OPINIONES

Punto de vista

Mario Tassías

Las evidencias demuestran que el sistema político mexicano está agotado y con la actual generación de políticos, se ve muy lejano el cambio que necesita un país que se hunde en la corrupción en todas sus manifestaciones.
Casi todos los países de América Latina han vivido una fuerte transformación en su clase política durante la última década. Lugares tan diferentes como Brasil, El Salvador, Uruguay, Venezuela, Ecuador, Argentina, Perú, Bolivia, Nicaragua y Chile han experimentado relevos importantes no sólo en las orientaciones ideológicas de sus jefes de Estado, sino también en las redes de poder político que determinan la agenda nacional (…)
“Ninguno de estos países ha logrado consolidar un verdadero Estado democrático y todos enfrentan enormes retos hacia el futuro, pero México ni siquiera ha iniciado el camino” afirma el especialista John Ackerman, en su artículo El mito de la transición democrática del libro Nuevas coordenadas para la transformación del regimen mexicano. (México: Planeta. 2015).
En un país en donde prevalece un poder avasallador del ejecutivo; perdidas del patrimonio público; mayor pobreza y marginación social; deterioro ambiental y cultural; descomposición y segmentación social; corrupción y conflictos políticos, además de violencia y criminalidad, los jóvenes son los más afectados.
Los efectos nocivos han alcanzado su mayor expresión en los espacios donde la sociedad produce y reproduce a su juventud, así como en los que los jóvenes construyen la dimensión subjetiva que los lleva constituirse como agencia y actores sociales, en actores de su propio desarrollo.
Diversos organismo han establecido como justificación la promoción de una nueva cultura democrática a través de la asimilación de las prácticas y los valores democráticos como la legalidad, el diálogo, la tolerancia, la civilidad, la igualdad, la transparencia y la responsabilidad en los diversos ámbitos de la vida nacional, teoría muy lejana de la práctica cotidiana.
Es ahí donde recala el tema de los jóvenes, a ellos les ha tocado vivir una época marcada por la crisis, económica, electoral, de seguridad pública, de desempleo, etcétera, crisis que trunca la participación y por ende la democracia. Para la mayoría de estos jóvenes el futuro ya se fue, “es un referente opaco que solapa la ausencia de opciones frente a sus problemas fundamentales”, asevera el investigador José Manuel Valenzuela en El futuro ya se fue del libro Juventud, educación y cultura. (2013).
En una sociedad interconectada, los jóvenes suelen ser los más cercanos recipiendarios de la difusión de propagandas que se emiten con la finalidad de lograr una mayor votación en favor de campañas y partidos políticos, puede afirmarse, en contrario, que son los que menos ejercen el derecho de votar provocando con su abstencionismo una respuesta frontal al descrédito de las organizaciones partidistas.
Visto de esta manera, puede afirmarse que los jóvenes están muy distantes de una participación entendida como respuesta a procesos de elección de representantes de partidos o coaliciones políticas. Estos jóvenes tejen otras historias que se construyen y miran de soslayo al Estado, buscan la reivindicación a sus derechos y deciden caminar por otros caminos.
A través de sus representaciones sociales, no necesariamente institucionales, los jóvenes buscan participar e involucrarse, sin embargo, el populismo en su más burda expresión los atrapa y los empuja por caminos en donde la participación significa acarreo a mítines a cambio de unas monedas y algún beneficio fortuito con la amenaza de eliminarlos de programas asistenciales. De ahí el agotamiento que padece esta decrépita democracia a la mexicana.

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