AL SON DEL TEXTO

Al Son del texto

Tina Rodríguez

Acostumbrados a un viejo paternalismo, los sectores productivos de Chiapas de siempre han esperado que papa gobierno los encause, garantice y asegure ganancias.
No son precisamente una iniciativa privada, y con mucho siguen en un clientelismo modificado, ya difícil de canalizar hacia siglas partidistas, pero de obligada atención dada aún su vulnerabilidad social.
Así decenas de miles de campesinos pobres año tras año desde hace décadas dependen de las partidas presupuestales federales, y si éstas se modifican o reducen como fue en 2017, impactan en muchas cosas de su vida cotidiana y productiva, provocando malestar.
La cuestión es que mientras hay quejas y chismes derivados de que no se defendió el presupuesto, lo cierto es que hay que resolver el asunto, esto es, ver de qué manera atraer inversiones, capital que pueda suplir los faltantes y generar valor agregado, obvio trabajo, ocupación, y fincar sin prospectivas inexactas -o demagogas-, rutas para el desarrollo.
Miren a qué altura vamos del sexenio y el avance en ese sentido es muy bajo casi nulo.
Porque en Chiapas llevamos medio siglo mínimo hablando de lo mismo, y las demandas siguen desde entonces mucho más adelante que los presupuestos, aunado a corrupciones que han impactado en distinto momento en el tejido social del agro, provocando rezagos y desplazamiento social, ausencia institucional desde hace mucho tiempo.
También por sexenios no hubo programas transversales como ahora; la superposición de proyectos y la competencia institucional fue un desastre que iba de la mano de la corrupción que no se ha ido.
Y aunque en gran medida esto no es único de Chiapas, si es de los estados en los que más dejó secuelas, y que desde luego es difícil de resolver por el arrastre pesado de los pendientes acumulados.
Desde la lucha por la tierra, el rezago agrario, la falta de infraestructura e implementos agrícolas modernos, organización comercial entre ejidatarios, injerencia de la política y hasta la religiosa, han contribuido de alguna manera u otra en un momento dado, a que en el campo chiapaneco se den conflictos sociales o el rendimiento por hectárea no se asome ni de reojo a los índices de la producción de los países desarrollados.
La cuestión es que esa realidad impide que el campo rinda para todos y para satisfacer la demanda de decenas de miles de familias. Son esos miles los que deciden emigrar y aunque Chiapas no aparecía como exportador de braceros, desde hará cinco lustros fue notoria la llegada de remesas que analistas del tema ubican entre los 300 y 350 millones de dólares al año, y hay los que apuestan por más, que es dinero no cuantificado dentro del global que llega a Chiapas, aparte del a recibir por parte del gobierno federal y lo propio que produzca el estado.
En esas cosas del dinero estamos también tan rezagados que no sabemos cuánto cuesta al año el gobierno, o cuánto genera propio: es como secreto.
Las estrategias de transparencia aun no comprenden a todas las áreas y dependencias, e incluso es conocido que no alcanzó el dinero para la misma operatividad de la administración pública en 2016 por lo que ha habido despidos masivos en 2017, aparte de las quejas de los altos funcionarios por los recortes que les aplica hacienda.
Muchos son los que piensan que todo eso igual se menciona en el quinto informe de gobierno, aunque no es la mejor oportunidad de hablar de optimismo por sobre tanta queja que aporta solo constante pesimismo, en referencia de ¿Qué informar?

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