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EDITORIAL

El muerto

El asesinato de un dirigente del Mocri al parecer no sorprendió mucho.
Sus diferencias eran incontables, a través de un movimiento radical cuanto soberbio que no pocas veces ameritó cárcel y, sin embargo, gozaba casi de impunidad a sorpresa de la opinión pública.
Desde luego que sus seguidores piden justicia, reclaman se esclarezca el crimen, más ante la falta de apoyo popular por un dirigente que no lo era, salvo para sus seguidores, que en sus protestas y demandas no tienen miramientos para con el derecho de terceros.
Desde luego que este crimen viene a empañar el clima de tranquilidad en la entidad. Tenía mucho tiempo que algo así no sucedía salvo el homicidio de un dirigente de la Cioac a saber por su propio hermano, en cuestiones de diferencias familiares, pero esto crimen es otra causa, y es lo que hay que averiguar y pronto, pues obvio es que no se trata de un crimen político.
Jiménez Pablo era incómodo por sus acciones “de lucha”, y el cómo las organizaba con gente armada con palos y hasta machetes, pero no era una incomodidad política y social, aunque sí, se enemisto con caciques y otros poderes en no pocos municipios.
No, no se sorprendió Chiapas de ese crimen, salvo sigan otros.

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