OPINIONES

El Palo que Habla

Jorge Mandujano

■ Fidel: ese fantasma que sigue recorriendo el mundo

He dado cuenta de incontables notas periodísticas, reportajes, artículos de fondo, editoriales, transmisiones de radio y tv en vivo; de cientos de comentarios en las redes sociales. Numeralias que elogian o sepultan. Verdaderas alabanzas o contumaces vituperios. Todo, ante un innegable suceso que ha desvelado al mundo:
Habla el presidente de Cuba Raúl Castro: “Con profundo dolor comparezco para informar a nuestro pueblo, a los amigos de nuestra América y del mundo que hoy, 25 de noviembre del 2016, a las diez y 29 horas de la noche, falleció el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel Castro Rus. En cumplimiento de la voluntad expresa del compañero Fidel, sus restos serán cremados en las primeras horas de mañana sábado 26. La comisión organizadora de los funerales brindará a nuestro pueblo una información detallada sobre la organización del homenaje póstumo que se le tributará al fundador de la Revolución Cubana. ¡Hasta la victoria! ¡Siempre!”.
De allí en adelante, mujeres, hombres; saltimbanquis y adoradores de Lo que el viento se llevó se dieron a la tarea de esgrimir cualquier cantidad de opiniones que a lo largo de la noche y el comienzo del amanecer del siguiente día fueron configurando tesis irrebatibles, axiomas, sentencias vicarias, posicionamientos que generaron polémicas interminables. En fin.
Aún así, de lo que algunos líderes de opinión han comentado en sus muros y de lo que el titipuchal de sus seguidores ha compartido, replicado o cuestionado, habría que abrir un capítulo aparte.
Sinceramente, considero que habría que ser más serios, más analíticos y rigurosos antes de “dictar” las insufribles sentencias. Describir de antemano a Fidel Castro como “un dictador, violador de los derechos humanos, perseguidor de poetas, pensadores y homosexuales, etc…”, no contribuye en nada a la confrontación de ideas, percepciones y análisis respecto de un tema nada ligero.
Por lo demás, los “dictadores” en América Latina han tenido perfiles más que tatuados y no pueden, ni deben ser comparados. En ese sentido lamentable, estaríamos dando la razón a quienes comparan a Trump con López Obrador. Sin bandera ni color posible que me asocie a Morena, el comparativo, más que equívoco, es torpe, por decir lo menos.
Estamos asistiendo a la partida de la figura política más importante, influyente y determinante del siglo XX. Sin ir más lejos.
Fidel Castro no sólo cambió la historia de Cuba sino la del Continente y, más tarde, la del orbe. Enfrentó durante más de medio siglo a un imperio que infortunadamente tuvo por vecino. Vecinos distantes pero vecinos al fin. Cercanísimos sí, cuando intentaron matarlo por más de 537 veces. Un imperio que decretó un embargo no sólo de afuera hacia adentro sino al revés. De allí, que la bendita zafra fuera tristemente sepultada ante el bloqueo gringo.
Por ello, en los felices tiempos de la URSS, el problema energético de la Isla se vio de pronto subsanado. Ante el bloqueo, la Unión Soviética pidió a México que le suministrara petróleo a Cuba, y luego le “pasara la factura”. Ello evitó el tan costoso flete, y terminó por erigir sendas estatuas a Luis Echeverría y a José López Portillo allá, en el corazón de La Habana.
Habría que volver los ojos a la eterna balanza. Escribir por suscribir, y, más que eso, lastimar, como matar a un poeta cuando duerme, no tiene razón de ser. Sólo advierte rencor –en el mejor de los casos- o ganas de necear con ignorancia.
Los números de ese barbón de la sierra, a quien —en la cumbre máxima de la estupidez llegaron a acusar de devorar niños—, ponen en vergüenza a los demás países de América Latina, incluido el país rector (México): 100% de Educación Primaria; 90 % de Educación Secundaria (públicas y gratuitas); acceso a la educación universitaria con becas al extranjero. Todo ello, certificado por la ONU, la UNESCO y la UNISEF.
Pero otras cosas hay, diría Julio Cortázar: No cualquiera tumba una dictadura con 20 hombres desafiando al imperio norteamericano. No cualquiera elimina el analfabetismo en un año. No cualquiera baja la mortalidad infantil de 42% al 4%. No cualquiera forma la mayor Facultad de Medicina del Mundo, graduando a mil 500 médicos; un médico garantizado por cada 130 personas: el mayor índice de médicos per cápita en el mundo. No cualquiera envía a más de 30 mil médicos a colaborar en más de 68 países del mundo, sumando 600 millones de misiones. No cualquiera logra que su población tenga 79 años de esperanza de vida al nacer. No cualquiera sobrevive a 50 años de bloqueo y guerra económica. No cualquiera parte a los 90 años sin ser referido a estas horas y en estas páginas.
Podríamos estar de acuerdo o no con su manera de gobernar. Podríamos detenernos a examinar su comportamiento social, sus errores a lo largo de más de medio siglo de una Revolución que sigue siendo un ejemplo ante los ojos del mundo. Pero tendríamos que hacerlo con el inocultable recuento de los días, los años y las más de cinco décadas de vida en una isla que nunca dejó de ser noticia.
Les comparto: en 1988, Gabriel García Márquez escribió el prólogo a una larga entrevista del periodista italiano Gianni Miná con Castro. En un revelador texto, que más tarde (2009) retomaría bajo el título de El Fidel Castro que creo conocer, refiere, entre otras muchas cosas:
“Su más rara virtud de político es esa facultad de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas… pero esa facultad no la ejerce por iluminación, sino como resultado de un raciocinio arduo y tenaz. Su auxiliar supremo es la memoria y la usa hasta el abuso para sustentar discursos o charlas privadas con raciocinios abrumadores y operaciones aritméticas de una rapidez increíble (…).
“Es un lector voraz. Nadie se explica cómo le alcanza el tiempo ni de qué método se sirve para leer tanto y con tanta rapidez, aunque él insiste en que no tiene ninguno en especial. Muchas veces se ha llevado un libro en la madrugada y a la mañana siguiente lo comenta. Lee el inglés, pero no lo habla. Prefiere leer en castellano y a cualquier hora está dispuesto a leer un papel con letra que le caiga en las manos. Es lector habitual de temas económicos e históricos. Es un buen lector de literatura y la sigue con atención (…).
“Su visión de América Latina en el porvenir, es la misma de Bolívar y Martí, una comunidad integral y autónoma, capaz de mover el destino del mundo. El país del cual sabe más después de Cuba, es Estados Unidos. Conoce a fondo la índole de su gente, sus estructuras de poder, las segundas intenciones de sus gobiernos, y esto le ha ayudado a sortear la tormenta incesante del bloqueo (…).
“Cuando habla con la gente de la calle, la conversación recobra la expresividad y la franqueza cruda de los afectos reales. Lo llaman: Fidel. Lo rodean sin riesgos, lo tutean, le discuten, lo contradicen, le reclaman, con un canal de transmisión inmediata por donde circula la verdad a borbotones. Es entonces que se descubre al ser humano insólito, que el resplandor de su propia imagen no deja ver. Este es el Fidel Castro que creo conocer: Un hombre de costumbres austeras e ilusiones insaciables, con una educación formal a la antigua, de palabras cautelosas y modales tenues e incapaz de concebir ninguna idea que no sea descomunal.
“Lo he oído en sus escasas horas de añoranza a la vida, evocar las cosas que hubiera podido hacer de otro modo para ganarle más tiempo a la vida. Al verlo muy abrumado por el peso de tantos destinos ajenos, le pregunté qué era lo que más quisiera hacer en este mundo, y me contestó de inmediato: pararme en una esquina”. Hasta aquí la cita.
Dos veces lo miré, como los niños ven a sus mayores (de abajo y hasta el final de su humanidad): cuando mi entrañable Pablo Milanés cumplió 40 años de cantor, en su concierto en el Teatro Carlos Marx; y en el cierre de una por demás inolvidable edición del Festival Latinoamericano de Cine, ambas en La Habana. Después, siempre tuve esa rara sensación de que algún día me lo habría de topar de nueva cuenta en algún lugar del mundo.
En fin. Insisto: podríamos estar de acuerdo o no con ese señor. Habría que respetarlo o mentarle la madre, siempre y cuando existan argumentos sólidos que desalienten el falso tributo, la maledicencia o, en el más triste de los casos, el refinado mal gusto de la ignorancia.
Voz en off
Decía nuestro entrañable Juan Gelman:
Dirán exactamente de Fidel:
gran conductor el que incendió la historia, etcétera.
Pero el pueblo lo llama El caballo y es cierto.
Fidel montó sobre Fidel un día
se lanzó de cabeza contra el dolor, contra la muerte
pero más todavía contra el polvo del alma.
La Historia parlará de sus hechos gloriosos.
Prefiero recordarlo en el rincón del día
en que miró su tierra y dijo soy la tierra
en que miró su pueblo y dijo soy el pueblo
y abolió sus dolores sus sombras sus olvidos
y sólo contra el mundo levantó en una estaca
su propio corazón, el único que tuvo
lo desplegó en el aire como una gran bandera
como un fuego encendido contra la noche oscura
como un golpe de amor en la cara del miedo
como un hombre que entra temblando en el amor
alzó su corazón, lo agitaba en el aire
lo daba de comer, de beber, de encender.
Fidel es un país.
Yo lo vi con oleajes de rostros en su rostro.
La Historia arreglará sus cuentas, allá ella.
Pero lo vi cuando subía gente por sus hubiéramos.
Buenas noches, Historia. Agranda tus portones.
Entramos con Fidel, con El caballo.

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