última instancia? «Nos encantan los trenes y los aviones, pero la experiencia de viaje debe ser mejor, que es uno de los aspectos en los que estamos trabajando. Creemos que encajamos en el medio. Los aviones podrían tener más sentido para distancias más largas, mientras que los vuelos de corta distancia podrían ser algo obsoletos si un Hyperloop está disponible», vaticina.
El transporte (conocido) puede cambiar de ángulo, circular en un futuro por otras vías y, quién sabe, acercar ciudades de una manera más rápida. Únicamente hay que pensar en lo que se ha progresado en las últimas décadas. Un ejemplo: en 1915 un tren completaba la distancia de Cádiz a Madrid en doce horas; ahora lo hace en cuatro.