AL SON DEL TEXTO,  COLUMNAS

Al Son del Texto

Tina Rodríguez

Pocas ocasiones se le había presentado al PRI una situación similar a la que vive ahora, no encuentra candidato idóneo para postularlo como su abanderado presidencial.
Ni siquiera hace 18 años enfrentó un dilema parecido, con todo y que los candados recién aprobados por los rebeldes consejeros del partido habían limitado el número de aspirantes.Es cierto que Francisco Labastida Ochoa, entonces secretario de Gobernación lucía como el único prospecto sólido del PRI, pero se veía casi indefenso ante el crecimiento del entonces gobernador de Guanajuato, Vicente Fox Quesada.
La aprobación de los (ya ahora inexistentes) cambios en los estatutos y reglamentos del partido que establecía que el candidato presidencial debiera contar con un cargo de elección popular y otro de dirigente, limitó el número de aspirantes y dejó solamente el nombre de Francisco Labastida Ochoa como miembro del gabinete.
Guillermo Ortiz, José Ángel Gurría y Juan Ramón de la Fuente carecían de esas experiencias y José Antonio González Fernández y Esteban Moctezuma Barragán la tenían, pero no el empaque para alcanzar una candidatura presidencial.
De ahí que solamente quedaba Labastida Ochoa, quien con todo y ello tuvo que enfrentar la ofensiva de un entonces dinámico Roberto Madrazo Pintado y otros dos personajes que buscaban simplemente una candidatura al Senado a cambio de presentarse a una elección cargada a favor del candidato oficial.
Manuel Bartlett Díaz y Humberto Roque Villanueva consiguieron su propósito y fueron senadores plurinominales.
Seis años más tarde como partido opositor el PRI se quedó solamente con un prospecto, luego de que se evidenció la inmensa fortuna del gobernador mexiquense, Arturo Montiel Rojas.
El entonces dirigente nacional del PRI, Roberto Madrazo Pintado, se quedó como único aspirante, aunque al final fue una contienda interna con Everardo Moreno Cruz, un personaje anecdótico.
La selección de candidato en 2000 y 2006, pueden ser ubicadas las más difíciles para los priístas, por encima de la de 1988, cuando los estrategas de Alfredo del Mazo González crearon una gran confusión con el nombre del candidato, situación que fue detenida con un pronto control de daños aplicado desde la propia Presidencia de la República.
De lo ocurrido en el pasado existen secuelas, ya que las lecciones quedaron ahí y son parte de la caída del priismo arrollador que dieron paso a un nuevo tipo de democracia a la mexicana.
La actualidad nos muestra el crecimiento de figuras no militantes del PRI (aunque algunas de ellas crecieron al amparo de ese partido) y de partidos que se encuentran mejor posicionados que el otrora invencible PRI, mientras que los tricolores se ubican alejados de ellos.
Nunca los aspirantes del PRI aparecieron tan alejados de la posibilidad de victoria como lo hacen ahora, cuando los prospectos de Morena y del PAN, se ubican por encima de ellos.
Si acaso, Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, aparece menos distante de los porcentajes en las encuestas que se levantan en torno a los posibles resultados electorales.
Con todo y ello, Osorio Chong no parece ser el candidato de las preferencias de los priístas que tienen un abanico grande de prospectos, a los que intenta hacer crecer, sin que logren cuajar.
Los dirigentes del partido se ven confiados en que en el momento adecuado su abanderado podrá posicionarse, sin importar el avance de los prospectos de los otros partidos que caminan alegremente.
Y aunque en las encuestas solamente figuran con posibilidades el mencionado secretario de Gobernación, Osorio Chong, y el gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila Villegas, se pretende mantener con vida artificial las posibilidades del no militante priísta José Antonio Meade, secretario de Hacienda; Aurelio Nuño, secretario de Educación Pública y Luis Videgaray, secretario de Relaciones Exteriores.
Es cierto que voltearon ya hacia la Secretaría de Salud, donde José Ramón Narro, podría convertirse en una opción de buena competencia, por encima de sus compañeros de partido, pero su crecimiento se da en forma lenta.
La realidad muestra que los priístas, sin importar el nombre de su candidato, arrancarán lejos de los punteros en el momento en que se tome la decisión que algunos consideran deberá darse pronto, implementando alguna medida que, sin violentar las reglas electorales, los muestre como un partido competitivo.

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