AL SON DEL TEXTO

Al Son del texto

Tina Rodríguez

Luego de las elecciones tan apretadas en el Estado de México, llenas de acciones truculentas que vuelven a deja en claro que no estamos aún en un periodo de prácticas democráticas a reconocer, pues aparece la idea de que en breve tiempo, unos 18 meses, habrá elecciones a gobernador en el estado de Chiapas, renovación de diputaciones locales y alcaldías, y por los adelantos que son violatorios a la ley, pero que se puede porque no hay precisiones legislativas que impidan esa impunidad, es de dudar que los asomados hasta ahora, sean los indicados para tal cargo.
Pero en otro sentido, también quedó claro que no es suficiente el empuje de López Obrador para ganar gubernaturas de manera contundente; no hubo tal contundencia en Edomex, pues de haberse dado ni quien le discutiera el triunfo a la maestra Delfina Gómez. La señora logró un incremento en la presencia por el partido que la postuló y el caudillo que lo preside, pero los méritos propios no eran tantos como para hacerle frente al PRI de Eruviel Ávila, y al primo del Presidente Peña Nieto como lo es Alfredo Del Mazo Maza.
Así que en la entidad chiapaneca, ni aun se logre la unidad de las izquierdas de por sí diluidas y en la ignominia, sería suficiente si el candidato no es una persona de prosapia y trayectoria impecable, porque la verdad en el estado hay mucho desgaste en torno a la imagen de los gobernadores que ha habido desde 2000, de muy diferente hechura y factura, que en su momento hayan logrado convencer a sus gobernados, como sucede ahora, aunque todos los vistos son de origen priista, sea Pablo Salazar, Juan Sabines o Manuel Velasco.
Los más visibles por Morena tienen esa misma cascara: el PRI, aunque algunos pasaron años en el PRD y fueron dignos militantes como Plácido Morales o Rutilio Escandón, quienes buscan claramente la candidatura por el partido del tabasqueño.
¿Pero tienen estos y otros posibles personajes, la suficiente presencia para ganar con solo las siglas de Morena y la imagen de AMLO?
Esa es la pregunta, porque los niveles de popularidad –que no tienen nada que ver con sus actividades pasadas y actuales- no amplias entre la opinión pública y la plebe, que es la que vota.
Es innegable que Morena dejó de ser ya una fuerza política emergente: es un partido político en desarrollo, fortaleciéndose en cada elección, y ahí están los resultados e incluso parece, que gana perdiendo, como se ha dicho, con tantos trabucos que le están poniendo desde el poder federal, cercando a medios de comunicación, en especial los masivos.
Flaco ejercicio.

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