Jonathan Díaz Gallegos, director de Smapa. Foto/3 Minutos Informa Chiapas.
AL SON DEL TEXTO

Al Son del texto

Tina Rodríguez

Ciertamente la empresa municipal descentralizada ha sido objeto de saqueo y sobre población laboral durante trienios, en que saturaron su capacidad de inversión y desde luego inflaron su nómina para cumplir compromisos políticos que fueron ahogando significativamente su capacidad de financiamiento, pero también de modernización y ya ni se diga mantenimiento.
Hoy aún hay secuelas de ello en múltiples zonas de la ciudad, en dónde las fugas de agua o brote de aguas negras reflejan esa situación de descuido que debió atenderse hace muchos años, y que hasta ahora reciben una respuesta en la medida de lo posible.
Desde luego que esto causa inconformidad, la que aprovechan algunos políticos para cuestionar la labor de esa empresa, aun a sabiendas de la situación en que operaba, y que desde luego fue “una herencia” a la presente administración de Jonathan Díaz Gallegos, quien aun con esa carga, ha hecho lo necesario y como parte de las acciones correctivas hizo entrega en tiempo y forma de la cuenta pública ante el Órgano de Fiscalización Superior del Congreso del Estado, como medida de transparencia en el manejo de los recursos públicos, además de las estrategias de saneamiento financiero que se llevan a cabo para que esa empresa descentralizada del ayuntamiento capitalino, se normalice, por lo que todas las acusaciones de fraudes y mal manejo de recursos en Smapa que ha enarbolado Paco Rojas como bandera política para atraer la atención pública, se fueron ahora sí que por el caño.
Al Son que me toquen
Ya que hablamos de Tuxtla tiene tiempo que no se ven tantos niños en situación de calle por los cruceros de la ciudad como antes.
Desde luego que han de estar recibiendo algún tipo de atención o no los dejan ya ponerse en riesgo entre los automóviles, y solo se observan más adultos cuando no migrantes solicitando ayuda a los ciudadanos, para continuar su tránsito hacia su sueño americano.
Por años en Tuxtla fue común encontrar a estos niños y niñas en las calles, y aunque aún se ven no se notan como antes, y solo falta encontrar la manera de que no sean utilizados por sus familiares para andar en la vendimia, en vez de que estén en un centro escolar estudiando cómo debe ser acorde a su edad.
No estaría de más un recorrido por bares de la ciudad, en dónde se observan niños vendiendo productos como los llamados “chicleritos”, que venden incluso cigarros.

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