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EDITORIAL

Es clara

Chiapas es de las nueve entidades que renovará todo su cuadro de elección popular desde gobernador hasta alcaldes el primero de julio de 2018.
En medio de todo eso se registra una guerra sucia que no respeta nada, y que recurre a acciones incluso violentas disfrazadas de protesta o de plano, se recurre a renuncias y abandono de responsabilidades en aras del interés político personal.
¿Qué garantizan esos candidatos visibles con tan mala calidad política?
Pues que sus compromisos por imponerse están por encima de la democracia, y del cómo logren candidaturas y la posible gubernatura, será su gobierno.
Porque quien no respeta la transparencia en un inicio no lo hará nunca.
Menos dando respuesta a sus compromisos derivados del tráfico de influencias y la corrupción, que es lo que obliga a dar pociones y a permitir que, “se cobren” a costa de algo del erario o el gobierno y sus proyectos o programas, como eso de crear empresas fantasmas o favorecer a grupos empresariales de otros lados en vez de capitalizar a los locales, que es de lo que se han quejado de siempre los constructores, por ejemplo.
Cerca de doscientos puestos de elección popular: 122 munícipes, dos senadores, 12 diputados federales y 40 locales, un gobernador más plurinominal por circunscripción, y si le agregamos regidurías la cifra se dispara, como el presupuesto oficial y el negro, que se usará en éstas llamadas contiendas históricas.

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