OPINIONES

Tu niño te necesita tanto como tú a él

Yolanda Pardo

Cuántas lágrimas siguen rodando por tus mejillas al recordar aquellos momentos en que te hirieron de niño. Creías estar haciendo algo de lo que tus padres se sentirían orgullosos, querías complacerlos y ganarte su amor y recibías una regañina, unos gritos, o hasta uno que otro golpe o jaloneo.
Querías conocer al mundo tan nuevo entonces para ti, inventar cosas, expresarte con crayolas y plumones en el lugar más idóneo y amplio de tu casa como las paredes o el piso, pero nada de eso agradaba a tus progenitores o a quienes estuvieran a cargo de ti, y reprendiéndote, te obligaban a limpiar, esfumándose tus aspiraciones de pintor.
Tu innata curiosidad infantil te hacía indagar todo lo que no entendías. ¿Qué es esto? ¿Para qué es? e interminables por qué. La mayoría de las veces u obtenías una respuesta insatisfactoria o un helado, frustrante, inquietante y estresante silencio que te anulaban las ganas de preguntar, porque a esa corta edad y debido a los resultados, pensabas que era malo hacerlo y así te fuiste quedando con muchas dudas y perdiste la oportunidad de aprender más. Ahora de adulto, todavía te da pena cuestionar.
Hacías lo que los adultos llaman travesuras para divertirte y experimentar cosas nuevas, no para fastidiarlos, pero ellos no lo entendían así y te castigaban con lo que más le pudiera doler a ese tierno corazón, sólo para que “aprendieras” que eso no se debía hacer, pero ellos no sabían el daño que te infringieron.
Lo que más te importaba era ganarte la aprobación, el amor de tus mayores y sólo conseguías ser rechazado. Hoy para ti es muy difícil expresar tus sentimientos o decir un te quiero.
Ese niño que vive en todos nosotros, ya no quiere sufrir más y de repente en algunos se ha quedado dormido por la soledad, la desconfianza y el desamor hacia sí mismos, porque el niño y el adulto están desconectados, creando conflictos y vacío. Es más fácil crear niños fuertes que reparar adultos rotos.
Los niños se caracterizan por ser amorosos, alegres, ruidosos, revoltosos, optimistas, ingenuos, dependientes, emotivos, flexibles, incansables, energéticos, inocentes, espontáneos, soñadores, puros, íntegros, espirituales, transparentes, creativos y otras cualidades que los hacen encantadores e irresistibles. Todos fuimos así y los adultos nos hicieron cambiar y limitaron nuestro desarrollo y nos apartaron de la felicidad.
¿Te has preguntado cuántas de esas situaciones han afectado también tu vida adulta? ¿Por qué ahora te enfadas por cualquier cosa y a ratos estás alegre y otros triste o enojado, sin saber exactamente por qué y se podrían confundir los síntomas con la bipolaridad o la neurosis? ¿Por qué regañas a tus hijos sin razón? ¿Por qué no tienes el éxito laboral, sentimental o financiero que quisieras? ¿Por qué tienes tan baja autoestima? ¿Por qué todos se aprovechan de ti o al contrario te aprovechas de los demás y eres insoportable? ¿Por qué no te valoras ni valoras a los demás? ¿Por qué te refugias en la soledad o en las drogas? ¿Por qué no disfrutas los pequeños grandes momentos de la vida?
Si, es el niño interior vulnerable que se revela, tiene miedo a volver ser herido. Las bases más importantes de tu conducta de adulto, se encuentran en tu infancia y como fue ésta, influirá en el futuro. “Dime tu infancia y te diré quién eres”, concuerdan psicólogos y educadores, ya que ese niño que fuimos vive siempre en nuestro corazón con sus alegrías, tristezas, rechazos y traumas emocionales, podemos reprimir su llanto, pero no callar su voz.
Pero hay solución, no puedes cambiar el pasado, pero si tu presente. Debes volver a mirar la vida con la inocencia y el entusiasmo de la infancia, que tome las riendas de tu existencia para darle sentido a la vida, restablecer una relación amorosa y comprensiva con tu niño o niña es sanador también para ti, adulto.
Regálale al menos un abrazo al día y asegúrale que nadie más lo volverá a lastimar porque ahora te tiene a ti y no lo permitirás. Repítele una y otra vez, “no te preocupes aquí estoy yo para curar tus heridas, para elevar tu autoestima, para amarte incondicionalmente y para ser felices los dos”.
Finalmente, desecha los rencores y perdona a tus padres o a quienes lastimaron tu infancia, no eran malos, sólo niños heridos, procura además que no se repita con tus hijos o con los pequeños con quienes convives. Aprende de ellos, atrévete a hacer una que otra travesura juntos, diviértete y se feliz.

Print Friendly, PDF & Email

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *