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Alfonso Carbonell Chávez

  • 2 de octubre ¿no se olvida?

Este 2 de octubre se conmemoró en nuestro país, a 51 años de los sucesos trágicos ocurridos en la Plaza de las Tres Culturas la llamada Matanza de Tlatelolco, derivado del movimiento estudiantil gestado en 1968 y que, ante la inminencia de los juegos olímpicos que tendrían verificativo en México y a inaugurarse el 12 de octubre, después de celebrada una reunión entre los líderes estudiantiles del movimiento con las autoridades del gobierno, habrían acordado no interferir en su realización razón por la que convocaron, para ese trágico día, un mitin en la plaza de Tlatelolco para informar a los estudiantes de los acuerdos pactados. Sin embargo y como ahora se sabe, gracias a la liberación de los expedientes, que la trampa estaba tendida por el gobierno asesino de Díaz Ordaz y en una cantidad de entre 5 y 8 mil elementos de policías y soldados, prepararon la emboscada y aprovechar que reunidos ahí los líderes del movimiento y ante más de 5 mil o más asistentes entre estudiantes, maestros, trabajadores, amas de casas, jóvenes hasta niños y por supuesto decía los líderes del movimiento, a la señal de un par de bengalas lanzadas desde un helicóptero, la balacera inmisericorde de parte de los  policías de  francotiradores y soldados, se dejó caer sobre la masa inerme del pueblo asistente.

Las escenas conocidas son verdaderamente dantescas; hombres, mujeres, abuelos y niños y en su mayoría estudiantes, corrían despavoridos ante el caos que la matanza se consumaba sobre su humanidad. El Estado así, consumaba uno de los actos de represión más sangrientos y aborrecibles de la historia de los gobiernos emanados de la “revolución”. Así, toda la fuerza del estado fue puesta al servicio del gobierno represor para acallar voces y manifestaciones de descontento social; el grito de libertad y justicia trascendió a las demandas justas de los propios estudiantes para sumar, como lo evidencian las marchas de apoyo de los gremios de trabajadores electricistas, transportistas, médicos y otros sectores de la sociedad, demandas propias que eran encabezadas por los jóvenes estudiantes.

Aun así y a poco más de medio siglo de los cruentos hechos, las demandas siguen siendo tan vigentes como lo fueron entonces. Es cierto y negarlo sería injusto amén de falso, que se ha avanzado y muchas de las libertades incluso la democracia, no hubieran sido posibles sin el antecedente, doloroso es cierto, del movimiento del 68. Porque aún y con el incipiente gobierno de la cuarta transformación, la agenda de pendientes sigue siendo tremendamente compleja. Abultada.

Pero a lo que me quiero referir y he ahí el porqué del título de esta entrega; 2 de octubre ¿no se olvida? Y lo planteo a modo de pregunta y lo quiero compartir, porque pareciera ser que la matanza de estudiantes de hace 51 años ¡nada nos hubiera enseñado!, bueno al menos a una franja aparentemente amplia de la sociedad, cuando ante manifestaciones y marchas   con claros actos de abierto vandalismo incluso violentos, voces iracundas se levantan para exigirle al gobierno federal y al presidente de México, que actúe con la fuerza del estado para hacer valer la ley. Es cierto que también, no se puede combatir actos delincuenciales que como en este caso se cometen durante las marchas sean o no demandas justas, echándoles a todos los manifestantes por igual toda la fuerza pública encima. Qué de menos pensar que el presidente dará la orden al ejército de sacar las tanquetas o de disparar sus fusiles contra del pueblo. ¡Nunca jamás!

Tampoco y claro es, no será acusándolos con sus mamás o abuelitas como los ímpetus desbocados de unos desadaptados pensaran dos veces antes de cometer sus fechorías. ¡No! y me queda claro. Pero lo que subyace en el fondo de quienes gritan ¡orden y dureza a toda costa! son los mismos que imploran al dios del conservadurismo y padre del neoliberalismo, que Andrés Manuel López Obrador en su calidad de jefe máximo de las fuerzas armadas, de la orden de disparar. ¡De eso piden su limosna! Para así y claro, que tendrían sobrada razón de confrontarlo y entonces sí, tener elementos de peso para llamarlo represor incluso a partir de los saldos gritarle hasta asesino. Se relamen los bigotes porque haya muertos.

Pero creo que a pesar de esas voces y que en efecto tendrían que repensarse urgentemente los cómos, ante la responsabilidad constitucional de garantizar el orden y la ley, impedir actos de agresión a ciudadanos e incluso a policías, empezando por dejar de estar  calificando los actos delictivos y a los delincuentes como de “fuchi, guácala o ichi careca” y ¡menos! lo decía ya, amenazar con acusarlos con sus mamis. Ni hablar. Insisto que pese a esas desafortunadas formas de querer llamar a la conciencia de los malosos, sin duda y ahí creo se podría coincidir, que al presidente lo anima un espíritu pacifista y humano y que en su creencia casi de fe ciega en el pueblo bueno, mientras los programas echados a andar por su gobierno resuelven las causas de la pobreza que conducen, irremediablemente en veces, a delinquir por la falta de oportunidades. Mientras insisto y estimando tardarán más que un sexenio superar las causas que originan la pobreza y la descomposición social, debe, igual irremediablemente, hacer valer la ley porque como él sostiene y es correcto; que al margen de la ley nada y por encima de la ley nadie. Entonces creo, que si bien sus adversarios esperarían y pagarían (sic) por provocar acciones que lo obligaran a usar la fuerza del estado y que me queda claro nunca lo hará, está sí el actuar con mayor firmeza que no dureza, porque mucho de lo ganado entre la mayoría de los mexicanos incluso y ahí están las mediciones y expresiones  en el concierto internacional, su bien ganada fama podría, de no actuar con mayor eficacia y mejores métodos de contención en la actuación de grupos violentos, su márgenes de popularidad podrían empezar a experimentar reacciones de desaprobación y no sólo de sus adversarios, sino incluso de quienes votaron por él. Sin el uso desmedido de la fuerza pero con la firmeza y dentro de un protocolo de actuación, al presidente no debe temblarle la mano para que la ley, a secas, se aplique contra de quién o quiénes la infrinjan. Así entonces, la pregunta se vuelve casi obligada; 2 de octubre ¿no se olvida? (O sí) Me queda claro.

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