OPINIONES

Punto de Vista

Mario Tassías

Es evidente el desencanto de los jóvenes en la política. Poco se puede argumentar en contrario para objetar sobre su abstencionismo en el ejercicio del voto o en otras formas de contribución o de organización de la democracia como acciones de participación ciudadana. Claro que me refiero a la gran mayoría. Los privilegiados despachan en esferas de poder.
La democracia no solamente es participativa sino que allende los procesos electorales también es representativa, y es ahí en ese espacio donde se puede influir para el desarrollo y asentamiento de las políticas públicas que realmente modifiquen estructuras. Son principios elementales de participación ciudadana.
Es precisamente en este último rubro en donde la discusión y el análisis posterior sobre la participación de la ciudadanía van muy atrasados con respecto a otros países de América Latina. Unos y otros atribuyen esta demora a la presencia, todavía, del antiguo régimen, y su afán de controlar toda manifestación de la sociedad, fuera de los causes sugeridos por los detentadores del poder, en perjuicio de la armonía social.
Luis Carlos Ugalde que en algún momento fue Consejero Presidente del antiguo IFE, redacta en su ensayo “Por una democracia eficaz. Radiografía de un sistema político estancado, 1977-2012”, tres características de la cultura política mexicana como uno de los obstáculos para tener un país más democrático y liberal.
El exfuncionario electoral señala como característica inicial una escasa cultura de la legalidad; además de una baja participación política y comunitaria y finalmente, una elevada desconfianza hacia las instituciones del gobierno. Es el impedimento para transitar de una democracia clientelista, corporativa y meramente electoral a una de tipo liberal, donde se combinen tres principios centrales: libertad individual, igualdad ante la ley y participación en la selección y vigilancia de los gobernantes.
La encuesta “La cultura política de los jóvenes en México”, elaborada para el IFE, (Gómez Tagle, Tejera Gaona, y Aguilar López, (2013), destaca que los datos presentados, muestran que la cultura política de los jóvenes está desfasada.
Que desconfían de los políticos y rechazan la intermediación como forma de solucionar los problemas, al mismo tiempo manifiestan predilecciones claras hacia los diversos candidatos, aun cuando no se preocupan por profundizar en las propuestas de cada uno de ellos.
Lo que se desprende en términos generales es que las redes familiares y sociales, no relacionadas con las tecnologías de la información y la comunicación, juegan un importante papel en cómo se construye la percepción sobre los partidos, las instituciones electorales y el gobierno. El deterioro del entorno y la carencia de empleo se encuentran entre las preocupaciones más importantes de los jóvenes, pero no asocian la solución de estos temas con la participación electoral, señala el informe.
Finalmente, muchas cosas en la actualidad son malas que hace una década y si vemos hacia atrás, pero oteamos el futuro, las cosas van de mal en peor. Realmente hay mayor desarticulación social, hay mayor control de los medios de comunicación y hay una cancelación absoluta de la oposición y ese es problema central, apunta John Ackerman en su libro “El mito de la transición democrática Nuevas coordenadas para la transformación del régimen mexicano. México: Planeta.2015”.
Con un sistema político mexicano agotado, la participación se ha limitado a los procesos electorales con una sociedad de individuos conscientes de la existencia del gobierno pero que no se consideran capacitados para incidir en el desarrollo de la vida política o en el otro extremo, con ciudadanos conscientes del sistema político nacional, pero subordinados del gobierno, dependiendo siempre de éste.

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