La libertad de expresión se limita o extiende de acuerdo con el nivel cultural de cada persona. Foto/desinformemonos.org
AL SON DEL TEXTO

Al Son del texto

Lamentablemente la libertad de expresión se limita o extiende de acuerdo con el nivel cultural de cada persona.
Lamentablemente en ese sentido, al externar opinión hay quienes se pasan de esos límites y caen en extremos, como el insulto o la censura que por un lado se cuestiona sin forma de castigarlo, como sucede en las redes sociales, y por otro, se limita como sucede en ciertos medios de comunicación o personajes políticos, que callan o deslizan la realidad por intereses personales.
También es censura no publicar la información oficial, o es manipuleo sobre destacar a un luchador social que de algo vive, o desconocer la labor de un funcionario del que sí se saben sus ingresos.
Son solo observaciones.
Sin embargo, en las redes sociales se da un registro tremendo en la falta de respeto a terceros.
Hay personajes que se la pasan cansando a sus contactos para revirar de manera soez y hasta vulgar, todo tipo de planteamientos, solo por divertimento sin mínimo contenido que hasta la mentada de madre.
“Caza notas” o trolles; éstos últimos son peores de los que nos llaman chayoteros, por intolerantes y claramente direccionados a beneficiar o perjudicar la imagen de determinados personajes.
No toman a las redes sociales, en especial el Facebook, como lo que es: un importante medio de comunicación en dónde no existe censura.
Pero el que no se registe esa censura no justifica el abuso. Sin embargo, cuando se cuestionan esos abusos, la reacción de la intolerancia, la sinrazón y demás posiciones de los autoritarios, aparece y ejercen todo lo contrario que según practican o presumen algunos como “la vía” que ha superado a los medios tradicionales para que la sociedad se informe.
Tranquilamente el ochenta por ciento de lo publicado es basura; solo al 12 por ciento –y en estudios serios de la UNAM- de usuarios les interesa en algo la política y menos del ocho por ciento replica, y no llega al tres los que opinan, y de este último porcentaje hay que desglosar los que tienen tendencias, los que son imparciales, los partidistas, los propios políticos, trolles, en fin.
Por ejemplo, en próximas fechas se va a llevar a cabo la marcha de “Las Catrinas” que, en aparente conmemoración al día de muertos, no tiene más relación que la protesta por los feminicidios; la convocatoria 2016 en la que participé en compañía de mi primogénita, mereció burlas y hasta oposición a la manifestación y demanda de justicia, y así ha sido en campaña contra el acoso sexual callejero, y otras de igual frecuencia, entre otros tantos temas sentidos por la sociedad.
Los opinadores somos atacados hasta por los mismos opinadores, en especial los de la línea militante, que no son imparciales –en algo más que discutido-, pero además por los que llamamos gatilleros al servicio de terceros, sean políticos o funcionarios.
Y a diferencia de los anónimos piroperos en las calles o los trolles en las redes, éstos “compañeros” sí tienen rostro y nombre en sus portales.
Pero hay aquellos que no aguantan critica alguna provenga de donde provenga, aun quien la ejerce es prestigiado.
Es decir que queda todo a su criterio y los que piensen diferente a ellas o ellos, sencillamente somos objeto de sus insultos o eliminados –cosa que agradecería- por chayoteros, aun esa diferencia de pensamiento, tendencia política, origen social o étnico, sea el atributo mayor que da diversidad a la idea, a la cultura, a la sociedad en su conjunto y es base de la llamada pluralidad, que permite o incluye, la discusión aun la falta de coincidencias.
El resto es intolerancia.

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