OPINIONES

Desenredo

Tristeza, indignación y esperanza por México

Abrazos solidarios a mis paisanos que sufren carencias e incertidumbres, perdieron a seres queridos y hogares.
Los temblores de septiembre en mi país evidenciaron hechos relevantes como las múltiples manifestaciones de solidaridad de miles de personas, quienes salieron a las calles desde el día 19 y continúan activas, al desoír los llamados oficialistas de regresar a la cotidianidad porque el gobierno priísta y sus cuerpos militares controlaban todo.
En su condición de ciudadanas y ciudadanos saben que la solidaridad no es cosa de unos días ni de pose para fotos, sino una actitud de vida. Con ingenio y creatividad siguen activos de manera autónoma, desconfían de las instituciones gubernamentales porque ocultan información o mienten con descaro, pero sobre todo porque buscan el control centralizado que descalifica la potencialidad de una sociedad civil organizada.
Estos sismos afloraron también hechos de corrupción y las desigualdades de poblaciones empobrecidas, un nacionalismo superfluo para adormecer conciencias y una mezquindad de los partidos políticos; en resumen las secuelas de un modelo avieso. De ahí que para muchos activistas, sus esfuerzos tienen que dirigirse hacia la construcción de una sociedad más humana y solidaria, porque la acumulación de poder y capital es perversa.
Además revelaron cómo la alianza entre funcionarios de alto nivel, partidos políticos, consorcios mediáticos y cúpula empresarial prioriza descalificar la acción social autónoma y hacer espectaculares sus actividades de apoyo. Pero lo cierto es que la sociedad está rebasando a los gobiernos locales y federales. Aunque Televisa y TVAazteca lo borren de su agenda y destinen muchos espacios para maquillar su verdadera cara, sus desatinos y abusos son reiterados.
Por más que Peña Nieto asegure que será eficiente y transparente el fideicomiso “Fuerza México” para personas damnificadas, hay que tener presente que estará bajo dirección empresarial.
Inevitablemente esto hace recordar lo ocurrido con los sismos de 1985, cuando en el entonces Distrito Federal, grandes constructoras e inmobiliarias coludidas con funcionarios públicos hicieron negocios, compraron materiales caros, impusieron trámites burocráticos que demoraron ayudas, compraron líderes sociales para apaciguar el descontento en zonas marginalizadas, manipularon datos, permitieron que albergues provisionales fueran permanentes.
Sin duda los niveles de corrupción e impunidad que existen en México requieren una comisión internacional para promover juicios contra funcionarios públicos y privados, así como responsables de desapariciones forzadas; como está sucediendo en Guatemala, aunque se enojen los malos gobernantes y las cúpulas empresariales. Justifican que miles de personas prefieran entregar su mano de obra y/o donaciones a grupos sociales caracterizadas por su probidad y presteza o directamente a quienes lo han perdido todo o casi todo.
Ojalá y la sacudida en la conciencia social que llevó a miles de mexicanas/os a involucrarse en tareas de solidaridad, se mantenga porque hay que tener presente que 250 mil personas perdieron su vivienda (entre ellas, indígenas del Estado de México, Puebla, Morelos, Oaxaca y Chiapas, quienes demandan una reconstrucción tomando en cuenta sus opiniones), otras tantas su fuente de ingresos y millones más son damnificadas por este modelo de acumulación.
* Periodista mexicana, residente en Guatemala y coeditora de la publicación feminista LaCuerda.

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